Todas las expresiones de la mentalidad simbólica “primitiva” se hallan relacionadas al acto de reflejar ad naturam lo que se conoce bajo el término tradicional de “esquema universal de manifestación”. Este, se refiere a una síntesis de los grandes símbolos de la humanidad. Principalmente, de aquellas expresiones fundamentales que mantienen una real concordancia en su contenido más intelectual. Es decir, de aquel legado que contiene no tantos tipos de nociones metafísicas.
Aunque sí extendidas universalmente, y por ende, adaptadas a la gran variedad de los genios étnicos. De tal manera, en lo que corresponde, podríamos dar el ejemplo de aquello que se recubre bajo la denominación de organización “tribal” (en su estado de originalidad o normalidad) y de notable equivalencia en todas las latitudes, cuya idea no correspondería en realidad a límites de tipo racial, regional, estético o moral puesto que lo esencial que le anima es enteramente independiente. Por tanto, conformando una de las imágenes enlazadas a lo que igualmente se concibe como Tradición unánime.
Si bien, dicho esquema involucra a todas las aristas de la cuestión. Principalmente, a los grandes mitos de la humanidad, no hay que olvidar a la producción, en su totalidad, de los impropiamente llamados “complejos culturales”. Incluyendo lo que corresponde a las necesidades más directas de la vida cotidiana en comunidad. Esto es perfectamente comprensible en tanto se llegue a la evidencia de ese principio rector de unidad que anima a las cosmovisiones tradicionales y en cuanto se arribe al grado de admitir que, en los contextos y modos mentales de referencia, siempre imitativos y participativos (en el sentido original de las palabras) en rigor eran desconocidos el conceptualismo y las consecuentes contradicciones por no tener lugar hábitos como el nominalismo (el cual no sólo aniquila la doctrina de la revelación, sino también los ordenes o grados en los que se constituye el simbolismo).
Así, las dicotomías nominalistas surgidas de términos con aplicaciones literales como, por ejemplo, pueden ser los de “sagrado” o “profano” (1) no hacen mas que acentuar las divisiones “dualistas” sobre la realidad, las cuales, precisamente, nunca han tenido vigencia dentro de la normalidad correspondiente a una organización tribal.
A esto se le agregan las confusiones interpretativas del etnocentrismo de donde derivan las negligencias hacia todo lo que rodea la noción de Tradición primordial. Una de las graves consecuencias de esto, sería invertir el orden o el curso de las apariencias (como en las teorías evolucionistas) al no ejecutar una correcta composición de tiempo y lugar, y no saber trascender las actuales formas residuales que, en términos generales, caracterizan actualmente a dicha organización.
En efecto, no podría haber una concordancia universal de los símbolos tradicionales si, previamente, no se admite su origen primordial y no se reconoce su perfecta conformidad a un principio único. Ello evitaría caer en la abstracción cientificista o en las clasificaciones arbitrarias cuyos mayores ejemplos han sido el famoso “totemismo” (2) popularizado por ciertas interpretaciones dentro de la etnología y la sociología y, por otro lado, en lo concerniente a nuestro tema, aquello relacionado a la vivienda tradicional ya que, en el caso de los “primitivos”, es considerada bajo el concepto de “industrias elementales” por ciertas corrientes de pensamiento dentro de la antropología y de la arqueología.
Esto sería mejor comprendido si se dejara un poco de lado la cuestión de la “complejidad tecnológica” y de los “materiales disponibles” ya que, en las sociedades tradicionales las “cosas” de la manifestación no se miden teniendo en cuenta el factor utilitario como inventos individuales de ingenio o dispositivos de fabricación para el confort humano, ni tampoco representan nada exclusivamente particular, sino que aparecen como un continuo. Es decir, con el carácter de conjunto de cosas dotadas de un “centro” (3). Razón por la cual, no existe alguna noción que pueda dar a entender algo en el sentido de una “naturaleza muerta” similar a la línea de pensamiento moderno que, en líneas generales, parece estar basado en un sistema mental discontinuo, donde la aprehensión de lo particular no incluye ni explica la totalidad del Universo
Así, en el caso de la noción tradicional de vivienda ello corresponde a un ordenamiento y a una configuración inherente a tal “esquema universal de manifestación” alejado completamente de un modelo que puede ser meramente utilitario, “funcionalista” o “proyectista”. Es decir, de la visión mecanicista del mundo y del hombre, por ende del hábitat humano que, en occidente, bajo el concepto de “diseño” y desplazando a la herencia tradicional o lo que subsistía de los patrones artesanales, alcanzara su momento de apogeo en el siglo XIX. Antes de “evolucionar” hacia los actuales esquemas de “programación” sobre la base y el manejo de cifras abstractas (circunstancia que cubre ya casi toda la actividad humana).
Pero, por solo circunscribirnos al tema de nuestro estudio y a modo de resumen, tales son algunas de las cuestiones que indican el grado de abstracción e irracionalidad al que se ha llegado debido al abandono del simbolismo tradicional en las artes y ciencias humanas con consecuencias desastrosas para todo el ámbito sensible (4). No porque simplemente lo decimos, sino porque así lo indica el evidente trastorno del equilibrio natural (ya degradado al día de hoy en sus tres cuartas partes) contribuyendo considerablemente a ello el canon moderno para la construcción y las normas de habitabilidad bajo presupuestos exclusivamente fisiológicos.
Por otra parte, piénsese en los avances cuantitativos respecto al estudio de la distribución de celdas y paneles o en la diagramación de redes basados en curiosas interpretaciones sobre la “teoría del caos” correspondiente a las nuevas tendencias de la matemática y que, en este caso, imitan los “sistemas constructivos” de los insectos tal como el de abejas, termitas y arácnidos (por ejemplo el de la “araña tejedora amazónica”) siendo tan sólo algunos de los aspectos que muestran la tendencia y la preocupación central de lo que se ha constituido ya en un novedoso sistema de neo-arquitectura mundial.
Decimos esto, porque pensamos que mientras haya vida siempre hay posibilidades de rectificación, por lo que no habría inconvenientes si es que se toma a tiempo la conciencia real sobre los graves efectos de este estado cosas y pudiera el canon moderno para la construcción volver sobre sus huellas a fin de retomar el simbolismo habiente en la arquitectura tradicional, logrando así una adaptación efectiva sin la usual negligencia hacia el sentido esencial que debe animar a toda expresión humana.
Por supuesto que, sin este sentido esencial los ensayos imitativos, como el caso citado de la araña amazónica, se basarían en inexorables y traumáticas modificaciones, cuyas tendencias tecnocráticas se regirían sólo por el rendimiento económico del material invertido, o sea exclusivamente bajo reglas de mercadotecnia. Pero, la cuestión se transforma en alteración al tomar su real dimensión cuando se plantea desde el punto de vista de cualquier aborigen superviviente con conocimientos tradicionales, para quien el "espíritu" de la araña no deja de conllevar una naturaleza simbólica tradicional (válida, en diversos modos, para toda criatura viviente) en íntima relación con las necesidades y valores universales inherentes al ser humano en su carácter de co-regente del cosmos y relativo a una primera fase de la realización metafísica resumida en una reintegración del estado primordial.
A título de rápida mención, sólo piénsese en el carácter mnemotécnico de ello, reflejado en esas moradas guaraníes especialmente embellecidas con ornamentación de tejido telar, precisamente denominado ñanduty (araña) (5). Igualmente, en aquellos emplazamientos rituales relacionados a la noción tradicional del "centro del mundo" en los que está asimilada también la araña cuya figura se colocaba en el cruce convergente de las cuatro direcciones del espacio (6), como para darnos cuenta en qué se ha transformado la vivienda moderna dejando de ser una homologación del “centro”, así como lo fuera en las diversas comunidades tradicionales. Por ende, perdiendo el carácter de ser un soporte simbólico del conocimiento, en tanto receptáculo de una síntesis del universo y en cuanto decorado que refleje el ordenamiento cósmico tal como, por ejemplo, ello es posible de constatar notablemente en los numerosos indicios, aún vitales, de las tradiciones de Oceanía
Pero, antes de desarrollar el punto ejemplar, conviene señalar que, las referencias aportadas a continuación, tomadas de las tradiciones maoríes, conciernen a una concordancia universal de símbolos tradicionales. Por lo cual, de cierta manera, trascienden aquella clasificación convencional geográfica de "Oceanía" y de sus correspondientes divisiones culturales (7) Asimismo, de sus respectivas subdivisiones (8) ya que, la heterogeneidad formalista, los particularismos locales y las diversidades insulares han generado las diversas confusiones y la imagen distorsionada que generalmente se atribuye a las tradiciones aborígenes, pero que pueden ser salvadas por todo aquel interesado en el tema, en tanto se esfuerce a favor de una correcta asimilación del mismo punto esencial contenido en los datos tradicionales y en las expresiones “folklóricas” de cualquier procedencia que fuere.
Esto significa, con relación a nuestro tema y al margen de esas múltiples diferencias formales específicas de cada pueblo que, la noción tradicional de "vivienda" no puede ser separada de otros referentes asociados como ser "la casa comunitaria", el "poblado", "el territorio" y "la región celeste" cuyas determinaciones enfocan correlaciones con el mismo significado simbólico. Es más, si tomamos en cuenta cierta disposición geométrica primordial sin prestar, en una primera instancia, tanta atención al tipo racial que fuere (9), al material empleado (10), al estilo artesanal o sus técnicas de elaboración, notaríamos que surgen claramente partes de un esquema relacionado a la ideografía universal.
Del cual, simultáneamente, pueden traducirse no solamente la concordancia de las coordenadas geométricas, sino también la representación de los objetos en base del cubo, la triangulación y el cuadriculado. Asimismo, los respectivos principios arquitectónicos como, por ejemplo, el arco (11), el arquitrabe (Poste y dintel), la lateral (paredes) y el trípode (12) cuales en función de la analogía universal (que contempla tanto los aspectos celestes como sus aplicaciones terrenas) requieren, cada uno de ellos, una anotación aparte que dejamos para otra ocasión.