Mundos Aborígenes
-Simbolismo y Metafísica-

Oscar Freire

Introducción

Creemos que la mejor manera de hacer referencias sobre las tradiciones de la gente indígena de América es sustraernos, en cierta medida, a los actuales estereotipos culturales que se han tejido en torno de ellos, y que una vez confrontados entre sí, producen ese inevitable sincretismo siempre formalista donde se hace casi imposible hallar la orientación o un entendimiento mas o menos cabal del núcleo intelectual que siempre ha animado a la realidad amerindia. Por tal motivo, intentaremos sólo atenernos al "dato tradicional", es decir, al sentido primordial de los símbolos fundamentales aborígenes y desarrollar, aunque sumariamente, algunos aspectos de coincidencia de dichos símbolos, no sólo con las determinaciones que forman nuestro mundo, sino además, con todo aquello que nos permita vislumbrarles en las antípodas del mencionado sincretismo. Es decir, en tanto en cuanto expresen concordancia o aptitud de síntesis universal y soporten posibilidades de "conocimiento metafísico"

En ese sentido, se sabe que el primer requerimiento tradicional, considerado como imprescindible para quienes aspiren a lo que se denomina como "conocimiento metafísico", es la posesión de un estado de "intuición intelectual" que cancele la "conciencia temporal" o la sucesión aparente de las cosas. En cierto modo, ello sugiere en una primera aproximación, la "suspensión de movimiento" en tanto este se corresponda como característica principal del tiempo y en cuanto otorgue la idea aparente de los móviles que se desplazan a lo largo de su trayectoria; generando la ilusión de los fenómenos "que sólo pasan", en carácter de fragmentos, en forma que "nunca puedan reunirse". Este ámbito, denominado por Aristóteles como "mundo sublunar" (1), en incesante "generación" y "corrupción", es el que se identifica con el devenir del mundo físico que corre sin contención en continuo anonadamiento del pasado. En realidad, dicho devenir es el que hay que tomar como "sucesión" propiamente dicha y cuyas partes fenecen inexorablemente.
Con relación a ello, según la enseñanza tradicional, la superación o trascendencia del "mundo sublunar" es lo que se corresponde con la restauración del "estado primordial" (designándose del mismo modo algunas aproximaciones previas) (2) como etapa preliminar de una segunda fase que va mas allá de la individualidad y de la cual ya no se regresa a la rueda de los ciclos de existencia o de manifestación (3).

Como no podía ser de otra manera, todas estas cuestiones están contenidas y tratadas dentro del aspecto de las duraciones, del simbolismo y de la metafísica amerindia. Si bien ya hemos hecho sobre la concepción indiana de las duraciones algunas indicaciones en cuanto a la coincidencia de esta con las cosmovisiones tradicionales (es decir, con todas las que cualifican dentro de la herencia primordial), convendrá advertir que es uno de aquellos puntos que siempre ha de surgir (como veremos mas adelante) en cualquiera de sus relaciones, ya que de manera inagotable, y con mayores o menores matices, ha de conectarse con un tema de fundamental importancia para las sociedades aborígenes.
Ello implica a las partes relevantes de la doctrina del "Hombre Universal" contemplada a través de los ciclos temporales desde el origen primordial; y siempre revestida con los ropajes autóctonos de todas las latitudes, ya sea en su dimensión interna por las diversas sociedades sagradas y organizaciones tribales o ya exteriorizadas por las comunidades tradicionales propiamente dichas. Es innegable que la desaparición sistemática de estas sociedades - producto de las modificaciones globales de nuestro mundo, ejercidas desde hace varios siglos, por influencia de la mentalidad moderna - impide la comprensión cabal de su idiosincrasia, de su verdadera índole espiritual, de su profunda razón de ser y de su entrañable coexistir con la causa y con la sustancia específica del mundo circundante. No obstante ello, en el caso de los indios de América, sobrevive aún la herencia de sus símbolos, y es aún posible tomar contacto, aunque raramente, con alguno de los pocos herederos legítimos que aún quedan de esa sabiduría indiana.

Esto, en alguna medida, podrá aportarnos junto a la inapreciable ayuda de la concordancia universal, una suerte de reconstitución representativa de los aspectos mas sobresalientes de lo que mencionábamos y de algunas de las expresiones mas originales de la geografía sagrada, de la teogonía, de la cosmogonía y aún de la cosmología y de la metafísica de los diversos pueblos prehispánicos.

Los "tres mundos"

Precisamente, en lo que a la metafísica concierne, la incomprensión del sello particular de los símbolos indígenas ha hecho correr por allí con ciertos abusos, salvo honrosas excepciones, la especie que califica casi en su totalidad a las sociedades aborígenes de América, y particularmente a las del sur del continente, como carentes de metafísica, e inclusive, ciertos eruditos de nombradía, le han adjudicado a muy pocas de estas últimas alguna cosmología mas o menos elaborada. A este respecto, además de los puntos temáticos esbozados en nuestra introducción, se podría responder señalando no solamente a la cantidad de narraciones indígenas que se incluyen dentro del área caribeña hasta el extremo fueguino, sino también al abundante bagaje pictográfico y petrográfico, como también los utensilios artesanales (la cerámica, por ejemplo) (4) que constatan la descripción detallada, en ocasiones de manera integral, de los "tres mundos" tradicionales, y en notable concordancia con otros esquemas universales. Recordemos que la figura simbólica de los "tres mundos", en uno de sus aspectos fundamentales, expresa y describe el descenso ritual a los círculos o sectores inferiores (estados infrahumanos del ser, infierno, "abajo", inframundo, etc.) previamente al ascenso a los círculos superiores (estados suprahumanos del ser, cielos, "arriba", paraísos, etc.) y luego de haber superado el círculo o sector superior intermedio que siempre ha sido generalmente representado por cierto tipo de paraísos o sectores en las tradiciones orientales e indoamericanas o propiamente por el purgatorio en la tradición cristiana (en otro trabajo nuestro hacemos una descripción pormenorizada de estos). Hay que recordar que la disposición de los "tres mundos" tiene exacta equivalencia tanto en sus expresiones circulares como cuadrangulares (5).

Vaso 1Fig.1 Urna funeraria de los indios Quilmes donde se representa simbólicamente a los "tres mundos"
Vaso 2Fig.2 Puco de pucarrilla con representación interior y exterior de los "tres mundos"
(Figuras reproducidas en "La cruz en América" de Adan Quiroga-Ed.Castañeda-Buenos Aires 1977)

De tal modo, que ante la evidencia simbólica de estas analogías como de otras correspondencias tajantes en el arte y en las narraciones aborígenes aludidas, creemos que no hace falta acentuar demasiado el carácter universal e iniciático de este periplo, ni insistir tanto en la índole metafísica o de "misterios mayores" que supone la toma de posesión o asunción de los círculos o sectores superiores que prefiguran los estados suprahumanos del Ser.

"Pasado-presente-futuro"

No cabe dudas que la negligencia o el retardo en aprehender el sentido metafísico de las tradiciones amerindias "postergadas" corresponde en parte a la influencia del concepto de "cultura material" usada como patrón para la clasificación etno-antropológica y arqueológica y que ha sobreabundado hasta nuestros días. Por otro lado, subsisten los prejuicios literarios abonados por la fenomenología y el estructuralismo que junto a la psicología de las profundidades han sembrando la confusión en la manipulación del término Mithos lo cual ha desembocado en la inversión de los símbolos tradicionales. Creemos que esa influencia de las corrientes del pensamiento moderno ha sido en parte también responsable (aunque no la mas importante) en la aparición de un particular género de literatura y de no pocos descendientes de indígenas que se presentan a título de "chamanes", "parapsíquicos" o de "informantes", los cuales dentro del marco denominado como"nueva era" contribuyen aún mas a la confusión y al caos.

Todo ello, por cierto, de ningún modo puede servir de ayuda en una elucidación eficaz de la realidad amerindia aunque es necesario, señalar y rescatar dentro de este cuadro de situación, la validez, en su orden respectivo, de aquellos trabajos serios de erudición que en muchos casos han sido realizados bajo esfuerzo y riesgo personal. En este sentido, la seriedad de dichos trabajos los erige como testimonios valiosos para todos aquellos que sepan ordenarlos e interpretarlos a la luz de la tradición.

En cambio, a todos aquellos que, de uno u otro modo, han contribuido a descreer de una verdadera metafísica indígena (en "seres primitivos, brutos desnudos y elementales", tal como en ocasiones se los ha tildado), habría que preguntarles primero, además de lo expuesto, lo que entienden ellos por "metafísica", ya que dicho descreimiento habla a las claras de una no-correspondencia con cualquiera de los estados de la metafísica universal, en este caso bajo ropaje indiano, y que son evidentes hasta por la sola "presencia". En segundo lugar, habría que seguirles señalando, para motivo de su reflexión, cualquiera de los tantos aspectos que declaran una vocación metafísica inobjetable por parte de la generalidad de las sociedades amerindias. Por ejemplo, aquellos puntos sobresalientes en la denominada conciencia "no-temporal" con relación a lo que decíamos al principio y que es característica, por lo general, de todo aborigen. Esto habla de ausencia en el indio, en su estado original, de una "sucesión con temporalidad", habla de cierta neutralidad del tiempo que conlleva a trascenderlo y ver la unidad de posición en las dimensiones del espacio, dando lugar a la idea de simultaneidad que trae entre otras cosas a ese "sentido de lo esencial"; permitiendo el logro de cierta identidad con el "momento", el "instante" o el "presente eterno". Ya nos hemos referido sobre la relación de estas nociones con el simbolismo geométrico del círculo con su centro, tan caro para la intelectualidad indiana. Recordemos que, para el indio, por lo general, el pasado está "adelante" y el futuro "por detrás", desarrollándose cíclicamente juntos a partir del momento original.

La mejor representación gráfica de esto que decimos y que podemos traer a colación se refiere a uno de los grabados mas antiguos hallados en el Perú denominado como " La Placa de Echenique" en honor a su descubridor y que actualmente figura como escudo de la municipalidad de Cusco (qosqo, "El ombligo del mundo", el lugar de la Unidad fundamental y de la concordancia universal). En esta piedra circular se puede ver en posición central la faz de Viracocha junto a los símbolos del Kalipacha (presente), del Uhupacha (pasado) y del Huananpacha (futuro) en evidente conjunción geométrica y bordeado por el conjunto completo de las fases cosmo-rituales que, en cierto modo, representa el calendario agrícola. Recordemos que esta misma disposición en la representación es pasible de utilizarse bajo diversas aplicaciones simbólicas como en el caso de los "tres mundos tradicionales" que mencionábamos.

Prato 1Fig. 3 "Placa de Echenique". Actualmente utilizado como escudo municipal de Cusco (Perú)

Contemplado esto desde uno de los puntos de vista participativos por medio del simbolismo es indudable, por ejemplo, que en la aplicación particular del conjunto "pasado-presente-futuro" dicha "conjunción geométrica" se refiere a esa "coexistencia" que aludíamos y que sugiere por un lado a la disposición orientada del transcurrir o del "fluir de las cosas" como una "imagen móvil de la eternidad", y por el otro lado, a la analogía universal que sintetiza a toda indefinitud, lo cual se corresponde con la noción del "tiempo inmóvil".

Esta orientación o intención sobrenatural respecto de sí mismo y de toda manifestación es lo que da, en uno de sus aspectos, el marco al sentido metafísico que ha servido de guía al aborigen en todo el orbe indiano, ya que toda su intención individual, social y ritual, prefigura una orientación física, real y simbólica, hacia una imagen del centro supremo. Hacia donde todo lo manifestado debe necesariamente converger.

Heptarquías

Para constatar estas relaciones prefigurativas, rituales e intencionales solo basta observar, entre tantos ejemplos cabales, a esa otra disposición concatenada que con mayores o menores matices se halla generalizada por todas las latitudes. Nos referimos a las Heptarquías tribales, que no solo determinan el orden social, sino que son puestas en relación con las seis fases del tiempo y las seis direcciones del espacio desarrolladas a partir de un punto central. Este que no sólo demarca simbólicamente a las estaciones temporales y a las coordenadas espaciales, debe también, ser atravesado por el axis mundi, eje del mundo. Aquel que une los estados "transmundanos" del Ser. Ya René Guénon en sus trabajos ha estudiado y demostrado pertinentemente como las concepciones de "centro" y de "eje del mundo" proceden en definitiva de la tradición primordial hiperbórea. Sólo recordemos que estos pueden ser representados por diversas asimilaciones como una montaña, un cerro o un túmulo. Del mismo modo, por una ciudad, un palacio o un templo. Igualmente por un árbol, un palo o ciertos monolitos como son los hallados en abundancia en lo que es hoy el territorio argentino. Asimismo, es posible, por medio del rito, sacramentar el espacio y conferirle los atributos de "centro" otorgándole simultáneamente el sentido metafísico de un "eje del mundo".

Ceramica ArvoreFig. 4 Prototipo del "esquema universal de manifestación", que en diversas variantes aparece en casi todas las manifestaciones de los pueblos de Amerindia (Figura correspondiente a la cosmología maya reproducida en "La Religión Maya" de Miguel Rivera Dorado -Alianza universidad- Madrid 1986)

Es a mención de ello, por lo cual sería difícil el ignorar y negar que nos hallamos aquí frente a una representación completa del "esquema universal de manifestación". Sería difícil también, ignorar que ello habla a las claras de una "norma universal" extendida por todas las latitudes y guardiana de un sentido con el que todas las sociedades tradicionales han sido consubstanciales y participativas. Recordemos además, que este tipo de distribución o "esquema" de geometría sagrada ha sido estudiado y "graficado" por otros numerosos y serios autores del campo de la erudición. Pero, lamentablemente, al partir desde una metódica moderna no han podido llegar a ver las realidades del simbolismo tradicional y mucho menos a la exclusividad del sentido metafísico sugerido en la irreciprocidad de los atributos respecto de lo atribuido (doctrina fundamental testimoniada, de uno u otro modo, por los mundos tradicionales en tanto se hallen animados aún por los verdaderos principios), que en rigor, nunca participa de sus analogías descendentes.

La conciencia cabal de ello es lo que corresponde a la Metafísica, de la cual, en cierto modo, depende toda sabiduría y "arquitectura sagrada", tal como la que englobaba a todos los aspectos en la vida de los mundos aborígenes. Vestigios y constataciones de su simbolismo se pueden hallar de norte a sur del continente, con su diversa variedad de matices y colores locales, con mayor o menor elaboración, tanto entre esquimales como en los antecedentes dejados por las antiguas tribus de Tierra del Fuego.

Es cierto que las evidencias mas espectaculares y mas completas se han hallado en las áreas de Norteamérica, Mesoamérica y el mundo andino, pero insistimos que ello en nada inhibe a los aspectos tradicionales poco conocidos y a otros totalmente ignorados de las naciones que poblaron mas al sur del continente.

Una de las Heptarquías mas estudiadas ha sido la de los Zuñi, una de las naciones "pueblo", del territorio suroccidental de Norteamérica, sin embargo de ello, dicho esquema simbólico de organización se repite mas o menos completamente en el área suramericana, (No hay que olvidar nunca que toda repartición tatrapartita, en principio, debe necesariamente incluir, al menos implícitamente, al "Centro", ya que se halla determinada por este; y del cual, a su vez, dependen, en cierto sentido, el "Arriba" y el"Abajo") si bien, como hemos dicho, con mayor notoriedad en el entorno andino, no por ello dejan de notarse evidencias en los trazados habitacionales de las chozas y de los enclaves amazónicos, como también en los "asentamientos" y habitáculos (6) autóctonos a lo largo de todo el extremo sur rigiendo, además, el patrón analógico de las incursiones rituales en la recolección de especies botánicas, frutos y alimentos tanto como en las operaciones agrícolas o en la caza y en la guerra.

Ceramica 2Fig. 5 Disposición esquemática realizada por los indios Shelknam de Tierra del Fuego con arcos y flechas. Dicha disposición muestra simbólicamente a los "tres mundos" (representados por cada uno de los tres puntos de unión de las flechas) y a la división tetrapartita (representada por el cruce de arcos). Obsérvese también la línea de dirección de las flechas dispuestas verticalmente (representando al "eje del mundo") que pasan exactamente por el punto central en el cruce de arcos. (Figura reproducida en "Los Onas" de Carlos Gallardo-Ediciones Cabaut y Cia.-Buenos aires 1910)

Entonces reiteramos, que la organización septenal, ya se sabe que se halla determinada por un centro o "El medio" que organiza una superficie tetrapartida de la tierra y divide a las regiones del espacio en seis sectores los cuales se hallan relacionados con los puntos cardinales mas el "Arriba", y el "Abajo". Este es el patrón rector en torno a las ideas de "centro" y "eje del mundo" que anima a la mayoría de las tribus y confederaciones indias y de lo que se extrae, insistimos en ello, las mas diversas aplicaciones tradicionales, ya sean cosmológicas, cosmogónicas, teológicas o teomáquicas; tanto como agrícolas, botánicas, zoológicas, climáticas y cromáticas o bien sociales, medicinales, ambientales y orgánicas, etc.

A este respecto, estaría casi demás insistir en que estamos ante un simbolismo de validez universal, cuyas amplias aplicaciones cosmoteogónicas se encuentran en notable concordancia con los mas diversos pueblos y humanidades de la tierra, lo cual superpone la evidencia de la posesión de una herencia primordial por parte de las naciones nativas del continente. Esto es de tal modo, que dicha herencia involucra a toda la Amerindia, mas o menos completamente, de forma fugaz o permanente, en una multiplicidad inagotable de expresiones diversas; dentro de un conjunto innumerable de naciones que han sido formal y particularmente muy distintas entre sí, pero que, evidentemente, siempre han guardado contactos y vínculos entre las respectivas elites proféticas y sacerdotales. Es indudable que, a la luz de la tradición, la alternante ausencia de dicho "esquema" sólo pudo deberse a las "circunstancias" o "eventos" contemplados dentro de la ciclología tradicional y relacionada, por tanto, con una rítmica sagrada que marcaba los mojones en una geografía también sagrada y en estrecha conexión con la constitución y "ocultamiento" de los "centros espirituales".

Las divisiones "tripartitas"

Asimismo, de dicho "esquema universal" surgen relaciones simbólicas y doctrinales tanto como inagotables aspectos y expresiones de combinación numérica y geométrica. Una de ellas, por ejemplo, se halla concatenada simbólicamente a lo que habíamos esbozado anteriormente respecto de ciertas divisiones tripartitas y que suelen ser, también, cierto tipo de representaciones teogónicas que componen el sagrario aborigen. Pero, para no inducir a ilusiones que puedan invertir la realidad del aspecto esencial respecto de sus atribuciones o aplicaciones aclaramos que dichas "trinidades" no son las únicas divisiones simbólicas que hay que tener en cuenta.

No olvidemos que en las tradiciones nativas los seres cosmogónicos provenientes del "sin principio" se personifican a su vez en las formas teogónicas y suelen representar el protagonismo de una teomaquia donde también se les adjudica, indistintamente, los mismos actos prototipos, los mismos gestos, hazañas o transgresiones simbólicas que perennemente rememoran el periplo "iniciático" universal. Esto tiene una exacta equivalencia con los nombres primigenios de las lenguas sagradas y hieráticas que traslapan numérico/nominativamente unos en otros, permutándose también con sus diversos derivados. Son los mil modos diferentes de recordar el Nombre Primordial y de alentar la proximidad con el Dios Único y Verdadero.

Así, entre los Embera del chocó de Colombia el Dios sin principio Tachi Ankoré crea por su voluntad y pensamiento a Tachi Tutruica y a Tachi Caragabi y sólo en cierto sentido relacionados con el sol y con el fuego, además de a Tachi Papa en relación con la luna y con el agua. De igual modo, otra relación equivalente con distinto matiz la hallamos también entre los Muyscas de las tierras altas de Colombia donde el Dios viejo y barbado era representado tricefálicamente con tres nombres: Botchica-Nemterequeteba-zuhé con las mismas relaciones de sol-fuego, luna-agua. También, esos mismos nombres traslapando respectivamente en diversos predicados correlativos como por ejemplo, "blanco", "día", "tiempo"; "negro", "noche", etc. En el entorno andino tenemos similar correspondencia cosmogónica, teogónica y elemental, quizás con algún matiz de diferencia, en la síntesis trinitaria de Illatici-Viracocha-Pachacámac y como una variante en grado de la anterior referencia.

Asimismo, señalamos el idéntico simbolismo trino, comentado ampliamente por cronistas y estudiosos, localizado en el tocado de capirotes o huaca de las indias de Huaqui que bajo la nomenclatura y la noción de Tangatanga expresa la magistral síntesis y el linaje de su procedencia. (En realidad dicho simbolismo trino, junto a las representaciones duales, la cruz y el círculo con su centro son de los que mas abundan, hallándose esparcidos por toda América).

El simbolismo terno, ya sea con forma triangular, piramidal, variable o adornado con los atributos teogónicos tal como suele aparecer en los grabados de cuerno o de hueso, de madera o metal; en los vestidos, en la cestería o tejidos, tanto como en la alfarería, en las pictografías o en las petrografías, pareciera referirse, salvo diferencias de grado o de estado, a un mismo aspecto de nuestro esquema mencionado, cuyas aplicaciones, vale recordar, nunca deben confundirse con los principios que representan.

Conclusión

De este modo, hemos intentado reflejar una manera de acercamiento a tales nociones, en la coincidencia simbólica entre dichas aplicaciones y las representaciones fundamentales a las cuales hemos aludido. Es decir, aquellas, que desde el punto de vista de la manifestación, alternan por un lado como cielo-tierra-inframundo y por el otro con los conjuntos de tiempo-espacio-movimiento y pasado-presente-futuro. Señalemos que hay otros conjuntos especiales, pero también relacionados, como el caso del rayo-trueno-relámpago o el cromático blanco-rojo-negro equivalentes, en cierto sentido, a los tres gunas de la tradición hindú. Todas estas coincidencias pueden tornarse evidentes en esas significaciones superpuestas de las divisiones tripartitas. Superposiciones, aclaremos, que valen también para todas las formas producidas por la mentalidad indígena. Si tomamos en cuenta, como para citar un ejemplo, las reflexiones que venimos realizando sobre las concepciones "espacio-temporales" de la mentalidad indiana podremos, en cierta medida, vislumbrar los diversos niveles de sentido o grados equivalentes de conocimiento que esas mismas figuras comportan.

De tal modo, que como en toda sociedad tradicional, estas suelen ser aplicaciones especiales de las realidades trascendentes, ya sean desde uno u otro sentido, al mundo cotidiano o físico de las experiencias fenoménicas.
Podríamos continuar con otros aspectos e inagotables ejemplos. Pero, ya como colofón de este breve comentario citamos sólo a título de referencia, los casos de las transformaciones de personalidades divinas y el de las transgresiones y destrucciones contenidas en las diversas teomaquias y narraciones aborígenes, desde las cuales también notaríamos como surgen los aspectos precisos del simbolismo contenido en la universalidad de la Ciencia Sagrada, donde queda todo integrado. Ya sea en la vinculación personal a los acontecimientos ejemplares, ya como participación ritual en la espectacularidad del teatro teogónico o directamente en la captación anagógica e incomunicable del sentido único y esencial de la metafísica indiana o como diría René Guénon: "de la metafísica sin epíteto".

Notas

(1) Salvando las distancias intelectuales de concepción este se corresponde, en cierta medida y en diverso grado respectivamente con las nociones sánscritas de maya y samsara

(2) "La primera cosa que debe alcanzar quien quiera alcanzar verdaderamente el conocimiento metafísico es colocarse fuera del tiempo, diríamos de buen grado en el "no-tiempo" si tal expresión no fuera demasiado singular e inusitada. Esta conciencia de lo intemporal puede, por otro lado, alcanzarse de cierto modo, sin duda muy incompleto, pero ya real sin embargo, mucho antes de que se obtenga en su plenitud este estado "primordial" del que hablamos". René Guénon, La Metafísica Oriental-Introducción.Olañeta Editor. Palma de Mallorca 1984

(3) A la transposición de estas fases pareciera referirse la saga de Kuanip el héroe primordial de los Shelknam de la Tierra del Fuego. Llamado el "hijo de la montaña", (ya que fue engendrado por una montaña sagrada) y luego de un ciclo de hazañas en la tierra, una de las cuales fue el vencer al caníbal Ciaskels el "devorador de hombres", ascendió de "la tierra al cielo". Cosmogónicamente es asimilado con la "estrella polar", A su lado, su mujer y sus hijos constituyen la "cruz del sur".

(4) Existen mas que indicios sobre la manufactura de las cerámicas en cuanto a la identidad de las fases rituales (aplicadas por el artesano) con los "tres mundos" representados respectivamente por la base, el cuerpo y el cuello de los utensilios, vasos o vasijas. Por otro lado, como "recipiente" o "vaso" esto se conecta con otras consideraciones del simbolismo universal.

(5) Por ejemplo la superposición cuadrangular de tres planos de nuestra referencia cuyos octantes forman los paralelepípedos que concurren en el centro. En el entorno incaico dichos planos se corresponden con una de las analogías del Hunanpacha (sector de arriba), del Urinpacha (Sector del medio) y del Ukupacha (sector inferior, abajo). En el esquema geométrico de dicha figura, es decir en los tres planos limitados por cuadriláteros mas los planos verticales que determinan a los octantes en intersecciones concurrentes al punto central [que implica también un eje], vemos prefigurados un cuadro cosmológico perfectamente interconectado. Así, por ejemplo, el Ukupacha se comunicaba con el Urinpacha por medio de las denominadas pakarinas, es decir, cavidades, túneles, fallas, cráteres o grutas, lagunas, manantiales etc. Mientras que el Urinpacha se vinculaba al Hunanpacha por medio del Inka, "hijo del sol" a título representativo del axis mundi. Hay, además, otras variantes de simbolizar al eje del mundo, por ejemplo el de una de las dos serpientes primordiales que unen los tres mundos. Una de ellas repta verticalmente y se transforma en un árbol añoso. El simbolismo se completa cuando las dos sierpes sagradas, transponen al mundo de "arriba" permutando en el "rayo" y el "arco iris" respectivamente.

(6) En este sentido mucho podría decirse de los kayen (chozas Shelknam de palos, principalmente cubiertos con cuero de guanaco) consideradas muchas veces por los estudiosos como "miserables taperas". Su construcción semicircular orientada hacia el este en cuyo centro se ubicaba el fuego central (encendido día y noche) prefiguraba al "eje del mundo" representado simbólicamente por el humo que salía por la abertura ritual, el agujero de la "Casa del cielo" o de la "estrella polar".