El simbolismo del hierro: aspectos relacionados.

Oscar Freire

Introducción

Sin necesidad de entrar en la consideración de las "necesidades económicas", ni de la idoneidad de las "estadísticas" o de establecer reales "cronologías históricas" se sabe que las técnicas de obtención del hierro y de la fabricación de objetos a partir de el, se conocían mucho antes de que su producción se generalizara. Es mas, su uso se circunscribía, muy especialmente, a objetos o piezas de recaudo tradicional o de "exorcismo" ritual. Del mismo modo, no pocas de las sociedades premodernas han expresado, en sus concepciones cíclicas descendentes sobre las duraciones, (1) algunas analogías dentro del simbolismo mineralógico, de cuya manifestación ambivalente, relacionaban ciertas propiedades "maléficas" (particularmente del hierro) con períodos obscuros y sombríos (por caso la conocida noción clásica de la "edad del hierro") para señalar el fin de una civilización, de un mundo o propiamente el "fin de los tiempos".

La profundidad de los aspectos macrocósmicos y microcósmicos que encierran estas nociones tradicionales, evidentemente, ha sido ignorada, inadvertida e incluso menospreciada por las sociedades de eras posteriores, principalmente a partir de la mentalidad del Renacimiento (2). De este modo, la generalización y el exclusivismo de la utopía renacentista no sólo a disparado la cerrazón espiritual del occidente, también podríamos decir ha generado cierta circunstancia apocalíptica que hoy, como nunca, se halla enraizada en la sucesiva y correspondiente crisis intelectual del mundo moderno en tanto la desvinculación con la Ciencia Sagrada y en cuanto la desolidarización con los principios rectores que otrora animaron a las instituciones, a los gremios y a las organizaciones intermedias de las sociedades tradicionales.

Hay que reiterarlo, ya no es posible, ante el límite de los tiempos, esquivar las verdaderas causas sobre la inconsciente manipulación y el peligroso desarrollo industrial de conocimientos residuales, de los cuales ya no se cuenta con la sabia "cobertura técnica" desprendida de los conocimientos sagrados y de los eficaces rituales tradicionales (nombramos sólo algunos de los oficios relacionados estrictamente con el título de nuestro tema) que eran capaces de brindar los antiguos metalúrgicos y herreros o mineros y alquimistas.
La repentina aceleración de los acontecimientos, la contundencia de los hechos y de las consecuencias nos han de permitir sortear, con relativas posibilidades, la inanidad de las "argumentaciones de época", ya que han perdido gran parte de su carga sugestiva, razones por las cuales, prevenidamente y en cierta medida, nos habilita el abordar ciertas alusiones en ese carácter reiterativo y extensivo de los datos tradicionales que anuncian la peligrosidad del "psiquismo" espiritualista emergente (actualmente en avanzado desarrollo) y que se presenta como sucedáneo. Por supuesto, que en esas primeras razones, ya no se trata de una particular corriente de pensamiento "antiprogresista", ni de una individual fobia o de una vana crítica hacia los "inventos" o descubrimientos técnicos (en su abrumadora e insólita cantidad) del mundo occidental postmedieval. Mucho menos, de contraponer extemporáneamente la "mentalidad arcaica" a la moderna ya que, como muy bien se ha dicho y demostrado, (3) todas estas cuestiones, en rigor, se inscriben dentro de los diversos grados de ilusión o de contingencias "aparienciales" dadas en los puntos de vista profanos de la existencia y que no hacen mas que contribuir e integrarse, de último, al orden universal.

Mas bien, en todo caso, se trata de señalar, o poner el acento si se quiere, (4) no solamente en aquellos conocimientos universales expresados por modos distintos de aquellos característicos de la modernidad, sino también a esos diversos aspectos o grados de la Revelación Primordial, los cuales, dentro de sus inagotables manifestaciones expresan, en ocasiones, a modo de "llamado" o "juicio" circunstancias finales extraordinarias (como, por ejemplo, las que corresponden a la etapa que actualmente nos toca vivir). Esto, claramente indica la necesidad de reiterar, además de la unidad trascendente de las tradiciones particulares y previo a un riguroso despojamiento de todo "exotismo orientalista" aquellas vías de acción vigentes y funciones de intelectualidad oriental como a las verdaderas raíces del tronco espiritual de esta humanidad y que, en épocas mejores, han sustentado y hecho florecer a la hoy alicaída y agónica rama occidental, presa ya, de una ferrosa coraza o de las resoluciones cualitativas del tiempo.

Es en este orden de relaciones, y al margen de cualquier penetración interesada o deformación contingente, que no podemos dejar de apercibir el resurgir de la realidad espiritual del Islam, como a una forma mediadora, providencial y vital que, se erige a título de significativas funciones, como última heredera de la Tradición Primordial (5) y, no sólo dando oportunidad espiritual a todos los seres de cualquier origen, índole o rango en esta "edad del hierro" o Akhir-uz-Zamân (últimos tiempos), sino también asistiendo (en el orden de los principios) del "síncope espiritual" a otras tradiciones reconocidas y aceptadas.

Algo de materialismo "transpuesto" y evolucionismo

Estos últimos tiempos identificados con la edad del hierro en la doctrina clásica de las etapas del mundo (cuyos equivalentes, como se sabe, se constatan en los mas diversos colectivos humanos) son considerados como los mas nefastos ya que, entre otras cosas, en el curso de sus períodos ha devenido una sistemática destrucción de las sociedades propiamente tradicionales. De tal modo, que hasta ese mismo concepto de "sociedades tradicionales" (salvo honrosas excepciones) es impropiamente tratado y vulgarmente reducido en el "análisis interdisciplinario" del mundo moderno sin poder, además, alcanzar ni satisfacer con sus explicaciones los interrogantes fundamentales que requieren perentoriamente de una economía de literalidad moderna y de ornatos literarios profanos, ya que de lo que se trata es de respuestas precisas en relaciones integrales con el simbolismo tradicional, (único modo de respetar el realismo de la manifestación y prevenirse de todo "abstraccionismo") del cual puedan desprenderse los aspectos mas significativos que han pertenecido a una genuina espiritualidad y de cuyas ventajas, en caso de percibirlas, se beneficiarían todos aquellos que puedan ampliar así, las posibilidades de asimilar las cualidades esenciales de los datos tradicionales que, en muchos de los casos, (por razones de universalidad) se remontarían a la misma Tradición Primordial.

De modo tal que, el análisis "historicista" (concerniente a las disciplinas típicamente modernas) cuando asumen un exclusivo carácter de interpretación literal no-tradicional, es decir, literario o meramente formalista de las expresiones tradicionales (como el caso de las exageraciones antropomorfas, zoomorfas, etc.) e inclusive, cuando se internan (para matizar) en esas variantes modernas del ocultismo, del irracionalismo o surrealismo a título de apelar a esa suerte de "intuición sensible" (por caso las hiperbólicas objetivaciones o transposiciones "materialistas" de las mas diversas entidades psíquicas) generan, casi inadvertidamente en la mayoría de los casos, una serie de ilusiones y distorsiones encadenadas que no sólo se involucran en una verdadera descalificación de las tradiciones originales, sino también en una radical inversión de lo que han sido sus verdaderas intenciones en las diversas circunstancias de asumir la existencia.

Como un ejemplo menor de lo primero podríamos mencionar ese carácter profano de las premisas "evolucionistas" utilizadas generalmente en la "Historia de las Religiones" y subyacentes en toda metódica "historicista", razón por la cual se ignora la verdadera índole, la "puesta en acción" o la funcionalidad de aquello que encierra la noción de "lo sagrado". De modo tal que, fácilmente se infiere, entre otras cosas, una oposición a la doctrina universal de los ciclos (6), ya que no sólo se rechazan, sino que además se invierten las nociones de "origen" y de "centro" que caracterizan a la espiritualidad y a las cosmologías tradicionales.
En este mismo trastrocamiento de la concepción de la doctrina de los ciclos en aquel aspecto del curso descendente (que debe necesariamente llegar a un "punto de inflexión" para comenzar inmediatamente otro ciclo; "cielo nuevo, tierra nueva") se cree, como pensamiento único y según la determinación exclusiva de la mentalidad correspondiente, que en el territorio agrícola de las antiguas comunidades han intervenido factores de "evolución" y de "progreso", los cuales a instancias de técnicas mecánicas que el hombre ha manipulado y perfeccionado se ha llegado hasta un "alto desarrollo", "superioridad" y sofisticación que luego se presumen del carácter novedoso y espectacular de inventación y de modernidad.

De manera tal que, el final del régimen primordial de las comunidades antiguas (nómades primariamente) es tildado general y peyorativamente por la mentalidad contemporánea como el término de un período "arcaico" correspondiente a "primitivos del neolítico" (o del "calcolítico", etc., según el "cálculo estadístico" que eventualmente se considere) y ello debido a esas inevitables negligencias o imposibilidades de comprender tanto la mentalidad como la realidad tradicional, por lo cual conducen a ese acentuado carácter "evolucionista" que, por ejemplo, y en lo relacionado a nuestro tema de estudio, se le ha imprimido a la iniciación de la metalurgia (el procesamiento de los metales), cuyo derrotero en pos del desarrollo industrial ha sido considerado como uno de los puntos claves en la construcción estructural del mundo moderno.

René Guénon y el significado de la metalurgia (7)

Luego de nuestras primeras reflexiones y obtenidas ya algunas relaciones de inferencia en cuanto a la sucesión de esas conocidas edades de la antigüedad clásica asociada al simbolismo de los metales (oro, plata y bronce) donde ha devenido la actual "edad del hierro" coincidiendo con la elaboración y fabricación a escalas industriales del metal homónimo y, también coincidiendo, por otro lado, con lo que aludíamos respecto de una serie de modificaciones consideradas como de extrema importancia en "el progreso y en la evolución de la humanidad", restan tratar, dar referencias o al menos reiterar brevemente, desde cierta perspectiva, algunos de sus aspectos.mas insospechados, cuasi inadvertidos y muy poco comentados por los estudiosos del tema.

Es en tal sentido que el tratamiento de los metales comporta esas asociaciones que nos permite extendernos sobre ciertas aristas a la luz tradicional, razón por la cual devela, en cierto modo, aquellos aspectos que interactuan mas o menos abiertamente en los orígenes de esa tan mentada constitución del mundo moderno. Lo cierto es, como señalara Guénon: "que las artes o los oficios que implican una actividad cuyo objeto es el reino mineral pertenecen por completo a los pueblos sedentarios y que, como tales, eran objeto de prohibición para la ley tradicional de los pueblos nómades, como lo demuestra la ley hebraica por citar uno de los ejemplos mas conocidos" (op.y cap. citado).

De ello se desprende la posibilidad de vislumbrar algunas de las consecuencias ocasionadas por la paulatina desaparición de dichas sociedades y del abandono de ciertas coberturas sacramentadas o restricciones rituales hacia los metales (en particular del hierro) heredadas del patrimonio de las tradiciones de alta primordialidad y, asociado todo ello, a esas diversas etapas descendentes de nuestra reiterada doctrina tradicional de los ciclos.

Estas mismas restricciones que se resumían, precisamente, en los procedimientos rituales operativos que solucionaban y prevenían los desórdenes, atenuaban las conflagraciones y evitaban, reduciendo al mínimo la destrucción del ámbito natural, continuaron con cierta vigencia hasta perderse paulatinamente dentro del seno de las sociedades sedentarias tradicionales, obligadas mas tarde, en mayores o menores plazos, y ya dentro del curso histórico, a iniciar un irreversible proceso de secularización donde se extendieron los intereses profanos y la depredación generalizada.

“Para comprender esto es preciso ante todo recordar que los metales en virtud de su correspondencias astrales, constituyen de alguna forma los "planetas del mundo inferior"; por consiguiente deben tener, como los propios planetas cuyas influencias en el medio terrestre reciben y condensan un aspecto "benéfico" y un aspecto "maléfico". Además, por tratarse en definitiva de un reflejo interior, como lo representa con toda claridad la propia situación de las minas metalíferas en el seno de la tierra, el aspecto "maléfico" debe pasar con toda facilidad a ostentar la hegemonía; conviene recordar que, desde el punto de vista tradicional, los metales y la metalurgia se hayan en relación directa con el "fuego subterráneo" cuya idea se asocia en muchos aspectos con la del mundo infernal (ver nota 6 en el original). por supuesto que si las influencias metálicas son tomadas por el lado "benéfico" mediante una utilización genuinamente "ritual", en el mas completo sentido de la palabra, efectivamente habrán de ser susceptibles de "transmutación" y de "sublimación", pudiendo entonces convertirse en un "soporte" espiritual tanto mejor cuando aquello que se encuentra en el nivel mas bajo corresponde por analogía inversa, con lo que permanece en el mas elevado, en definitiva, todo el simbolismo mineral de la alquimia está basada en lo anterior... Por el contrario, cuando sólo se trata de una utilización profana de los metales, y tomando en consideración el hecho de que el punto de vista profano tiene necesariamente el efecto de cortar toda comunicación con los principios superiores, solamente el lado "maléfico" de las influencia correspondientes puede actuar de manera efectiva, desarrollándose tanto mas cuanto mas aislado se encuentre todo lo que podría restringirlo y compensarlo (8)...Pero las cosas pueden ir todavía mas lejos y, dadas las influencias sutiles inherentes a los metales, estos pueden desempeñar también un importante papel en una fase posterior, mas abocada aún a la disolución final que las precedentes; a buen seguro, durante todo el período que podría llamarse materialista, tales influencias sutiles parecen haber pasado de algún modo al estado latente, como ocurre con todo lo que permanece al margen del orden corpóreo puro y simple; sin embargo, esto no quiere decir que hayan dejado de existir, ni siquiera que hayan dejado de actuar por completo, aunque lo hagan en forma disimulada, como parece manifestarse en el aspecto "satánico" que existe en el propio "maquinismo", sobre todo (mas no exclusivamente) en sus aplicaciones destructivas, y aunque, naturalmente, los materialistas revelen una vez mas su incapacidad para percatarse de ello...Por lo tanto estas mismas influencias pueden estar esperando sencillamente el advenimiento de una ocasión favorable para afirmar con toda claridad su acción, operandose tal afirmación en el mismo sentido "maléfico", puesto que, en todo cuanto se refiere a las influencias de carácter "benéfico" podríamos decir que este mundo les ha sido cerrado por la actitud profana de la humanidad moderna; ahora bien, es posible que esta ocasión no esté demasiado lejos, ya que la inestabilidad creciente en todos los terrenos ofrece una buena prueba de que el punto correspondiente a la mayor predominancia efectiva de la "solidez" y de la "materialidad" ya ha sido sobrepasado" (op.y cap.citado).

El simbolismo del hierro

Evidentemente que, si la comprensión cabal y completa de todo esto suele escapar relativamente a los sentidos tradicionales secundarios por su carácter específico y particular, se ha de comprender el grado de incomprensión extrema que todo ello tiene para los puntos de vista profanos, fundamentalmente en aquella rigurosa y precisa ciencia del simbolismo y de sus analogías inversas, ya que la mentalidad correspondiente de esta es la única cualificada para contemplar la verdadera causa y la realidad de las particularidades formales como, por ejemplo, en este caso del estado metálico o mineral de hierro que nos ocupa y cuyas insospechadas aristas son de tal magnitud que probablemente se impliquen en el "fluir" de los acontecimientos correspondientes a dicho estado profano de la actual humanidad.

Teniendo en cuenta todo ello, nos conviene seguir sumando, aunque brevemente, ciertas referencias y algunos de los aspectos que, en torno al hierro, atañen a la mentalidad tradicional, particularmente antes del tratamiento de elaboración ferrosa o desarrollo de la fusión de los metales, ya que el conocimiento cabal de la substancia que estos representan se resumía estrictamente dentro del simbolismo tradicional y en la analogía inversa que presenta su aspecto "benéfico", no ofreciendo al interés de los antiguos ninguna posibilidad de tratamiento y expansión cuantitativa. Prueba de ello, son los universales ritos precautorios que, hasta no hace mucho tiempo han venido rodeando a dicho elemento.

Algunas de esas referencias se remontan a los conocimientos originales en torno al hierro meteórico (particularmente la siderita) o "la piedra caída del cielo" conocida entre sus innumerables designaciones también como "piedra negra" o "betilo". Hablando en términos generales y como "piedra negra", (9) es una de esas tantas sub-designaciones o nomenclaturas simbólicas consignadas por las mas diversas humanidades, ya sea para expresar la imagen de los elementos ctónicos o terrestres en representación del principio "substancial" o ya en relación a las atribuciones celestes correspondientes al principio "esencial" o a uno de los polos de la manifestación universal.

Como para dar un cabal ejemplo de dichas atribuciones celestes remitimos primeramente a uno de los ejemplos mas conocidos, no solamente por su vigencia y actualidad al convocar al Haÿÿ (peregrinación) hacia Meca a millones de seres cada año, sino también por la extraordinaria vitalidad en el cumplimiento del simbolismo tradicional y de la correspondiente acción ritual islámica ortodoxa y rigurosa representada, en este caso, por los exclusivos manàsik (rituales de la peregrinación) y que, en parte, conciernen a las circunvalaciones efectuadas alrededor de la Kaaba, el santo edificio cúbico que contiene en uno de sus ángulos la famosa al-Hàyâr al-Áswâd o la "piedra negra caída del cielo".
En otro orden de relaciones de este simbolismo universal mencionamos el caso (entre otros) del conocido y enorme Meteorito "El Chaco", cito en Campo del Cielo al sur de la Provincia del Chaco en la República Argentina, también erigido desde la mas remota antiguedad en punto de peregrinaje y centro ritual por las sociedades "arcaicas". Según el simbolismo tradicional extraído de las narraciones orales de diversos grupos aborígenes (Tobas, Mocovíes, Guaycurúes y Abipones, por sólo nombrar algunos), dicho meteorito portaba diversos sentidos de transposición como cuando en determinado dia del año se transfiguraba en un portentoso árbol que se encendía con las primeras luces del alba, tañendo además, sonidos indecibles y resonancias melodiosas ("como cien campanas") que impregnaban a todo el entorno sagrado y como predisponían a la contemplación profunda. Así, anagógicamente, dicho árbol es el axis mundi representado (en lengua Mocoví) por el arbol nalliagdigua que se alzaba"desde la tierra al cielo" y, por otro lado, en el "tañido de sonidos y resonancias" se vislumbra la idea de aquella vibración sonora primordial en su primer desplazamiento elemental a partir de un centro establecido.

En el caso de la idea de "betilo", voz derivada de la palabra hebrea Beith-El (casa de Dios) (10) puede reflejar, como piedra sagrada, en uno de sus diversos aspectos exteriores, también la ubicación de un centro espiritual o prefigurar la sede de las "influencias espirituales" que es lo que da el verdadero sentido de la betilia (ritual "arcaico" o "culto de las piedras") tan generalizada en las sociedades antiguas y tan poco comprendida por los investigadores modernos quienes sistemáticamente la han tachado como una manifestación de "fetichismo" o de "animismo".

Los recaudos rituales

Haciendo hincapié en esa doble naturaleza que expresa el simbolismo del hierro, podríamos traer a colación algunos ejemplos ilustrativos que nos permitan ir vislumbrando la realidad de ciertas determinaciones que, en relación a lo que aludíamos respecto del curso cíclico descendente, pueden llegar a ser rigurosas y precisas en un ulterior desarrollo que puedan encarar aquellos interesados en el tema. Recordemos, como para seguir el hilo de nuestra anotación, que los mismos procedimientos operativos "arcaicos", los recaudos y restricciones rituales que rigen el trabajo de los metales, las construcciones horníferas o aperturas de las minas han estado vigentes en Europa hasta pasadas las postrimerías del período medieval, siendo asimiladas bajo la cobertura de los ritos gremiales mineros, e inclusive, en no pocas ocasiones, imbuidos estos de las bendiciones tradicionales y de las consagraciones religiosas cristianas.Se podría decir que tales consagraciones han conllevado los mismos significados y han apuntado a los mismos objetivos que animaban, por ejemplo, los rituales de los antiguos Wa Chagga (por sólo nombrar una de las numerosas tribus africanas) que consideraban al hierro como dotado de una potencia "mágica" que liberaba a los demonios de la guerra y de la destrucción y, por tanto, enemiga de la vida y de la paz (11).

Algunas particularidades del hierro señalan la singularidad del color rojo que toma en la oxidación, además de ser la materia prima en la fabricación de las armas que destruyen y de las maquinarias que depredan y agreden la primordialidad de la naturaleza virgen. Cabe destacar también, por sus significativas implicaciones simbólicas, que dichas armas y maquinarias requieren imprescindiblemente de trabajo y de tratamiento por el fuego. Es notable la coherencia simbólica que tales particularidades muestran con las asimilaciones y concepciones tradicionales sobre el planeta Marte (el planeta rojo) que rige precisamente al hierro y era considerado por los antiguos chinos, entre innumerables designaciones ambivalentes, como "estrella de castigo" capaz de producir extensas sequías o secar los pozos de agua. Igualmente, entre los mesopotámicos era considerado señor de los muertos, portador de la guerra y de las pestes. Así, el Nergal mesopotámico se correspondía con Lugameslam, el antecedente sumerio que regía el mundo inferior y ha tenido sus equivalencias, como dios de la guerra, también entre griegos (Ares) y romanos (Marte).

Por otro lado, cabe destacar, que antes del abandono ritual preventivo, del giro intencional y de la secularización creciente, una tradicional "aversión" hacia el hierro parece haber estado universalmente extendida y resumida en crónicas tales como las derivadas de la construcción del templo de Salomón o la de los altares en los que no se ha utilizado herramienta de hierro alguna.. La misma prescripción para los antiguos puentes sagrados de madera (por caso el Ponts Sublicios entre los romanos). También en los santuarios de la antigua hegemonía griega estaba prohibida la entrada de cualquier elemento ferroso. Así, los sacerdotes sabinos, griegos y romanos han conocido la prohibición de tocar cualquier utensilio de hierro. Esto mismo, dentro de una gran variedad de matices, ha regido en las mas diversas sociedades, cualquiera sea la época o la latitud.

Del mismo modo, dicha "aversión" o restricción ritual ha generado u ocasionado las mas diversas protestas gremiales, insurrecciones colectivas o rechazos tribales como son los siguientes casos que citamos a manera de algunos ejemplos entre las innumerables crónicas disponibles: Tanto el caso de los plateros europeos tradicionales en contra de los elementos tipográficos y móviles de fundición de hierro como el de los maestros libreros artesanos en contra de la implantación de la imprenta, del maquinismo y de la producción industrial del libro. Igualmente, la insurrección de algunas colectividades bálticas que se levantaron en el siglo XVII en contra de la implantación de molinos montados en estructuras metálicas y del uso de los arados de hierro que alteraraban el ambiente aún tradicional. También se alzaron las cualificadas voces de William Blake y de Wordsworth, por sólo citar a dos de los numerosos e importantes autores que alertaron sobre la mortal amenaza que significa el avance del maquinismo y de la manipulación metálica profana.

En Nottingham, Inglaterra, apareció en la segunda década del siglo XIX un furioso movimiento mecanoclasta denominado como "luddista" (derivado del patronímico Ludd llevado por su jefe e inspirador) en contra del maquinismo y de sus estructuras. Asimismo, entre esas numerosas crónicas, el caso de las tribus dasuns de Borneo quienes a finales del siglo XIX protagonizaron un airado rechazo en contra de los ingenieros ingleses que llegaban con sus teodolitos e instrumentos de hierro profanando y violando el entorno sagrado. De igual modo, como no recordar aquí, la heroica defensa de la "tierra sagrada" o la inolvidable epopeya final protagonizada por las tribus nativas de Norteamérica (principalmente naciones sioux y cheyyennes) quienes en la década de 1860/70 presentaron innumerables batallas, antes de claudicar, en contra del tendido de la vía férrea que hacía rodar al temido y odiado "caballo de hierro"; circunstancia que iba a decretar, en la práctica, el cese de autonomía, de independencia y de libertad de los pueblos de la pradera y consecuentemente, a corto plazo, el "síncope espiritual" y el fin (en términos de actualidad) de los mundos aborígenes.(12)

Los "espíritus de la naturaleza"

Reflexionando sobre algunos de nuestros ejemplos como el caso de las tribus de Borneo, nos recuerda la caracterización simbólica de las fuerzas sutiles subyacentes en los elementos de la naturaleza y que, por lo general, (por supuesto que, en lo que a nuestro tema concierne se circunscribe al hierro y a los herreros) es ejercida por la mayoría de las sociedades tribales residentes en zonas de abundante hierro como Indonesia, Malasia, África, etc. Ello nos lleva a la conveniencia de dedicar, aunque indirecta y brevemente, algunos párrafos a este punto de las "entidades psíquicas", que observado a la luz tradicional, puede inclusive, iluminar todas aquellas cuestiones que guarden relaciones o equivalencias propias (por caso el de los "genios" en sus nociones originales) o impropias (como es el caso de los "elementales", "espíritus de la naturaleza" y demás concepciones similares).

Sin negar la realidad correspondiente a las fuerzas sutiles en todo aquello relacionado con las menciones proféticas, las narraciones tradicionales y las leyendas figurativas sobre los reinos de la naturaleza, (particularmente concierne a nuestro tema, todo aquello que alude al "fuego subterráneo" y a los "tesoros escondidos") se hace necesario destacar el aspecto psíquico espectacular, generalmente desviado y grotesco que se ha venido gestando y desarrollando en torno al pseudoespiritualismo moderno y, prácticamente, culminando en una suerte de "invasión" de "ángeles", "hadas", "gnomos", "duendes", etc.(13); por lo cual llama la atención, que dicho aspecto ha penetrado con exagerada consideración y singulares acentos, hasta en mentalidades que se supone hacen esfuerzos por evitar las consecuencias nocivas de cualquier "asociación elemental", (14) aspiran a la "unidad trascendente" de las formas y son adherentes, al menos teóricamente, de las doctrinas tradicionales.

Lo cierto es que, el simbolismo real subyacente en los apéndices proféticos, en las narraciones tradicionales y en las leyendas figurativas han sido mal suplantados en la mentalidad moderna por una serie de explicaciones de orden "experimental" en relación a los fenómenos psíquicos (en ocasiones llamados místicos) cuya base revela indudables prácticas espiritas de origen magnético e hipnótico que nada tienen que ver con la verdadera espiritualidad. Este procedimiento de incluir a los llamados "elementales", "gnomos" o "espíritus de la naturaleza" dentro de una clasificación de fenómenos de orden espirita se justifica ante su indudable origen moderno, teosofista y ocultista, razón por la cual, este tipo de ideas, ha quedado indeleblemente marcado con un grosero antropomorfismo.

Evidentemente, esto nada tiene que ver con el sentido ni la orientación de las antiguas concepciones tradicionales, respecto de las cuales, y por su vitalidad, solo mencionamos a modo de breve referencia el caso de los "genios" (yinn o Al-yinn) taxativamente mencionados en el sagrado Corán (además, se les dedica la sura 72) donde explícita, tropológica y analógicamente se conmina a no negar su existencia debido, entre otras cosas, a la real influencia determinante (de la naturaleza de fuego o de ira) que cierta clase de "genios" residentes en el Gáib (lo inasequible) o "aquello ausente a los sentidos" pueden tener sobre el hudà (orientación) o "sendero" espiritual del estado humano.

Conclusión

En cierto modo, todas estas cuestiones dentro de nuestro punto referencial, aluden en parte a los consabidos "materialismo" y "espiritualismo" modernos como a dos caras de una misma moneda que hoy circula por todas partes y que, además, caracteriza a las influencias determinantes de las ultimas etapas de la edad del hierro, cuyas subdivisiones históricas reducen a escala menor el derrotero del gran período en el cual se hayan como subsumidas. (15)

Hemos visto que, dentro de dichas subdivisiones el desarrollo industrial del hierro no solamente se erige como uno de los principales sustentos o quizás, la mas importante de las materias primas en las estructuras de la civilización contemporánea, sino también como la determinación cualitativa de una mentalidad particular y, fundamentalmente, como la señal simbólica de un período histórico y de una fase final del gran ciclo cósmico.

Notas:

(1) Por oposición a la doctrina tradicional de los ciclos, y hasta el día de hoy, la concepción moderna sobre las duraciones resumida en la tríada pasado-presente-futuro manipulada dentro del contexto filosófico moderno ha sido objeto de interminables confusiones y de constantes proposiciones absurdas. Por solo citar un ejemplo de las inagotables ilusiones relacionadas a ellas traemos a colación las consecuencias generadas por el "pensamiento utópico" que, a partir del Renacimiento, siembra, en relación a la ilusión de un "futuro colectivo", excéntrico y en fuga, un complejo de "valores" que invierte las nociones tradicionales de "centro" y del "origen primordial".

(2) Así, dicha mentalidad ha considerado a la doctrina tradicional de los ciclos descendentes como "mera superchería" y a los equivalentes simbólicos del hierro como una "superstición arcaica".

(3) Ver el "El fin de un mundo", Cap.XL de "El reino de la cantidad y el signo de los tiempos", René Guénon. Ed. Paidos.

(4) A esta altura de los acontecimientos y ante tal estado de cosas se impone continuar hasta el fin con las "llamadas de atención" por parte de quienes, al tomar consciencia, se ven obligados a ello, al tiempo que muy poco importan las razones de individualidad.

(5) Se dice que la tradición hindú y la tradición islámica "son las únicas que abarcan y confirman de modo explícito la legitimidad de todas las tradiciones consagradas y ortodoxas". Esta afirmación, mas o menos expresada dentro de la ortodoxia hindú, fue directamente convalidada en sus términos y en detalle por el mismo Guénon, precisamente, en sus Etudes sur l'Hindouisme, París, Editions traditionnells. Entre otros autores, ha sido Jean Tourniac quien aludiera a este mismo punto, aunque elipticamente, en el cap.2 de su interesante estudio sobre Melkitsedeq ou la Tradition primordiale, París, Albin Michel.

(6) En cierto sentido, obsérvese las equivalencias de esto con las consideraciones "temporales" del cientificismo en aquello de la "flecha del tiempo" o la "fuga hacia adelante" en clara disyunción o destitución con la doctrina descendente de los ciclos

(7). "El reino de la cantidad y los signos de los tiempos" Cap.XXII.

(8) Este punto mencionado por Guénon puede dar lugar a insospechadas correspondencias (como el caso de las "ciencias biológicas"), ya que las inagotables derivaciones que se infieren sobre la influencia de este aspecto central concuerdan en señalar las consecuencias extraídas de una suma de "ciencias y disciplinas modernas aplicadas" que logran demasiado rápidamente aparentes éxitos espectaculares en su visión unidimensional y sistemática de la naturaleza, pero, a los que luego deben abandonarse con la misma rapidez debido a que, frecuentemente suelen revelarse como verdaderas catástrofes globales; tal como ha sucedido con el famoso caso del DDT que finalmente ha sido prohibido en la mayoría de los países y esto sólo por nombrar, de una interminable nómina, un ejemplo de los menores tanto como para corroborar y certificar en este punto las taxativas advertencias de Guénon

(9) Simplemente para mencionar sólo de pasada, la estrecha conexión que, desde el punto de vista del simbolismo, hay entre las piedras negras caídas del cielo y algunas manifestaciones derivadas en relación a las diosas madres prehistóricas, sus continuadoras paganas y las populares vírgenes negras en sus diversas advocaciones.

(10) Nombre conferido por Jacob al lugar donde Dios se le había aparecido entre sueños y consagrándolo con la piedra que le sirviera de almohada (Génesis 28, V.16-19).

11) Citado en "Mining and Metallurgy in negro Äfrica", W.Cline, London 1939.

(12) A efectos de mejor comprender algunos operadores del simbolismo tradicional, obsérvese la "idéntica vía de influencia" o analogía de esta circunstancia con lo que decíamos, párrafo arriba, respecto de las "extensas sequías y el secado de los pozos".

13) Ver René Guénon: "El neo-espiritualismo", capXXXII de "El reino de la cantidad y el signo de los tiempos", Ed. Paidós y "Explicación de los fenómenos espiritistas", cap.VII de "El error espirita", Editions Traditionnells.

(14) Sobre todo, y tal como decíamos, en la emergencia de este período sombrío en el que se impone la urgencia de señalar al Principio Supremo olvidado y a las formas vigentes mas aptas para sugerirlo o de alguna manera expresarlo antes que perder el tiempo en coyunturas conflictivas, en vías muertas o en la decadente e ilusoria autonomía de las formas particulares que (sin avizorar los principios) agonizan y se extinguen.

(15) Una introducción calificada y rigurosa sigue siendo "La crisis del mundo moderno", Buenos Aires, Huemul, de René Guénon. Ver el cap.1: "La edad sombría" que amplia diversas cuestiones sobre estos puntos.

Fecha de publicacion en lo site: 09/03/2006

Malho