Sin necesidad de entrar en la consideración de las "necesidades económicas", ni de la idoneidad de las "estadísticas" o de establecer reales "cronologías históricas" se sabe que las técnicas de obtención del hierro y de la fabricación de objetos a partir de el, se conocían mucho antes de que su producción se generalizara. Es mas, su uso se circunscribía, muy especialmente, a objetos o piezas de recaudo tradicional o de "exorcismo" ritual. Del mismo modo, no pocas de las sociedades premodernas han expresado, en sus concepciones cíclicas descendentes sobre las duraciones, (1) algunas analogías dentro del simbolismo mineralógico, de cuya manifestación ambivalente, relacionaban ciertas propiedades "maléficas" (particularmente del hierro) con períodos obscuros y sombríos (por caso la conocida noción clásica de la "edad del hierro") para señalar el fin de una civilización, de un mundo o propiamente el "fin de los tiempos".
La profundidad de los aspectos macrocósmicos y microcósmicos que encierran estas nociones tradicionales, evidentemente, ha sido ignorada, inadvertida e incluso menospreciada por las sociedades de eras posteriores, principalmente a partir de la mentalidad del Renacimiento (2). De este modo, la generalización y el exclusivismo de la utopía renacentista no sólo a disparado la cerrazón espiritual del occidente, también podríamos decir ha generado cierta circunstancia apocalíptica que hoy, como nunca, se halla enraizada en la sucesiva y correspondiente crisis intelectual del mundo moderno en tanto la desvinculación con la Ciencia Sagrada y en cuanto la desolidarización con los principios rectores que otrora animaron a las instituciones, a los gremios y a las organizaciones intermedias de las sociedades tradicionales.
Hay que reiterarlo, ya no es posible, ante el límite de los tiempos, esquivar las verdaderas causas sobre la inconsciente manipulación y el peligroso desarrollo industrial de conocimientos residuales, de los cuales ya no se cuenta con la sabia "cobertura técnica" desprendida de los conocimientos sagrados y de los eficaces rituales tradicionales (nombramos sólo algunos de los oficios relacionados estrictamente con el título de nuestro tema) que eran capaces de brindar los antiguos metalúrgicos y herreros o mineros y alquimistas.
La repentina aceleración de los acontecimientos, la contundencia de los hechos y de las consecuencias nos han de permitir sortear, con relativas posibilidades, la inanidad de las "argumentaciones de época", ya que han perdido gran parte de su carga sugestiva, razones por las cuales, prevenidamente y en cierta medida, nos habilita el abordar ciertas alusiones en ese carácter reiterativo y extensivo de los datos tradicionales que anuncian la peligrosidad del "psiquismo" espiritualista emergente (actualmente en avanzado desarrollo) y que se presenta como sucedáneo. Por supuesto, que en esas primeras razones, ya no se trata de una particular corriente de pensamiento "antiprogresista", ni de una individual fobia o de una vana crítica hacia los "inventos" o descubrimientos técnicos (en su abrumadora e insólita cantidad) del mundo occidental postmedieval. Mucho menos, de contraponer extemporáneamente la "mentalidad arcaica" a la moderna ya que, como muy bien se ha dicho y demostrado, (3) todas estas cuestiones, en rigor, se inscriben dentro de los diversos grados de ilusión o de contingencias "aparienciales" dadas en los puntos de vista profanos de la existencia y que no hacen mas que contribuir e integrarse, de último, al orden universal.
Mas bien, en todo caso, se trata de señalar, o poner el acento si se quiere, (4) no solamente en aquellos conocimientos universales expresados por modos distintos de aquellos característicos de la modernidad, sino también a esos diversos aspectos o grados de la Revelación Primordial, los cuales, dentro de sus inagotables manifestaciones expresan, en ocasiones, a modo de "llamado" o "juicio" circunstancias finales extraordinarias (como, por ejemplo, las que corresponden a la etapa que actualmente nos toca vivir). Esto, claramente indica la necesidad de reiterar, además de la unidad trascendente de las tradiciones particulares y previo a un riguroso despojamiento de todo "exotismo orientalista" aquellas vías de acción vigentes y funciones de intelectualidad oriental como a las verdaderas raíces del tronco espiritual de esta humanidad y que, en épocas mejores, han sustentado y hecho florecer a la hoy alicaída y agónica rama occidental, presa ya, de una ferrosa coraza o de las resoluciones cualitativas del tiempo.
Es en este orden de relaciones, y al margen de cualquier penetración interesada o deformación contingente, que no podemos dejar de apercibir el resurgir de la realidad espiritual del Islam, como a una forma mediadora, providencial y vital que, se erige a título de significativas funciones, como última heredera de la Tradición Primordial (5) y, no sólo dando oportunidad espiritual a todos los seres de cualquier origen, índole o rango en esta "edad del hierro" o Akhir-uz-Zamân (últimos tiempos), sino también asistiendo (en el orden de los principios) del "síncope espiritual" a otras tradiciones reconocidas y aceptadas.