René Guénon
A la luz de una significativa dedicatoria

Oscar Freire

Guenon estuda
Elish El Kebir

De las tantas anécdotas y circunstancias que rodean al legado escriturario de René Guénon, es probable que una de las más llamativas al interés de sus estudiosos y seguidores sea el significativo homenaje rubricado en “El simbolismo de la Cruz” hacia el Sheikh Abder-Rahman Elish El Kebir, quien fuera su primer iniciador al Islam dentro de la vía shâdhilita y mediante la función de persona interpuesta delegada en su moqadam , el Sheikh Abdul Hadi (Ivan Agueli).

Se sigue, por las cualidades del autor y por la naturaleza de los temas tratados, que dicha “dedicatoria”, ornada con tres títulos atributivos, comporte posibilidades reservadas y un simbolismo implicado en tanto se asuma la necesidad inevitable de las realidades que comportan las formulaciones tradicionales en cuanto los diversos niveles de interpretación, sin exclusión y debidamente jerarquizados. [1] Luego, nos ha parecido oportuno señalar, al menos parcialmente, algunas pautas al respecto y que puedan servir de alguna forma a quien se interese en el punto.

Según conocedores del tema, hay coincidencias en otorgar a Guénon, entre otras cualidades, una notable condición de Hurufi y por lo que no sería extraño que una dedicatoria de su autoría, tan caracterizada como la que nos atañe, no deje de suscitar un especial interés en el marco de la orientación señalada.

En primer lugar, sin pretender agotar la realidad o las posibilidades de la cuestión, daremos por sentada la legítima literalidad del encomio sin la cual sería imposible contar con el soporte de la alusión o del simbolismo que este pueda acompañar [2] y puesto que de estos últimos vamos a tratar aquí, no dejaremos de advertir el carácter de plantear la cuestión sólo por aproximación y a modo de un ligero esbozo.

De tal modo, procedamos a citar el epigráfico encomio antes de continuar con las consideraciones:

“A la memoria venerada de
Esh-Sheikh Abder-Rahman Elish El-Kebir
El-Alim El-Malki El-Maghribi
A quien se debe
la primera idea de este libro.

Meçr El Qâhirah, 1329-1349 H”

La primera inferencia que conviene consignar en lo que se refiere a la inclusión de un reconocimiento de deuda: “A quien se debe la primera idea de este libro”, consiste en revelar que tal dedicatoria conlleva cierto carácter de proemio; y, fundamentalmente, también se la debe considerar con cualidades de un verdadero epígrafe cargado de doctrina, mediante el cual (e incluso literalmente) el dedicante entronca su obra con las dignidades del citado y dentro de una línea tradicional o ámbito determinado (en este caso se trata del taçawwuf expuesto por la vía shâdhilita) al que el lector debe tener presente a la hora de interpretar el texto, cuyos lineamentos, como en este caso se sabe, ponen el acento sobre un símbolo de origen primordial como es el de la Cruz, y del cual se aportan exhaustivamente las correspondientes ampliaciones y relaciones. A este respecto, cabe revalidar una cita consignada por el propio Guénon:
“Si los cristianos tienen el simbolismo de la cruz, los musulmanes tienen su doctrina” [3]
Por otro lado, si nos ubicamos al margen de los sucesivos ajustes ortográficos que impone la diacronía lingüística de las lenguas romances como el francés o el español, observemos que el texto se compone de seis líneas lógicas, [4] dos de las cuales están conformadas por lo que corresponde al nombre, atributivos y nisba del destinatario, además de aquello concerniente a la datación crono-geográfica, presentados necesariamente a modo de la pronunciación transliterada del árabe.

Ahora bien, teniendo en cuenta esa condición de notable Hurufi en nuestro autor, más la correspondencia entre sonidos, signos gráficos y cifra que comporta la lengua árabe (si bien en este caso, la transliteración no la elimina del todo) [5] debemos entender, como corresponde, que la interpretación debe ser llevada a todas sus variantes, más aún cuando se hallan vigentes las posibilidades que otorga el punto de vista tradicional, tal como entre tantas, viene a ser un buen ejemplo la concerniente al orden del adjab y que señalamos al criterio o al interés de los seguidores de René Guénon en condiciones de aplicarlo acorde a la enseñanza tradicional mediante el cual se obtendrán notables relaciones del caso.
Además, sobre dicha dedicatoria, quizás sería interesante poder constatar en la edición original de “El simbolismo de la Cruz” la figura visual que expresa la disposición del volumen de negritas sobre el papel, ya que es usual entre los Hurufis contemporáneos, cuando de homenajes y dedicatorias se trate, seguir la tradición epigráfica en cualquiera de sus inagotables modalidades o adecuaciones simbólicas, y en estos casos, también hacer reflejar tipo-gramáticamente lo que previamente se ha concebido mediante el caligrama como soporte de una Idea o bien como corpus çifra .

De dedicar: algunos aspectos a considerar

Una vez sorteada la legítima literalidad del texto a dedicar, observemos de acuerdo al simbolismo tradicional y a la doctrina de la Unidad sustentada por el autor, que, tanto la expresión como la configuración oracional adquieren ciertas claves donde el lenguaje pasa a otro orden y no puede sostenerse lo insinuado por cierto “especialista” en ductus que creyó ver una contradicción donde no la hay respecto a la linealidad de una figuración narrativa “propia de un ego autárquico” o un comportamiento tan sólo arreglado en función de una individuación en tanto “yo” del escritor y en cuanto a la fijación de una disposición mental, ya que aquí la expresión literal es estrictamente tradicional y apunta hacia los sentidos más elevados reflejando en cierta manera lo que ocurre también con toda contingencia individual que nunca debe ser despreciada cuando debe ser tomada como soporte para la realización.

Si bien en una consideración de superficie textual, el tipo de dedicatorias que figura impreso al inicio de la obra es una costumbre por la cual generalmente se rinde tributo a alguien que es destinatario de un determinado homenaje elegido por el autor, en este caso, creemos que la cosa sobrepasa de modo eminente al simple anecdotario, ya que (en preliminares) se imponen algunas relaciones surgidas a la primera lectura, y por tanto asociadas a la evidencia.
Como primera medida, observemos que las expresiones literales correspondientes al homenaje dirigido al destinatario (“A la memoria venerada de…”) y el reconocimiento de deuda (“ a quien se debe la primera idea de este libro”) advierten que la lectura y la interpretación del texto se hallan, como decíamos, estrechamente relacionadas con la persona, con la obra, autoridad y/o dignidad del destinatario de la dedicatoria e invitando a traducir y a tener en cuenta tal relación.
Así, contrariamente a lo expresado en la objeción aludida, desde el punto de vista tradicional la función de una dedicatoria, entre otras cosas, consiste precisamente en neutralizar el individualismo, ya que la voz de referencia (De dedicar ) supone antiguas acepciones de “consagración”, “dirección” u “orientación” y por lo cual el correspondiente verbo de acción conlleva el sentido traslaticio de “seguir la orientación de”.

Ahora bien, si tanto en el Islam, como entre los sabios judíos y en la cristiandad medieval (dentro del simbolismo del Libro) se ha cultivado la “dedicatoria” por excelencia considerada como “síntesis de intenciones” y heredera por parentesco con el arte epigráfico [6] e “ideogramático” (señales, epitafios, monumentos, etc.) en calidad de apéndice y patrimonio de la antigua ciencia de los constructores es porque se ha prestado muy bien al empleo del “arte breve” o “nuestro verbo abreviado” (como antiguamente se decía) mediante el uso tradicional del alfabeto, cuyos valores numéricos y ciertas disposiciones geométricas han sabido reflejar el simbolismo y la “ciencia del ritmo” es decir una “escritura supertextual”, como de otro orden, bajo la cubierta del estricto significado literal que le sirve de legítimo soporte, y cuya aplicación, en calidad de tal, implica la doctrina tradicional de los diversos sentidos de la palabra que se constituyen en su principio.

Tales son, algunas de las razones suficientes, como para tener en cuenta que dicha doctrina nunca puede caer bajo argumentos exclusivos que invoquen “subjetividades psicológicas” conectadas con las premisas determinantes de la “lingüística”, ya que se trata de cosas diferentes a las construcciones de una grafemática e inclusive muy distintas a los presupuestos de aquello entendido como semiótica, semántica o semasiología, las que nunca podrían abarcarla. Podríamos decir, que los significados tradicionales de la palabra sólo adquieren realidad con relación al sentido superior que les anima y bajo el cual se constituye su verdadera razón de ser. [7] En lo concerniente, podríamos reiterar que no son las palabras las que constituyen un medio de conocimiento, sino es el conocimiento el que otorga sentidos a las palabras. [8]
Ahora, con relación al tratamiento tradicional de la proposición (cuya definición siempre ha sido una empresa difícil para los gramáticos modernos) [9] podríamos dar un ejemplo parcial y de los menores con respecto al verbo de acción citado anteriormente (a modo de ejercicio) expresando que se hace necesario contemplar en integridad el punto de partida, en este caso el proceso gramatical hacia la verdad de la letra, donde inclusive debemos considerar al “contrapuesto”, es decir, al verbo de estado; y así seguir con el nombre de acción y el nombre de estado hasta llegar al “límite”, [10] al punto de inflexión donde comienza la verdadera conversión hacia un orden “extragramatical” que es, en realidad, un acto sintético y unitario.

De este modo, se hace posible aprehender algunos de los elementos unitarios y un sentido universal expresados en las formas literales que componen la dedicatoria del Sheikh Abdel Wahid Yahya dirigida al Sheikh Abder Rahman Elish El Kebir. Es decir, de aquello sugerido en la sustancia de expresión y en la sustancia del contenido sin lo cual nunca podrá dejar de ser abstraído por cualquier método glosemático cuyas funciones se limitan de manera irremediable a las formalidades y a los hábitos lingüísticos de la hora.

Además, observemos que, si primeramente hemos hablado de proceso (tal como hemos dicho del caso correspondiente a la designación de noción verbal) sugiriendo el acto reflejado por el verbo como señal de tiempo, y luego de conversión (no en el sentido de la formación de palabras mediante procedimientos morfológicos), necesariamente debemos considerar un intervalo que separa y une los niveles precedentes con el estado de anagogía que comportan las ideas unitarias; pero, ya no expresando un fenómeno de desarrollo por anulación de la implicación y de la determinación de tiempo, puesto que aquí se trata del sentido universal. Es decir, el modo de alusión en la dedicatoria de “El simbolismo de la Cruz” mediante el cual se torna aprehensible uno de sus sentidos elevados, ya que anagógicamente no hay distinción entre el dedicante ( Sheikh Abdel Wahid Yahya ) y el destinatario (Sheik Abder Rahman Elish El Kebir), quedando superado el valor informativo-referencial de la imagen que evoca el signo de “personajes” distintos, es decir, el primero y más elemental nivel denotativo que expresa la situación comunicativa entre los actantes.

Para dar un ejemplo asociado, piénsese en el carácter casi exclusivo que dicha imagen ha cobrado a partir del proceso orientalista con su tratamiento episódico sobre las “personalidades” del sufismo, cuando en rigor, el sentido historicista de “personajes” es un hecho inaudito en el seno de las legítimas cofradías tradicionales donde en realidad se cultiva, en todos los niveles, un sólo objetivo: el viaje hacia la Única Identidad.

Tales son las primeras implicaciones que surgen en esta significativa dedicatoria, por las cuales se torna legítimo el hacer prevalecer los sentidos más altos que ella pueda encerrar, ya que a la luz tradicional, no se trataría sólo de una particular estampa laudatoria consignada en un libro ocasional y dedicada hacia un ser determinado, sino debe necesariamente incluir una “consagración” rubricada en el mismo apéndice del Libro Primordial, [11] cuyas palabras no hacen más que conmemorar el “recuerdo de Dios”. Aquí mismo, no hay modo distintivo de interpretar “A la venerada memoria de… ” porque a “memoria” (en todo caso facultad psíquica o potencia del alma) se superpone el “recuerdo metafísico”. [12] Y la preposición “de”, junto a los nombres individuales que siguen, se contraen para revelar al verdadero Destinatario, siguiéndose que, dicha expresión debe ser necesariamente simbólica ya que, en rigor, la Realidad tradicional no admite comparaciones ni semejanzas, sólo admite el símbolo. [13] Es decir, en la doctrina de la Unidad no hay anterior ni posterior. No puede haber otro que Allah.

Una vez esbozadas lo que podríamos denominar como las “líneas occidentales” de la dedicatoria de referencia restan tratar las correspondientes a las “líneas orientales” que siguen a continuación, sin omitir algunas consideraciones intermedias a la luz de aquello denominado como corpus çifra dentro de las ciencias tradicionales de los números y de las letras que, como se comprenderá, no podrán estas dejar de comportar un carácter eminentemente alusivo aunque estrechamente relacionadas con nuestro tema. Además de mencionar brevemente, aquello concerniente a un método de conversión tradicional sobre los nombres del destinatario, por ejemplo, respecto de El-Malki, situado por René Guénon en el centro del caligrama y/o “tipograma” en cruz. Asimismo, dentro del marco de una serie de comentarios relacionados, añadimos en las notas otras breves consideraciones sobre su nisba (El- Maghribi) revelado como función tradicional a la cual, evidentemente, se hallaba suscripto el propio René Guénon.

Aproximaciones al corpus çifra

La noción de corpus çifra , si bien ambigua y aparentemente contradictoria, se refiere al soporte capaz de sostener, en grado de simbolizarlo, aquello más elevado o cualitativo que le supera en tanto que çifra, ya que, en rigor, esta no es la letra, el carácter, ni el tipo. Asimismo, conviene alejarse de la confusión usual entre estas nociones cuya realidad se halla notablemente expresada dentro del esoterismo islámico, particularmente, en todo el contenido de la ciencia de las Balanzas.

Dicho término, también puede aludir, en cierto grado secundario, al conocimiento de las propiedades tradicionales de los nombres y de los números. Es decir, parte de todo aquello implicado en la ciencia de las letras, cuyo orden “iniciático” genera posibilidades de que la acción conlleve virtualmente aquello que le supera. En este sentido, el Sheikh Abdel Wahid Yahya, asimilaba la ciencia de las letras a la alquimia y según la siguiente consideración:
“ En efecto, estas dos ciencias, entendidas en su sentido profundo, no son sino una en realidad; y lo que ambas expresan, bajo apariencias muy diferentes, no es sino el proceso mismo de la iniciación, el cual por lo demás reproduce rigurosamente el proceso cosmogónico, pues la realización total de las posibilidades de un ser se efectúa necesariamente pasando por las mismas fases que las de la existencia universal” [14]

Tal sentido coincide con lo comprendido en la “Ciencia de la Balanzas”, como lo ha expresado Jabir ibn Hayyân en su Kitâb al-Khamsîn. [15] Así, la más excelente es la Balanza de las Letras incluyendo al corpus çifra , entendiendo adecuadamente cuando se dice: “la letra es el cuerpo y la cifra es el espíritu”, y en tanto que sintetiza todo el saber correspondiente a los tres mundos tradicionales en cuanto una correspondencia establecida entre las letras del alfabeto y los grados informales y formales de manifestación: a saber, el mundo celeste de las realidades arquetípicas (al-Jabarût ), el mundo de las realidades sutiles o entidades angélicas ( al-Malakut ) y el mundo de los fenómenos (Mulk), es decir, un compendium sintético del universo conformado por 28 letras (el gran Jafr ) capaces de exhibir las polaridades (14 letras solares y 14 lunares), las interrelaciones rítmicas y las referencias por analogía en todos los niveles del Ser y como inscriptos alusivamente dentro de una figura geométrica representando la cruz de tres dimensiones cuyos tres ejes de los cuales uno es vertical expresan los tres diámetros rectangulares de una esfera indefinida.

Del mismo modo, deben comprenderse las palabras de Nasafi’ cuando afirmaba que el Altísimo formó el Mulk a imagen del Malakut y este a imagen del Jabarût , en el sentido de ser cada uno de ellos la epifanía de los atributos en su principio, [16] en tanto la forma epifánica contemple la ocultación de la Realidad Absoluta, doctrina simultáneamente comprendida dentro del simbolismo de la Tabla, del Cálamo y del Tintero, es decir, tratándose de una doctrina no sistematizada la cual nunca podrá caber en alguna reducción categórica, cuyas limitaciones, en todo caso, han de implicar alguna determinación, dualidad o contradicción no condiciéndose así con la índole sintética de las expresiones tradicionales.
Valga la advertencia, si hace posible el vislumbrar en nuestro tema, el modo alusivo tradicional en que las estaciones son representadas por las palabras, como distinciones relativas en una gradación de significados, cuyas series de aparentes afirmaciones procedentes serán, cuando corresponda la analogía inversa, negadas precedentemente, lo cual necesariamente deviene al término de las series en la negación de toda determinación; traduciéndose en una verdadera afirmación y tal como ello se extrae, al decir de René Guénon, de la más alta acepción del término “infinito” :

“[…] la palabra ‘infinito’, cuya forma es semejante, expresa la negación de todo límite, de suerte que equivale a la afirmación total y absoluta, que comprende o envuelve todas las afirmaciones particulares, pero que no es ninguna de estas a exclusión de las demás, precisamente porque las implica a todas igualmente y ‘no distintivamente’; y es así como la Posibilidad Universal comprende absolutamente todas las posibilidades […]” [17]

Ahora bien, según Al Alawi, [18] con algunos matices que no difieren mayormente del conjunto expresado por el esoterismo islámico, el Libro del Universo se halla condensado en el Corán, cuyo eje está ordenado por las dos primeras letras ‘Alif y Bâ’, constituyendo en el alfabeto aquel lugar de la Básmala en el Corán (teniendo implícito a la Misericordia procedente de Al-Rahman y Al-Rahim ), luego vienen las demás letras, las frases y la conformación de los textos, cuales deben resumirse en la Esencia Señorial, atributo privativo de Allâh del cual la letra Bâ’ es su referente, también entendida y llamada por el Sheikh como Espíritu Supremo y Manifestación última:

“[…] porque este Espíritu, que no es otro que el ‘Hombre Universal’, contiene el Universo entero” [19]
Más allá, debe entenderse a la letra ‘Alif como el Único que es, Wâhid al- Wuyûd, y aún más allá el Punto, como el “Secreto de la Esencia”, llamándola Unidad de percepción, Wahdat al- Shuhûd.

Obsérvese el método alusivo de tales representaciones, y que también es equivalente a otros contextos del conjunto del esoterismo islámico donde, por ejemplo, el Principio esencial queda velado por los Atributos, que a su vez quedan velados por los Actos y estos por la circunstancia de manifestación; aunque siempre sugiriendo, simultáneamente, la unificación de los tres mundos en una instantánea conversión metafísica.

De esta manera, con las breves paráfrasis expuestas hemos de justificar, en alguna medida, lo que sigue a continuación respecto a un tratamiento interrelacionado con el que debe considerarse la noción de çifra, del árabe çifr = 0 (que tampoco deja de no ser un número) y de donde se relaciona sifr para designar un libro sagrado y simultáneamente la Esencia o su “secreto” más elevado, en tanto que sea posible aludir-Le. [20] Asimismo, por cuestiones de operatividad entre otros motivos, y siguiendo la tradición profética de no dar lugar a reflexiones directas sobre la “Esencia”, [21] puede el método de revelar, a ejemplo del aplicado por el Sheikh Al-Alawi, referirse a lo “mismo” en lo “otro”, ya que en la tradición islámica todo se resume en Allâh , teniendo muy en cuenta su permanente indefinición, siendo que sus nombres, atributos y cualidades vendrían a ser los velos, en tanto que, y de acuerdo una vez más los términos utilizados por René Guénon, representarían como posibilidades de manifestación correspondientes por transposición de analogía a las posibilidades de no-manifestación.

Así, el Punto, llamado “Unidad de percepción” sería la Unidad no afirmada, es decir el Cero metafísico afirmado, cuyas relaciones en los términos expresados o si se quiere “límites” (en el sentido de la doctrina del barzaj) aún no explicarían todo lo susceptible de instituirles, siquiera abarcarían la Realidad de la Posibilidad Universal; pero que, sin embargo, constarían mediante la ciencia de la alusión aplicada por el Sheikh, y cuyo séptimo escalón concierne precisamente a las “alusiones de lo incognoscible”. Aunque siempre, y en todo caso, en lo que a la ciencia de referencia se dice, convendrá remitirse a la invitación y a las justas indicaciones del Sheik respecto a un legítimo conocimiento, que salvo las excepciones de rigor, debe asimilarse gradualmente a partir del dominio previo de un necesario soporte literal antes del paso “de las palabras a la letra”, y sobretodo, antes de abismarse en aquello que - expresado como “Unidad de percepción” en el acto de revelar (y no de confundir) - “era antes que las letras, cuando no había ninguna, y será todavía cuando ninguna letra sea”. Tal la Esencia de la çifra o el Cero metafísico.

Asimismo, y según tradiciones del Profeta, todos los libros revelados se hallan sintetizados en el Corán. El mismo Corán está condensado en la sura al-Fâtiha (La Apertura) y esta, a su vez, en la basmala. La doctrina puede completarse, según otras tradiciones que proceden del Imam ‘Alî, cuando se expresa que la basmala anida en la letra bâ’, encontrándose esta misma como resumida en su punto diacrítico, en tanto correspondiendo a la primera gota de Tinta divina (midad) caída del Cálamo, es decir, el punto del envolvimiento de la Revelación.

Tal punto representa a modo de diagrama e ideográficamente el centro del primer dominio orbital que contempla simultáneamente todas las direcciones posibles, es decir, tratándose en realidad de la “esfera primordial” de la que se originan todas las formas particulares por distinción o diferenciación, lo cual no objeta que el Sí mismo pueda ser de algún modo considerado divisible y con partes. Según los términos de René Guénon, ello concierne a la concepción de la “multiplicidad universal en su Unidad, o más bien en Su <no-dualidad>

[…] y, si Él puede ser considerado así, es porque conlleva en Sí mismo todas las posibilidades, sin que estas sean en modo alguno partes de Sí mismo” [22]

En el esoterismo islámico la referencia corresponde a los “misterios dominicales” (Arâr rabbâniyyah ) en tanto que la “omnipresencia” de Allâh y en cuanto contemplado como abarcando todos los aspectos de la Divinidad que, mediante la basmala (Con el Nombre de Allâh), resultan actualizados en su Unidad; por lo cual, también, cada musulmán abre ante sí la posibilidad de orientación en su Infinitud.

De esta manera, dicho Punto puede acabar significando, según Al Alawi, “la vía de realización perfecta de la Unidad”, y también para Ibn Arabi, en otro aspecto complementario, el tema encierra la clave de la sunna del Profeta Muhammad (s.a.s.) como la más acabada, insuperable y completa fusión entre tashbîh y tanzîh , ya que implica de los Nombres divinos, al “Misericordioso” (al-Rahmán ) que es equiparado en el Noble y Generoso Corán con el nombre que no tiene asociado:

“Di: Invocad a Allâh o invocad al Misericordioso” [23]

O sea, el más cabal, inclusivo y unificador de todos los Nombres divinos, entendiendo aquí que la Misericordia de Allâh (Rahma) se desprende del subscriptum de la bâ’, es decir, en la raíz de la manifestación, abarcando a todos los seres en su unidad primordial (el-Bâri ) sin que esta se vea afectada por multiplicidad alguna, ya que tal unidad primordial no es más que el No-Ser afirmado; o sea, aquello que, a la vez, sólo puede encontrar fundamento válido, al decir de Guénon, en la Posibilidad total:

”[…] tanto “lógica como metafísicamente […]” [24]

De tal modo, aproximándonos a un vislumbre de aquello que se entiende como “analogía inversa”, hemos considerado necesario, en este apartado, el explayarnos lo más resumidamente posible sobre referencias concernientes a las relaciones de expresiones tradicionales aparentemente complejas (tales como Cero metafísico no afirmado y afirmado o Uno no manifestado y manifestado [25] ) contenidas a su vez en “la ciencia de las letras” y que, además, estimamos en parte pueden ayudar a justificar nuestras observaciones sobre las alusiones de René Guénon como superpuestas en su dedicatoria. Por ejemplo, aquello correspondiente a los atributivos otorgados por nuestro autor al Sheik Abder Rahman Elish El Kebir que ocupan precisamente el lugar central de dicha dedicatoria, y cuya traducción a principios les hace constituirse en una figura [del principio] de la manifestación universal, puesto que la conversión de tales atributivos, entre otras cosas, expresa perfectamente ideas de Orígen, Centro y Fin formados del Uno no manifestado (sin afectar lo que este representa), y en tanto que reunidos representan así el Uno manifestado. En otras palabras, el “Centro del Mundo” o la manera de revelar, por inclusión, el “grado universal” del esoterismo islámico que resume sintéticamente a todos los demás grados.

El-Haqq y el-khalq

Ahora bien, completando lo que acabamos de aludir, más lo que decíamos en el apéndice inicial de nuestra anotación, obsérvese en lo que concierne a la dedicatoria de referencia (y respecto a los tres nombres atributivos) la importancia de tener en cuenta el método de conversión tradicional mediante el cual la antonomasia y la nisba son superadas pasando a designar propiamente principios en tanto ellos se correspondan con las “cualificaciones” reales de un determinado ser (como es este caso) y en cuanto no se apliquen a su individualidad, sino esencialmente a funciones representativas del orden universal.

Así, de los atributos concernientes a “El-Alim El-Malki El-Maghribi ” no sólo surgen diversas concordancias e inagotables analogías como veíamos, sino también los correspondientes significados según el orden del Adjab, y sobretodo la partición jerárquica de acuerdo a la analogía del Macrocosmos y el Micocosmos. Además, es probable que en esta línea el Sheikh Abdel Wahid Yahya no sólo haya revelado cierta índole de uno de los estrados más elevados de la “rama shâdhilita” con relación a dignidades efectivas y funciones operativas (de sus dignatarios) [26] vinculadas al respectivo “escaño” en el “Centro del Mundo”, sino también, las especiales tareas adscriptas a la transmisión del conocimiento en el Maghreb (es decir, por extensión, a todo Occidente). Para una pertinente corroboración de lo dicho basta prestar una debida atención a ciertas operaciones de la ciencia tradicional respectiva sobre estos nombres incluyendo la nisba (El-Maghribi) [27] que, entre muchas cosas, revelarían así, por conversión, los indicadores de una precisa función tradicional que tal como indicábamos, parecería no haber sido ajena al mismo René Guénon. [28]
Además, nuestro autor señala distintas asimilaciones o designaciones de lo que en realidad es un principio y que puede ser manifestado por un centro espiritual, por una determinada organización tradicional o por un jefe de la misma cuyo grado de conocimiento le permite ejercer su función en carácter de expresión humana asimilada a dicho principio y por lo cual queda como abolida su individualidad. Por otro lado, no es difícil hallar relaciones diversas con el tema que estamos tratando. Por ejemplo, y en cuanto a la cita que reseñábamos del Sheik Al Alawi respecto del “Hombre Universal” (véase la nota 16) podría ser interesante cotejar su correspondencia con las consideraciones de René Guénon sobre el mismo punto, peculiarmente las justificaciones relativas a la transposiciones analógicas que se desprenden a partir de la idea del hombre (por extensión de sus nombres y títulos tradicionales) y por ende a la designación de “Hombre Universal”. [29]
De tal manera, si se elige, entre los tantos modos de expresión analógica, estudiar tradicionalmente un nombre o un título con los correspondientes atributos y la carga de simbolismo que conlleva surgirán múltiples aspectos entre los cuales probablemente habrá que prestar atención a dos de los más recurrentes y principales que serían inherentes al aspecto interno con relación al Principio y al aspecto externo relativo a la producción manifestada, portadores además, de múltiples sentidos en acuerdo al grado de reflexión o al orden que representen de lo que en realidad son propiamente estados [30] .
Evidentemente, esto mismo, más que otra cosa, implica una operación de síntesis perfectamente aludida en aquello que referíamos respecto a “resumir las palabras en las letras”. De ahí la plena coincidencia entre el Sheik Al-Alawi y el Sheik Abdel Wahid Yahya respecto a los dones Tradicionales encerrados en la “ciencia de las letras”. Así, el denominado “secreto de los secretos” ( sirr el-asrâr) se resume en el punto supremo del alif, reflejándose simultáneamente en el punto diacrítico de la letra ba de cuya verticalidad y horizontalidad, en una imagen alternativa, se deducen las relaciones entre principios de actividad y pasividad. Sobre el reflejo de dicho punto en la letra ba decía René Guénon:

“[…] en tanto que este punto es el centro de la ‘circunferencia primera’ (ed-dâirah el-awwaliyah) que delimita y envuelve el dominio de la Existencia universal, circunferencia que por lo demás, vista en simultaneidad en todas las direcciones posibles, es en realidad una esfera, la forma primordial y total de la cual nacerán por diferenciación todas las formas particulares”. [31]

En el mismo artículo de referencia se completan las consideraciones relacionadas, entre las cuales se explica, en este orden de analogías, el papel de la letra ba como origen de la creación, siendo a la vez “el ‘medio’ y el ‘lugar’ de la misma” por lo cual debido al carácter de representación de Er-Rûh (el “Espíritu”) entendido como “Espíritu total de la Existencia universal” se comprende el “mandato divino” (min amri’ Llah) y “la doble función de ‘instrumento’ y de ‘medio’ universal”, además de puntualizar los siguientes datos tradicionales:

“[…] sería menester guardar bien que, según la ley de analogía, lo que es pasivo o negativo en relación a la Verdad divina (El-Haqq) deviene activo o positivo en relación a la creación (el-khalq). Es esencial considerar aquí estas dos caras opuestas, puesto que lo que se trata es precisamente, si puede expresarse así, del ’límite’ puesto entre El-Haqq y el-khalq, ‘límite’ por el cual la creación es separada de su Principio divino y se le une a la vez, según el punto de vista con el cual se lo considere; es pues, en otros términos, el barzakh por excelencia; y, de igual manera que Allah es ‘el Primero y el Último’ (El-Awwal wa El-Akhir) en el sentido absoluto, Er-Rûh es ‘el primero y el último’ relativamente a la creación […].”

“[…] Otra consideración que concuerda enteramente con esta interpretación es esta: en la figuración del ‘Trono’ (El-Arsh), Er-Rûh está colocado en el centro ... El ‘Trono’ es el lugar de la ‘Presencia divina’ ... Por lo demás, puede decirse inclusive que, de una cierta manera, Er-Rûh se identifica al ‘Trono’ mismo, ya que este, rodeando y envolviendo a todos los mundos ..., coincide por ahí con la ‘circunferencia primera’ que hemos cuestionado más atrás. Se reencuentran todavía aquí las dos caras del barzakh: del lado de El-Haqq, es Er-Rahmân quien reposa sobre el ‘Trono’; pero, del lado de el-khalq, no aparece en cierto modo más que por refracción a través de Er-Rûh [...]” [32]
No carece de importancia, a modo de resaltarlas especialmente, el consignar al menos una selección de estas estimaciones, no solamente por llamar la atención sobre la puerta entreabierta que nos señala Guénon, como vía de inagotables alusiones y de transposiciones analógicas, sino también porque se inscriben en la sumatoria de elementos que justifican en cierto modo el tratamiento de nuestro tema. Así, en otro artículo relacionado, [33] el mismo Guénon a propósito de la Kábala hebraica con relación a los “intermediaros celestes” reitera de un modo peculiar, una vez más, estas mismas cuestiones (téngase en cuenta las estrechas relaciones habientes entre la lengua árabe y la hebrea) destacándose para el interés de nuestro estudio el pasaje relacionado con las asociaciones derivadas de la trilítera mlk que, como toda raíz, puede llegar a promover diversas actualizaciones vocálicas sin perder por ello el fundamento consonántico, como también, por otro lado, a la luz del simbolismo fonético, ser susceptible de asonancias análogas.

Aquí mismo, en cuanto al motivo principal de nuestra anotación, se impone culminar colacionando lo que anunciábamos respecto de El-Malki [34] situado por René Guénon en el centro de la dedicatoria de referencia, por ende en el centro del diagrama geométrico congruente a la misma. Es más, siguiendo el trazo del eje vertical notemos que dicho atributivo se halla inmediatamente debajo de Rahman, uno de los nombres del destinatario lo cual se verá, no sólo se corresponde en un orden simbólico preciso respecto a El-Haqq y el-khalq y sobre la posición de grado remitida a la noción de “limite” de la que hacíamos correlación, sino además, coincide plenamente con las consideraciones análogas precedentes [35] que podrán ser desarrolladas ulteriormente por los seguidores de la obra de René Guénon interesados en el punto, y probablemente completarlas.

Por nuestra parte, cumplimos en avisar que nos ha faltado consignar algunos comentarios sobre el atributivo El-Alim cuyas posibilidades de asociación en el sentido indicado posiblemente se revelen con cierta facilidad a la perspicacia de los interesados. Asimismo, queda pendiente un desarrollo respecto a la cuestión crono-geográfica o fecha de la dedicatoria que revelarían notablemente aspectos de suma importancia, sin negar lo que se dice sobre una indicación indirecta de la shahâdah de nuestro autor. Igualmente, algunas estimaciones sobre una posible transliteración rigurosa de las letras que conforma la grafía árabe (para uso correcto del Abjad y de otros métodos tradicionales según cualificados conocedores del tema) y que podríamos tratar en otra ocasión.

Por último, vale reiterar lo que decíamos al principio en cuanto ni siquiera podemos soñar con agotar la cuestión, aunque el motivo haya sido un texto breve en apariencia; pero, bien entendido cuando de simbolismo tradicional se trate, siempre habrá otras aristas promotoras de diversas consideraciones junto con aquello que, forzosamente, escapará a los límites de una anotación.

NOTAS.-

[1] Acerca de los distintos sentidos de todo texto tradicional cabe de entrada hacer una aclaración fundamental, a efectos de poder vislumbrar o apreciar adecuadamente, aquello que simultáneamente une y separa a las utilidades (pedagógicas, tropológicas, etc.) y a la verdad que en ellos se expresa, ya que tal superposición también delimita el intervalo entre la interpretación y la aprehensión. Es decir, el fiel de la balanza que permite discernir el alejamiento o el acercamiento a la verdad pura de todo aquello que se expresa con palabras.

[2] Adviértase, en toda formulación tradicional, que su literalidad nunca queda abolida siendo por lo general el primer paso obligatorio. Por lo demás, téngase en cuenta que el objetivo “a comunicar” de un sentido tradicional, pasible de alusión o simbolismo en su mensaje, no se limita a la exclusividad de una actuación técnica que determina la coherencia lógica y gramatical del lenguaje. Es decir, al resultado del ejercicio del habla en cuanto puramente discursivo ya que, con carácter de prioridad, la proposición incluye la posibilidad de revelar a quien corresponda ciertas transposiciones no habituales imbuidas de una cualidad sintética que permite la abreviación de las palabras en las letras. Esto último, se refiere a una transmisión de orden fundamental en carácter de aquello expresado en el Islam como “dones” y dentro de un ambiente cualitativo dado, por lo cual se advierte la imposibilidad de cualquier intento de vulgarización o de sistematización desde la óptica tradicional.

[3] “El simbolismo de la Cruz”, capítulo homónimo, nota 2.

[4] Consideremos, que estas líneas no han sido puestas solamente en la disposición lógica de un discurso laudatorio, tomando en cuenta lo que se implica de toda expresión que contemple rigurosamente el orden tradicional. De tal modo, si observamos la sexta línea en el orden de lección correspondiente a la datación crono-geográfica dispuesta al pie (derecha de la lectura e izquierda del lector) notaríamos que es precisamente la que habilita el trazo inclinado de una tercera recta en el gráfico geométrico crucífero comprobable a partir del texto, y que completa a las otras dos rectas (vertical y horizontal) formando la figura de una Cruz de tres dimensiones.

[5] Adviértase que, en realidad, toda transliteración trascripción o traducción es defectuosa en todos los niveles, sobremanera por el lado esencial de las cuestiones. A este respecto apuntaba Guénon:
[…] en lenguas como el hebreo o el árabe el significado de las palabras es inseparable del sentido literal, y sería imposible dar de ellas una interpretación completa en cuanto a su sentido más profundo, el que verdaderamente importa desde el punto de vista tradicional e iniciático (pues no hay que olvidar que se trata de “lenguas sagradas”), sin tener en cuenta el valor numérico de las letras que las componen […]

Y agregaba en la nota Nº 11 correspondiente:
“Es esta una de las razones por las que la idea de escribir el árabe en caracteres latinos, emitida por algunos so pretexto de ‘comodidad’ es totalmente inaceptable e incluso absurda (esto sin perjuicio de otras consideraciones más contingentes como la de la imposibilidad de una trascripción verdaderamente exacta, precisamente porque no todas las letras árabes tienen su equivalente en el alfabeto latino). Los verdaderos motivos por lo que ciertos orientalistas se hacen propagadores de esta idea son, por lo demás, completamente distintos de los que esgrimen, y, han de buscarse en una intención ‘antitradicional’ en relación con preocupaciones de orden político…”. (Ambas citas en “Kabbala y ciencia de los números” publicado en “Le Voile d’Isis”, mayo de 1933. Artículo incluido en la compilación “Formas tradicionales y ciclos cósmicos”.

[6] En rigor, se trata, en sus antecedentes, de inscripciones sobre materiales duros y elementos perdurables.

[7] Esto debe entenderse, cuando las partes de la exposición, sea cual fuere el nivel al que se refieran, están verdaderamente unificadas por el conocimiento rector que les anima, ya que estas son consideradas en la unidad de su principio mismo sin perjuicio de la multiplicidad de las expresiones. Lo contrario es cuando ocurre una suerte de inversión que, entre otras cosas, es producto del plagio en lugar de la asimilación efectiva; y en tanto que las palabras son reunidas sistemática y artificialmente en cuanto adquieran exclusivamente un carácter hipotético (fragmentario) y contradictorio (incoherente) e incapaces de reflejar una unidad análoga a la consciencia de la verdad principial. Señalemos que esta misma virtud, para dar un ejemplo puntual del tema (análogo a otras cuestiones diversas) es la que permite por medio de ciertas cualificaciones que le son inherentes, discernir certeramente sobre las condiciones mentales particulares del autor de cualquier fragmento sea manuscrito o ya moldeado, puesto que no se trata de nada relacionado a una “grafología” o a un “ductus”, sino de uno de los “dones” secundarios de la tradicional ciencia de las letras. En otro nivel de referencias más general, el tema se halla relacionado a las nociones de “síntesis” y “sincretismo” en el sentido empleado por René Guénon.
Sobre el tema del sujeto y del objeto véase el cap. XVII de “El simbolismo de la Cruz”.

[10] En alusión de la doctrina del Barzaj en el esoterismo islámico.

[11] En nuestro caso, y según la invitación (por orden capital) de remitirse a la “ primera idea de este libro” implica la alusión de estar ante un “apéndice” de las escrituras tradicionales que, a su vez, son traducciones del Libro del Mundo en calidad de arquetipo de todos los textos sagrados por lo que aquí mismo se impone el objetivo de transposición hacia El Libro Primordial, y cuya primera operatoria práctica consiste en sintetizar o resumir las palabras en las letras.

[12] En efecto, el término “recuerdo”, en este contexto, alude sobre algo que no es de este mundo, caso contrario al de “memoria” y tal como, en una de sus analogías, precisaba René Guénon en una carta a Ananda K. Coomaraswamy:
“Por lo que concierne a la cuestión de la ‘memoria’, la manera en la que usted la enfoca es muy exacta; es muy cierto que la memoria, en el sentido ordinario, es algo que pertenece exclusivamente a ‘este’ mundo y que no puede seguir al ser a otro estado, por lo tanto, está entre los elementos que, en el momento de sus paso a este, debe dejar tras el; no es posible comprender, por otra parte, cómo esta memoria, como tal, podría volver a encontrarse en un estado cuyo carácter no es ya temporal; no puede subsistir entonces más que lo que le corresponde aquí ‘intemporalmente’, si se puede decir, y que por eso mismo no es ya una ‘memoria’ ”. (El Cairo, 5 de noviembre de 1936).

[13] Además, obsérvese que si cambiamos el sentido lógico del texto y efectuamos una lectura en dirección contraria, que bien podría ser una sugerencia o reflejo de la verdadera analogía inversa, el ciclo textual culmina justamente en la preposición “de” acabando la lectura, donde desaparece la grafía (determinación) y prevalece el blanco o espacio vacío (silencio).

[14] “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”, cap. VI.

[15] Entre otros mencionado por P. Kraus en “Jabir et la sciencie grecque”, Instituto de Egipto, t. XLIV, El Cairo, 1942 citado por Pierre Lory en nº11, 1985.

[16] Véase su “ Al-Insân Al-Kamîl”.

[17] “El Hombre y su devenir según el Vedanta”, cap.XV.

[18] Véase su “Al-Alminah Al-Quddûsiyya”.

[19] Ibid.

[20] Sobre las consideraciones entre el cero metafísico y el punto como símbolo de la unidad véase “El simbolismo de la Cruz”, cap. IV.

[21] Véase nuestro apunte sobre “René Guénon y el esoterismo islámico”.

[22] “El Hombre y su devenir según el Vedanta”, cap. X.

[23] “El Viaje Nocturno” - 17:110

[24] “Los Estados múltiples del Ser”, cap. V.

[25] Entiéndase, de estos términos, que han sido una solución magistral de parte de René Guénon (por su veracidad y coherencia) para adecuar particularmente a la mentalidad occidental nociones metafísicas propias de tradiciones como la hindú, la china, etc., como también los aspectos esenciales de la hebrea o musulmana, entre otras, y que de no ser así, probablemente esas mismas nociones hubiesen seguido siendo teóricamente indescifrables para los componentes interesados de dicha mentalidad que han tenido oportunidad de acceder a su obra.

[26] Por ejemplo, dichos apelativos, que pueden en el plano humano expresar algún carácter social o administrativo son, esencialmente, desde el punto de vista del simbolismo tradicional, testimonios concordantes o expresiones equivalentes que tienen por función remitirse a los principios; por ende, representar en realidad grados de iniciación y por lo cual sería legítimo preguntarse si en verdad Guénon, en este caso, no hacía más que caracterizar veladamente los diversos estados logrados mediante los correspondientes grados iniciáticos efectivos, asimilados y reunidos en la personalidad del Sheik Abder Rahman Elish El Kebir , de acuerdo a lo que el esoterismo islámico denomina como “niveles de la Iniciación” (Tartîbut-taçawwuf ).

[27] Entre múltiples analogías, dicha nisba revela una función de la cual, entre sus diversos grados, puede ser el que corresponde a un aspecto “jurisdiccional” una de cuyas acepciones se presta muy bien como sujeto de alusión o de transposición a la expresión tradicional de “Guardián de la puerta hacia Oriente” incluyendo las consiguientes referencias a los términos de una geografía sagrada que involucra al Maghreb como una verdadera “frontera interior”. Dicha “frontera” encuentra su soporte en una geografía física cargada de topónimos, antropónimos y leyendas preexistentes que, sin dificultad alguna, han sido recreadas y vinculadas simbólicamente con los orígenes del Islam en la región. Para citar un par de casos (entre innumerables ejemplos por todo el Maghreb) mencionemos aquellos que se refieren a los “Siete Guardianes” en el aduar de Alloun o los “Siete Patrones” de Marruecos, lo cual, en cierto modo, puede llevar a prestar una considerable atención a las actuales celebraciones “sufis” que rememoran el peregrinaje de los “Siete Regraga ” (de la tribu de chiadma ) a la casa del Profeta Muhammad (s.a.s.) por medio del cual fueron directamente islamizados y alcanzaron el estado de intimidad. Todo lo cual parece homologar la doctrina fundamental del esoterismo islámico concerniente a los siete Aqtâb respecto de su subordinación a el-Qutb el-Gawth (el Polo Supremo). Por otro lado, estas figuras de contenido tradicional se encuentran precisamente subsumidas (de acuerdo a la nomenclatura simbólica del número siete) en el simbolismo de la Cruz, cuya doctrina metafísica posee una especial expresividad en el esoterismo islámico, y particularmente dentro de la vía shâdhilita . Desde este punto de vista, es posible señalar alguno de los aspectos inopinados que provienen de las inagotables derivaciones concernientes a la obra de Guénon. En este caso puntual, lo que significa en términos de simbolismo islámico asumir las funciones encerradas en la voz de referencia. Ahora, para quienes se ciñan exclusivamente a las referencias fácticas y se pregunten - ¿Qué tendría que ver Guénon con el Maghreb ya que residía en El Cairo, es decir, en el Mashreq (Levante)? – cumplimos en mencionarles que no por nada uno de los tantos nombres simbólicos de El Cairo es precisamente “Alacena del Maghreb ”, y además sugerirles, previo dominio del simbolismo geográfico pertinente, un estudio atento de la dedicatoria de nuestro tema ya que, en las más diversas épocas, una mayoría de “dignatarios shâdhilitas” (y de otras ordenes relacionadas) por razones circunstanciales (como el caso de Abû Madyan) o aún sin importar su lugar de residencia han sido denominados con la citada nisba. Al respecto, obsérvese que con el mismo título era llamado Abdul Hadi (Ivan Agueli) por lo que se hace probable aprehender ciertas vinculaciones y hasta el mismo motivo por el cual también Guénon, en algunos círculos islámicos, es así referenciado.

[28] Completando la nota precedente y respecto a la noción “territorial” de Magreb es oportuno mencionar que se ha revelado siempre como de crucial importancia para los destinos de Occidente, ya que entronca con ciertas determinaciones relativas a la importancia del Mediterráneo, “la blanca mar intermedia” (en árabe Al-Bahr al-abiadh al-mutawassit ) por donde han pasado fenicios, cartagineses, romanos y bizantinos hasta ser relevados por los musulmanes constituyéndose así en el paso hacia la marca más occidental de Dâr al-Islam. Asimismo, recordemos además, que tanto las voces Maghrib, Maghreb o Magrebal-Magrib ) corresponden a las grafías occidentalizadas en inglés, francés y español respectivamente. Antiguamente, la voz al-Magrib al-Aqsâ parece haber sido la designación árabe de Marruecos , aunque tradicionalmente, dicha designación ha sido extendida no sólo a la región del Norte de África. Señalemos también, que de la posterior intervención colonial europea se ha derivado una confusa variación del término como nombre propio, lo cierto es que su significado literal sirve exactamente para designar la porción más occidental de las tierras del Islam: al-Yazirat al-Magrib, “la Isla del Poniente”, “el lugar por donde se pone el Sol”. Añadimos de paso, que por oposición al Mashreq (Levante), se desprende también, como se sabe, todo un simbolismo de fundamental importancia con inagotables aplicaciones de orden secundario, por caso, algunas cuestiones espacio-temporales. Téngase en cuenta, en este renglón puntual, que así se trate de la correspondiente “geografía sagrada”, de cuestiones temporales sujetas al “orden cíclico” o de cualquier representación análoga siempre surgirán, desde el punto de vista tradicional, otros tantos referentes diversos que apuntarán a la misma visión de síntesis. Avisemos, por ejemplo, sobre aquellos implicados en el simbolismo de “la puesta del sol” que sugieren “el lugar de las sombras” o “el lugar de la noche” aludiendo al mismo tiempo al color negro en su doble aspecto superior e inferior y de acuerdo al punto de vista con que se lo encare. También, vaya otra referencia que sugiere una representación particular o una mirada desde el exterior de aquella doctrina fundamental que se desprende del simbolismo del barzaj, en tanto se considere simultáneamente un sentido exterior y definido de “límite” y otro más esencial de “mediador” todo lo cual, salvando apariencias y orden de referencias, se halla relacionado a la función que describíamos y que de ninguna manera acaba el punto en cuestión.

[29] Véase “El simbolismo de la Cruz”, cap. II y XXVIII.

[30] La misma noción de “estados”, a efectos de una aclaración fundamental con relación a nuestro tema, nos lleva a la consignación de la siguiente cita de René Guénon:
“El Ser, al no ser más que la primera afirmación, la determinación más primordial, no es el principio supremo de todas las cosas; no es, repitámoslo, más que el principio de la manifestación, y se aprecia aquí hasta que punto es una restricción la pretensión de reducir la metafísica a una mera ‘ontología’; hacer así una abstracción del No-Ser significa excluir todo lo que es más verdadera y puramente metafísico. Señalada esta circunstancia, concluiremos así en lo que concierne al punto que acabamos de tratar: el ser es uno en sí mismo y, consiguientemente, la Existencia universal, que es la manifestación integral de sus posibilidades, es única en su esencia y naturaleza íntima; pero ni la unidad del Ser ni la ‘unicidad’ de la Existencia excluyen la multiplicidad de formas de la manifestación y de ahí la ‘indefinidad’ de grados de la Existencia, en el orden general y cósmico, y la de los estados del Ser, en el orden de las existencias particulares. La consideración de los estados múltiples no entra en contradicción, por tanto, con la unidad del Ser, como tampoco con la ‘unicidad’ de la Existencia fundamentada en aquella unidad, pues ni la una ni la otra son afectadas en nada por la multiplicidad; y de ahí resulta que, en todo dominio del Ser, la constatación de la multiplicidad, lejos de contradecir la afirmación de la unidad o de oponerse a ella de alguna forma, encuentra ahí precisamente el único fundamento válido que pueda dársele, tanto lógica como metafísicamente ” (“Los estados múltiples del Ser”, cap. V)

[31] “Apreciaciones sobre el esoterismo islámico y el taoísmo”, cap. V.

[32] Ibid.

[33] “El Rey del Mundo”, cap. III.

[34] Un dato proveniente del “horizonte” incaico, en el mundo aborigen prehispánico, al menos curioso, consiste en que la misma voz Malki era utilizada para denominar el centro de un claro en el bosque donde se oficiaban ciertos rituales reservados. Posteriormente, en una suerte de subsistencia residual, la misma voz pasó a designar, en los guiones teatrales aborígenes, el lugar central ornado de vegetación donde se suceden las interpretaciones y exclamaciones sin especificaciones temporales o espaciales y con la característica de conservarse fuera de todo acto, cuadro o marco escénico preestablecido.

[35] Por ejemplo, y para indicar una línea de orientación a desarrollar (entre las inagotables derivaciones analógicas de este tema) respecto a la conversión de los nombres y atributivos de referencia, en la cual estos últimos desembocan también en una figura del principio de la manifestación universal, téngase en cuenta su asociación simbólica al círculo con el punto central, y que es también una figura del denario. Ahora bien, si se suman las letras del nombre del destinatario da un resultado de 23 y la suma de los atributivos 32: 23+32=55, de donde 5+5=10 en otra de las tantas y notables correspondencias habientes.

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