LENGUAJE Y CONOCIMIENTO TRADICIONAL

Ortodoxia de la oralidad y la escritura

Oscar Freire

"No ingrese el que no sepa Geometría"

Se atribuye esta frase a una lapidaria máxima emblemática inscrita sobre el arquitrabe del portal principal de la Academia de Platón. Evidentemente, el término "Geometría" debía aquí sostener un sentido distante al de los períodos inmediatamente anteriores a la aparición del mundo moderno y perdido casi completamente en las épocas posteriores hasta la actualidad. Podríamos decir que, a nivel bibliográfico, en el occidente contemporáneo, hemos tenido que esperar, principalmente, por los trabajos de René Guénon (en sus estudios sobre el simbolismo) y de Ananda. K. Coomaraswamy (en sus estudios sobre el arte tradicional) para reencontrar cierta orientación sobre las nociones originales de dicho término, tanto en aquello que toca a sus funciones como a sus aplicaciones. De tal modo, y teniendo en cuenta que tales nociones en relación a los "números" y a las "figuras geométricas" se refieren a muy otra cosa que a sus utilidades matemáticas, meramente "operables" y "descriptivas", tal como hoy se acostumbra, nos surgen algunas reflexiones sobre las posibilidades de que dicha fórmula axiomática, además de la ciencia tradicional correspondiente, en realidad aludía a un esquema universal de manifestación, cuyos trazos principales, necesariamente, deben coincidir (a modo de analogías o equivalencias) en un operador universal de simbolismo y como continente sufragante de toda exposición tradicional doquiera se encuentre y sea cual ella fuere (1).

Probablemente, entre otras cosas, sea esto mismo lo que nos sugiere Guénon cuando nos dice que el lenguaje de los geómetras "implica una cierta manera de hablar figurada y críptica" y que "esta última palabra parecería ser una alusión al sentido simbólico y profundo de la geometría" (2). Ahora bien, sobreentendiendo que en el epígrafe de referencia, al mismo Platón se le asume como "geómetra" o portador de un "sentido simbólico y profundo de la geometría", evidentemente, que se trata principalmente de una enseñanza reservada que haya estado circunscripta, estrictamente, a la índole de la transmisión oral (3), máxime, sabiendo la baja estima que, en rigor, expresaba Platón sobre la escritura para la comunicación del verdadero conocimiento. Aunque sin desestimarla del todo en sus aplicaciones y funciones secundarias y mientras se someta normalmente a los principios superiores que rigen a todo arte tradicional. Por otro lado, la formal advertencia parece ser bastante clara en la afirmación de un patrón universal preciso e inalterable y por lo cual, necesariamente, debe conllevar un sentido de ortodoxia (fidelidad al Origen) que consagraría y otorgaría virtud de "tradicional" al contenido cualitativo que debe primar en la composición de toda ciencia, arte y lenguaje tradicional.

De este modo, y además de la ciencia tradicional correspondiente, como decíamos, nos apercibimos que el término "Geometría" puede muy bien sobrellevar los atributos y ser uno de los tantos nombres de la Ciencia Sagrada por excelencia, siendo que permitiría la doctrina infalible, el recto discernimiento y el conocimiento de las cosas tal como son a quien la poseyera; por lo cual, cabalmente se comprende que, no puede ser menos que "geómetra" quien porte las cualificaciones para superar, entre otras cosas, las destituciones verbales que tanto se dan en las ilusiones lingüísticas y en los arbitrarios sofismas de la retórica desviada e independizada de la dialéctica tradicional, lo cual, además, demuestra que hay dos tipos de discursos, uno verdadero y otro falso.

En efecto, el correctivo platónico recoge y abroga la doctrina universal de lo nombres (nòmos) en concordancia con las formaciones naturales (physis) y el proceso anterior a la naturaleza (Cosmogonìa) que descienden de la Esencia preterontológica y sobrenatural, por lo cual, los nombres que utilizamos no son naturalistas, ni por convención (tal como improcedentemente se debate en el planteamiento moderno), sino que, en rigor, son verdaderos o falsos. De acuerdo a ello, sólo un "geómetra" es capáz de discernir entre lo que es y lo que no es, vislumbrando siempre la esencia de toda cosa, ya que actuará conforme a tradición y al derivado esquema universal de manifestación, es decir, a la arquitectura sagrada del universo y en consonancia con el contenido inalterable o "lo único mismo en todo" de las cosas; alejado de las meras opiniones del lenguaje relacional y de las fijaciones de la escritura profana que llevan a la contradicción y a la ambigüedad, entronizando nombres de significados distintos y alternativos para cada objeto, y siempre en abolición vertiginosa entre sí.

En resúmen podríamos confirmar el punto de vista tradicional, en aquello de nuestro tema relacionado al lenguaje, ya sea en la mayor o menor cualificación que corresponden tanto a la oralidad como a la escritura, diciendo que, lo único que merece predicarse es la Verdad que se manifiesta en el nombre, siendo como esencia, lo único estable de lo nombrado y por lo cual el lenguaje reproduce la única realidad aceptable de las cosas que consiste en reflejar o erigirse en "imágenes" del Sí mismo. Precisamente por Principio, esto, no sólo soluciona el problema de la multivocidad de fonemas, sino también la diversidad silábica y tonal de las lenguas tradicionales sin importar la época o el lugar de su manifestación, ya que, así, pueden cambiar la vocalización, pero mantener una cierta mentalidad y significar simbólicamente lo mismo.

Ahora, sobre la devenida complejidad de la dimensión escrituraria se podría decir lo mismo en tanto se sepa distinguir lo verdadero de lo falso y esta mantenga disposiciones acordes a dicha "Geometría" (es decir, que se "sepa leer el cielo y hornear el pan"), adquiriendo estatus de imitación y participación con el prototypos o la Idea ""arquetípica", y en cuanto el que utiliza las escrituras de tenor tradicional sepa recrearlas en calidad de continentes adecuados de la única y "misma" virtus que se manifiesta en todo lo nombrado.

Oralidad y escritura

Por otro lado, y en cierto sentido, hablar de "escritura" equivale a hablar de "historia", ya que se sabe que los tiempos denominados como "históricos" comienzan aproximadamente en el siglo VI a. De C., es decir, coincidiendo con los inicios de la escritura alfabética (escrituración de los poemas homéricos) (4). Podríamos decir que dicha circunstancia referida a la herencia del mundo occidental refleja, en determinado modo, el fin de la oracularidad arcaica griega y marca los comienzos de la literalidad, la cual a posteriori sería decisiva e impregnaría con sus características el período que llamamos clásico y a partir del cual se propagaría aceleradamente un modelo de abstracción cultural propiciado por los aspectos secularizados de la escritura (5).

Recordemos una vez mas a Platón en sus notables intuiciones sobre el lenguaje, (particularmente, en el maridaje con la escritura, aspecto donde mejor se evidencian las disyunciones entre los nombres y las cosas) quien con sus diatribas hacia los philologoi, "amantes de la palabra" (como sofistas que aceleraban la difusión escrita de sus prédicas), se había pronunciado críticamente en contra de la escritura en aquel sentido de restarle cualidades de entidad y de "autarquía", colocándola firmemente por de bajo de la oralidad en virtud de la superioridad axiológica y de las propiedades originales y comunicativas de esta. Razón por la cual, afirmaba, que todo verdadero philosophoi, "amante del pensamiento y de la sabiduría" debería reservar para la "viva voz" lo mejor de la doctrina (6).

El mismo Platón continua diciendo que el lenguaje es un componente de las formaciones bajo autoría demiúrgica (dëmiourgós), es decir, la concepción tradicional del verbo donde el nombre cumpliría una función instrumental como, por ejemplo, aquella que le relaciona al simbolismo del tejido, ya que: "el nombre es, evidentemente, un utensilio que sirve para instruir y para discernir la esencia, tal como la lanzadera lo es para confeccionar el tejido" (Crat.,388c). Esto mismo puede confirmarse en uno de aquellos sentidos que definían la función del rapsoda (o rhapsodeim que otorga el significado de "tejido") confiriéndole la dignidad de hilador o tejedor de los mitos cantados en la tradición oral.

No es muy difícil el constatar los aspectos profundos que inciden en los ámbitos presididos por la oralidad, ya que se trata de un lenguaje ritual que necesariamente no sólo debe abordar lo metafísico, sino, además, como punto de partida, debe tener algunos de los caracteres cualitativos que conforman las determinaciones de nuestro mundo; uno de los cuales se manifiesta como el "ritmo" que subyace en la necesaria versificación de toda lengua tradicional.

Se sobreentiende que dicho punto de partida debe comenzar con la experiencia a condición de que incluya los co-implicados metafísicos necesarios de esa experiencia sin los cuales se transmuta en alguna otra clase de "experiencia" o noción abstracta que excluye desde el inicio los referentes metafísicos. De este modo tradicional de asumir la Vida se infiere que esencia y existencia son la misma cosa contemplada desde dos puntos de vista y sin la cual la vida se haría ininteligible por la negligencia de este sentido único que comporta.

Esto mismo es lo que posibilita el comprender el doble proceso de abstracción ejercido por la mentalidad moderna al "desnaturalizar" la metafísica y "desimbolizar" el lenguaje natural del espíritu humano, ya que, de las inagotables aristas que esta cuestión conlleva podríamos observar que sobresalen, por un lado, el eminente carácter de símbolo que el lenguaje tiene para la mentalidad tradicional y, por otro lado, el surgimiento de las convicciones abstractas que se identifican o confían plenamente en el lenguaje y en los aceleradores secularizados de la escritura, los cuales, dentro de un proceso de desacralización de las cosas nombradas, pueden llegar a sostener una "erudición" basamentada en la "ilusión verbal" de una falsa metafísica.

No de otro modo es posible comprender el emparentamiento por analogía del lenguaje natural y de las formalidades que se nombran, con aquel aspecto de naturalitas o cualidad de natural (no confundir con naturalismo) que adquiere cierto estadio de la metafísica (como aquel simbólico dado entre las sociedades "primitivas"), y que se completa por medio de nuestra experiencia para la consecución de verdaderos estados metaempíricos.

Esto mismo, es lo que nos aporta un serio motivo de reflexión, en el sentido de la legitimidad tradicional que adquiere el lenguaje "conforme a naturaleza" (7) ante lo que se ha erigido con la denominación de panficcionismo moderno, inscripto en una permanente evolución de significados, cuya inestabilidad provoca el continuo cambio de nombres convencionales y por los cuales el acto de nombrar las cosas es hacer de ellas objetos de ficción.. Observemos que, si los objetos de que hablamos cambian sin cesar por una constante modificación de sus nombres (8) daría lugar a la "fantasía" que expresa el contenido de la sentencia platónica en el sentido que nos sería imposible hablar inteligiblemente de los objetos por escapársenos cualquier referencia posible a ellos en tanto a su conocimiento y en cuanto a su "estado" (Crat., 439d y 440c).

Esoterismo y Exoterismo

Surge así, la definición proverbial del lenguaje como un instrumento de enseñanza en distintos niveles y por la que adquiere la signatura de "arte tradicional" con todos los implicados del simbolismo en sus dos estadios fundamentales. Precisamente, la mención de estos dos estadios, quizás posibilite que nos encontremos vislumbrando aquí, algunos indicios que, en relación a la "oralidad" y a la "escritura", conciernen a ciertos principios que lleven, en un ulterior desarrollo por parte de los interesados, a solucionar definitivamente varios puntos oscuros entre los cuales se destacan las aparentes disyunciones relacionadas a las nociones de "esoterismo" y "exoterismo" y que, tan fácilmente se prestan, hoy por hoy, a inevitables confusiones.

A este respecto vale recordar la excelencia de las consideraciones de René Guénon ("Introducción general a las doctrinas hindúes") quien señalaba sobre estos dos aspectos el ser los conformativos complementarios de una misma doctrina, "uno mas interior y el otro mas exterior" asignándole al segundo (en el contexto que corresponde al patrimonio griego) la característica de ser un soporte secundario exclusivo de la enseñanza escrita al alcance de todos de una manera mas o menos amplia y, por lo cual, queda atribuir al primer aspecto, un sentido "mas profundo y de orden mas elevado" correspondiente a una preparación o cualificación reservada a los objetivos de "una enseñanza puramente oral".

Sobre la implicancia de estos dos aspectos, tanto en su alternativa continuidad en la Edad Media (seguida de la negligencia absoluta de la filosofía moderna) como en las diversas relaciones concernientes a su aplicación o no en las doctrinas orientales, el mismo Guénon aporta una serie de valiosos considerandos en los que sobresale una escala ordenada de la mayor importancia que, de ser correctamente asimilada, sería capáz de permitir la eficacia del discernimiento (como el de los innumerables sincretismos que, de modo creciente, han proliferado hasta hoy) y, por lo cual, sobresale (cuando corresponde hacer una relación entre ambos aspectos), una taxativa definición en cuanto no podrían dejar de ser ellos esencialmente correlativos, ya que, "allí donde no hay exoterismo, no hay motivo del todo para hablar tampoco de esoterismo".

Evidentemente, el núcleo de esta cuestión que de ninguna manera puede obviar las valiosas aclaraciones de Guénon sobre dichos aspectos y concernientes a otro tipo de aplicaciones o distinciones en las doctrinas mas orientales y ortodoxas como las de la China o de la India, revelan ese ordenamiento al que aludíamos mas arriba en cuanto a una concordancia que debe asumir, para su correcta aplicación, la medida de aproximación con relación a la tradición primordial entrevista o vislumbrada en las determinaciones espacio-temporales que han afectado al presente ciclo de nuestra humanidad.

En cierto modo, queda así comprendida la doble concepción iniciática referida a la "forma primera" y a la "forma segunda" que contemplan el ser noético y el ser visible respectivamente e involucran a las doctrinas del silencio y del sonido primigenio. En relación de este último, recordemos que la vibración sonora primordial, en el constitutivo humano, se exterioriza por medio de la lengua, la cual adquiere, para toda mentalidad simbólica tradicional, una función axiológica en el sentido de erigirse en el soporte central o en "montura de viaje" entre medio de los "cuatro pilares" (9), es decir, de la respiración, el canto, la letra y la palabra según convenga a cada viajero.(de acuerdo a las definiciones de Ibn Arabi y de Nasafi entre otros) Es notable que el patrón que subyace en lo expuesto se erija a modo de un fondo común aplicado a lo que se define como "ortodoxia" en tanto un esquema universal en la mayoría de las exposiciones tradicionales de la mas diversa procedencia (dado tanto en la enseñanza oral e imitado con arte en los corpus escriturarios tradicionales), surgiendo así, entre otros, el movimiento helicoidal (10), ese símbolo tan caro a la mentalidad tradicional donde es posible conjugar la radicación profunda del ser con la propia subjetividad, cuando esta se identifica o toma contacto directo con la esencia encerrada en lo visible del objeto y que alude, entre otras cosas, a los verdaderos implicados que se velan y revelan dentro de dicha noción de ortodoxia.

Ortodoxia

En lo que a este término concierne, es necesario recordar (al margen del vaciamiento cualitativo y de la destitución de los significados profundos que antiguamente encerraba) su asepción original que alude al sentido de todas aquellas formas que no son mas que medios preparatorios para quienes son capaces de alcanzar la intelectualidad pura o inmediata de la realidad última. (y referida, esencialmente, a la rúbrica de un depósito de origen supera-individual y no-humano).

A.Philips (en "Europa y el mundo moderno") al referirse a un concepto general de herejías modernas, consignaba que se derivaban de un doble movimiento: que consistía por un lado en la "relativización de lo absoluto" y por otro lado en la "absolutización de una serie de realidades relativas". Un sentido algo más profundo designaría aquel desarrollo o formación de las formulaciones heréticas (herejías) como formas originalmente iniciáticas, pero desviadas por divulgación o exteriorización y vueltas heterodoxas por estas mismas razones, por ejemplo, antes del concilio de Efeso [431] había clara conciencia dentro de la Iglesia de ser guardiana del acervo primordial de una de las ramas o aspectos de la ortodoxia original o como un vehículo adecuado a ciertas determinaciones históricas, geográficas y mentales, es decir, de una didaskalía (enseñanza) continua que, en este caso, se manifestaba a partir de Jesús y de la irradiación apostólica.

En otro de los inagotables sentidos que parecen animar a esta expresión se percibe una íntima relación con diversos grados contenidos en la noción de "Revelación", que no solamente comprende aquellos aspectos cuantitativos de un decreto solemne que rubrica a los cánones aceptados y a la obligatoria enseñanza tropológica ordinaria y universal, (dirigidos al sensu fidelius de la multitud de los creyentes) a efectos de acentuar que el sentido literal de las palabras, en las sagradas escrituras, alude no solamente a un sentido de base, sino tambien al deber inevitable o tarea obligatoria de los exégetas en no saltearse dicho estadio, sino que, además, este debe investigarse con toda diligencia como una corteza a la que se hace necesario conocer y abrirla, para vislumbrar o llegar al núcleo que encierra.

Salvando la distancia intelectual que hay entre las doctrinas matafísicas y religiosas obsérvese la analogía que hay con la obligación, en el contexto védico, de agotar mediante la meditación y la reflexión a los mahâ-vâkyas (proposiciones de orden lógico, simbólico y sintético) como único medio posible de apertura legítima en un ulterior desarrollo de sentidos superiores.

Es decir, aquí parecería vislumbrarse cierta analogía en la aplicación de la noción de ortodoxia con lo que hay dentro del contexto de la cristiandad tradicional, en aquel sentido de estudio de las "sagradas escrituras, como obligación que no revocaría aquellos sentidos llamados "plenior" o alegórico y "típico" o espiritual que servirían de soporte a una diversidad de órdenes elevados o a una sucesión de sentidos superpuestos o, si se quiere, a una jerarquía de verdades.

No olvidemos que ni en el Advaita-vâda se niega totalmente a la mâyâdâva o doctrina de mâyâ [condición existencial del mundo como espectáculo contingente y efimero] otorgándosele un orden en las cosas, cuyo carácter no-verdadero, no-real, relativo y no-absoluto no impide la transposición o la revelación de su naturaleza real (11).

Evidentemente, que todo esto nos lleva a considerar la desviación actual ejercida sobre el concepto de ortodoxia y nos obliga, al mismo tiempo, a contemplar las estrechas relaciones que tiene este con el mismo término de "tradición", ya que tener ortodoxia implica ser soporte o continente de una doctrina verdadera, fundamentada en el origen, y por ende, de un mensaje preciso e infalible. De cierta manera, esto mismo, no dejaría de confirmarse ni siquiera en aquellos grados que con mayor reciedumbre corresponden a los permanentes ataques epistemológicos hacia lo que representa el término y que son esgrimidos por todas aquellas ideologías consubstanciales a un radical relativismo e incapaces de trascender cierto determinismo inherente a lo histórico, geográfico y mental en el cual se incluyen, innegablemente, todos aquellos aspectos sociales y políticos de actualidad ya casi completamente desarraigados de los conformativos tradicionales, y que se expresan en los respectivos prejuicios desprendidos "retóricamente" en contra de las antiguas aserciones originales.

Si bien por uno de esos procesos de destitución verbal tan usuales en el contexto pragmatista del occidente moderno el término "retórica", (como esquema de la contradicción en el sentido de una teoría de la argumentación que usa artificios de elocución, las paradojas y el círculo vicioso) ha llegado a adoptar el significado corriente de usar el lenguaje con cierta habilidad para la persuasión, para el adorno de la expresión literaria o para la capacidad oratoria en el arte de convencer o de cooptación del público oyente apunta nuestro enfoque a recuperar el término en su sentido original y en su uso tradicional como arte de "dar efectividad a la verdad" (12) que lo distingue del uso persuasivo relacional, elaborado inclusive con la intervención sintáctica y semántica para tal fin.

Conclusión

Al margen del nihilismo que anida en los escepticismos modernos, lo peor que nos podría pasar es el categorizar con cierto optimismo algunas de las modalidades del lenguaje otorgándole alguna función "metafísica" o reveladora del ser de las cosas y que no sea la de mero soporte preparatorio, en tanto su aplicación correcta, del acto iniciático de desvelar la realidad. Mas bien, la tarea de hoy por hoy, en el occidente contemporáneo, se cirncuscribe entre otras cosas, a enfocar la orientación correcta que nos permita distinguir lo verdadero de lo falso en consonancia con el punto de vista tradicional con el que no dejan de coincidir, entre otros, las principales sentencias de Platón y de Aristóteles (las cuales purgadas de errores por parte de los sucesivos escoliastas se erigirían en apotegmas tradicionales cercanos a la aptitud mental de los occidentales) en sus arremetidas contra los paralogismos sofísticos y contra las apariencias de significación apoyadas en la ambigüedad (tal como los famosos casos de homonimia, sinonimia y seudoetimología) en la cual se basa la "ilusión de conocimiento" o la "sabiduría aparente".

Ante lo que hoy se presenta como avasallante "ilusión de los impresos", no nos debería sorprender la actualidad de dichas sentencias y tampoco deberíamos entenderlas como una cosa menor, ya que han conocido y tratado la fuente de los errores sofísticos. Los mismos que han sido reelaborados y multiplicados, propagándose hasta nuestros días, consistiendo ellos de raíz, en no saber distinguir el "ente" de sus "atributos", la "esencia" de sus "accidentes" o propiamente, "lo que es" de "lo que no es"; adquiriendo solo existencia nominal y derivando en una pretendida "ciencia del discurso" que confunde retorica y sofisticamente la palabra con la cosa.

Así, el abandono del "primitivo conocimiento geométrico" ciencia a la que hemos aludido al principio, y cuya denominación se emparenta por asepción de grado con la palabra Artifex (en elsentido tradicional de establecer un puente entre lo celeste y lo terrestre o entre la "esencia" y la "existencia") no ha hecho mas que desembocar en un monumental engaño, por lo cual, dentro del contexto de nuestro breve comentasrio, justificaría, a modo de colofón, citar una cabal definición de Ananda K. Coomaraswamy: "Si las doctrinas transmitidas por Platón y el oriente no son convincentes, si debido a nuestra generación sentimental, en la que el poder del intelecto se ha pervertido tanto por el poder de la observación que nosotros ya no podemos distinguir entre la realidad y el fenómeno, entre la Persona en el Sol y su cuerpo visible, o entre la luz increada y la luz eléctrica, nosotros no seremos persuadidos ("Figuras de lenguaje", 2ª serie)

Notas

1) Se trata ello de lo que caracteriza a toda constitución tradicional, donde las funciones, actividades y formas reflejan la imágen de un modelo o "prototipo" universal. Así, un paraje, ciudad o casa; artesanías, fórmulas y costumbres son dispuestas como proyecciones del "arquetipo" celeste.

2) "Principios del cálculo infinitesimal", Cap. I.

3) Sobre las exposiciones verbales, y como para no inducir a ilusiones o sugestiones de cualquier tipo, aclaramos que nos suscribimos siempre al punto de vista tradicional, y particularmente, sobre este asunto, a las sentencias de Guénon en el sentido de que una exposición verbal cualquiera, escrita o incluso oral nunca puede sobrepasar el estadio de lo "preliminarmente útil" como característica preparatoria de cualquier conocimiento teórico: "lo cual no quiere decir en absoluto que, a este título y en sus límites, esta no sea rigurosamente indispensable para todos aquellos que quieran después ir mas lejos" (Iniciación y Realización espiritual", Cap.II)

4) Previamente a dicho período, en el ciclo de la Grecia arcaica, cuando prevalecía la enseñanza oral y los mitos cantados de aedos y rapsodas, recordemos por caso, la pertináz resistencia de la sociedad griega a la escritura calificada como mortífera signatura (semata Iygra) o como malvada signatura (sema kakòn) (Ilía.VI,168-178).

5) Para Platón, por ejemplo, y en coincidencia con el acervo tradicional, la escritura es un arte que actua por imitación o imagen, lo que significa que, como representación, es siempre distinta e inferior al objeto representado, y de donde se extrae que su condición o cualidad se remite a predicar una escala de sentidos superpuestos cuyo cúlmen sugiere la orientación hacia la esencia del objeto (Crat.,431d. y 432e).

6) Es probable que a esto mismo se refieran los relatos de la tradición china sobre Huan-Che, uno de los tres emperadores involucrados en el orígen legendario de la escritura. Según narra el poeta Wu Weiye, después de descubrir la escritura, "el peor de los hallazgos", Huna-Che lloraba desconsoladamente en la noche.

7) Cuestiones referidas en nombre del lenguaje natural como consubstancial de las cosas y portadoras de la esencia original, han sido defendidas en la antigüedad y en la edad media de occidente ante quienes propugnaban al lenguaje nominalista como orígen del conocimiento.

8) Si al cambiar el nombre cambia también el objeto se deduce que el conocimiento de las cosas devengaría al mismo ritmo.

9) Es decir, en el sentido conformativo de uno de los equivalentes del esquema uiversal de manifestación tal como se da en los mantras hindúes, en el dikr del esoterismo isámico o en los "cantos" reservados de los aborígenes.

10) Para dar un ejemplo, el simbolismo universal que expresa este esquema surge casi nítidamente del contexto del Corpus Dionysianum (de Dionisio Areopagita) tal como lo ha descripto el mismo autor en sus definiciones sobre la doctrina de los nombres en aquellos estadios de "unión" y de "discreción".

11) Según Ananda K.Coomaraswamy: "Mayä es uno de los nombres de Prakriti, el poder formativo de la manifestación en Isvara, es decir, en el Sí mismo Auto-determinado (Ätman). Sí mismo en el que Purusa y Prakrti subsisten como principios conyugados. en otras palabras, en la contención del Sí mismo, Purusa es , Äkäsa es , y Mäyä es puede haber manifestación, actualidad (satya), "vida". Conceptos magistralmente aclarados en la nota correspondiente donde concluye: "El sämkhya afirma una distinción eterna entre Purusa y Prakrti, y esta distinción no requiere ninguna prueba mientras nos adhiramos al punto de vista de la lógica, implícito en el término sämkhya darsana, "punto de vista de la enumeración. El vedânta no está en oposición al sämkhya como tal, sino que asume otro punto de vista (darsana), a saber, el adväita (la no dualidad), en el que la dualidad, siempre existente, no se considera como aniquilada, sino como subsumida en una unidad eterna. Así pues, mientas el sämkya trata por definición de la Existencia (satya), el vedânta señala que las dos "Personas" conocidas en relación son de una única Esencia, a saber, el Ätman" ("Sobre la traducción", Cap.I).

12) Sobre algunas consideraciones del término "retórica" ver "Figuras de Lenguaje", 2ª serie, Cap.I, Ananda K. Coomaraswamy.