Según los actuales modos "lingüísticos" suelen asociarse los antiguos usos rituales con costumbres "idólatras" de las sociedades "primitivas" a las que, a menudo, se les otorga el carácter de "politeistas". Podríamos decir que, entre otras cosas, esto mismo, ha derivado en el sentido restringido del término "politeísmo" de donde han surgido múltiples abusos de lenguaje, uno de los cuales, puede ser aquella idea de un "estado original" anterior al monoteísmo.
Este caso, de los términos “polite[ista]” y “polite[ismo]” se constituye en un ejemplo cabal de lo que tradicionalmente suele denominarse como “dificultades lingüísticas”, por lo cual conviene, aunque brevemente, detenernos en este caso puntual antes del desarrollo del tema (a los efectos de aportar una aclaración indispensable) y de cierto interés para nuestro estudio ya que, probablemente, pueda surgir algún aspecto explicativo e insospechado que nos permita, de alguna manera, aventajar comunes hábitos mentales que suelen interponérsenos cuando vienen íntimamente ligados a ciertos obstáculos de una mera masa elocutiva, tanto mas infacundos (sin elocuencia) e insipientes (sin sabiduría) (1) cuanto mas elaborada se halle dicha masa por la instrucción y normativa profanas, en acción y efecto de omitir los verdaderos datos tradicionales que, en esencia, nada tienen que ver con cualquier moda gramatical, método sistemático o estilo literario.
En efecto, si consideramos la evolución interpretativa y la modificación de usos que han sufrido los sufijos griegos ismo e ista, particularmente, en la formación de palabras latinas e inglesas en el siglo XIII, multiplicándose y haciéndose comunes en el siglo XVI, hasta lograr aislarse y erigirse novedosamente como palabras independientes en el siglo XIX y principios del XX, comprenderemos cabalmente, no solamente el tenor de dicho desarrollo y la índole de las tendencias mentales en aumento, sino también la incidencia de ello en la segregación intelectual acaecida en aquellas supuestas teorías sociales que se han venido imponiendo con el nombre de “ismos” (2).
Es mas, si nos apercibimos, por otro lado, respecto al término “monoteísmo”, que no existe en griego (aunque formado con elementos griegos), siendo por tanto un cultismo moderno generado en el ámbito de aquellos estudios designados como “religiones comparadas”, estaremos capacitados para comprender, al menos parcialmente, aquella función de atomizar las ideas primordiales que corresponde a ciertas corrientes de pensamiento que prevalecen a partir de las innumerables antinomias u oposiciones verbales, de las cuales, esta misma referencia (monoteísmo/politeísmo) es, como decíamos, uno de los mayores exponentes.
De lo que sí hay antecedentes en griego antiguo es del término polyzeótes utilizado posteriormente como símil y designación del “politeísmo”, pero con una radical diferencia tanto en su sentido original como en sus aplicaciones, ya que su estricto significado se traduce no en carácter de “múltiples dioses”, sino como “múltiple divinidad” en referencia a la acepción que denota la unicidad del ser que, como se sabe, integra la normalidad de la doctrina de la Unidad, y que siempre caracterizó a la originalidad de las sociedades antiguas.
Esto mismo, habla a las claras sobre los impedimentos y dificultades que conciernen al problema de la traducción literal de los términos (3) dando lugar a no pocos errores y consecuentes fabulaciones sobre la terminología tradicional. Inconvenientes ya de larga data y no exclusivos de esta época, aunque sí amplificados por el ejercicio de aceleración y cuantificación que corresponde a la naturaleza de los medios de comunicación actuales (4), y que han motivado mas de una aclaración entre autores de la talla de René Guénon y de Ananda K. Coomaraswamy sobre la necesidad de cierta adecuación de las palabras cuando ello corresponda. Asimismo, de una explicación ampliada o de cierta perífrasis (en el sentido no exclusivamente literario del término) antes que una traducción literal, fundamentalmente, de todo aquello que se refiere a los mundos tradicionales.
El mejor ejemplo que podríamos traer a colación y que compete a nuestra referencia sobre el término “monoteísmo” es aquel ejercicio que aplicara René Guénon (después de desechar los comunes errores derivados de la falsa idea de un “politeísmo original”) adecuando tal palabra y ampliando su sentido (como el mismo lo afirmara) en cuanto que:
“Toda tradición verdadera es esencialmente monoteísta... y que el monoteísmo puede incluir todos los posibles desarrollos acerca de los atributos divinos, y también de la angeología” (5).
Señalemos además que, no carece de importancia el hecho de mencionar este ejercicio intelectual de Guénon sobre la palabra “monoteísmo” porque aporta la prueba del extremo cuidado o atención que se debe ejercer sobre las palabras en un acto de discernimiento que sepa trasponer el uso corriente y la imposición literal de las mismas ya que, este ejemplo preciso, se corresponde con un acto de generalizar tal concepto a los efectos de rescatarlo del formato intencional abstracto y del uso restrictivo que tal noción adquiriera en las elaboraciones modernas que no han hecho mas que generar confusiones y oposiciones entre ser y “entidad” e instalando las consabidas antinomias de lo Uno y lo múltiple; y porque, en definitiva, no se trataría mas que de una substitución adecuada de lo que en realidad se trata. Es decir, de la unidad del Principio en carácter de consecuencia inmediata de la no dualidad tal como ello consta en la nota respectiva de la cita anterior (6).
Es más, el hilo de esta cuestión nos conduce a constatar la evidencia contundente de que Guénon jamás renegó del término “monoteísmo” (tal como hacen algunos pseudoesoteristas modernos) ni de todos los implicados, objetos y cualidades que le son inherentes ya que, siempre lo encontró apto para enderezar y ampliar su contenido elocutivo a los fines de aclarar, no solamente “la naturaleza del error que es susceptible de dar nacimiento al politeísmo” (7) (en aquel uso restringido del término) cuando se confunden los aspectos mas o menos secundarios del Principio supremo con entidades completamente separadas e independientes, sino también el afirmar que:
“En todo caso, ninguna tradición, sea cual sea, podría, en sí misma, ser politeísta” (8).
Notas
1) En referencia a la falta de asimilación efectiva (por ende de su infalibilidad) de los términos técnicos de la tradición universal.
2) En cierto modo, esto aclara la naturaleza de la retórica contestataria en las ideologías, debido al significativo traspaso de la polémica teológica postmedieval a la política.
3) Para una toma en cuenta de lo que se trata, piénsese en los enredos lingüísticos que suelen ocasionar los intentos de significar aquellos antecedentes antiguos de una misma lengua. Con mayor razón, las cuestiones se agravarían cuando las traducciones literales pretendan remontarse a los orígenes de otras lenguas. Este mismo tema lo hemos ampliado, desde cierta óptica, en nuestra anotación “Lenguaje primordial y traducción moderna”.
4) Véase nuestra anotación “El Dato tradicional y la cuantificación moderna”
5) Cap. II de la compilación póstuma “Melanges” (publicado originalmente en Etudes Traditionnelles, 1946)
6) Ibid, nota 8
7) Ibid
8) Ibid
[16/04/2006]