Notas:
1) Ya que, como muy bien lo ha intuido Mathesius (Analytische Vergleichung) así se definen las comparaciones entre lenguas de tipos diferentes sin tener en cuenta las relaciones de origen. Es decir, entre otras cosas, refiriéndose a la tendencia moderna de la “Morfémica” en aquel aspecto cuantitativo que han tomado los elementos que se agregan a la raíz o aludiendo al “espíritu” de sistema que caracteriza a las reglas de la desinencia lo cual, evidentemente, ha ayudado a generalizar una estructura mental que considera las voces tradicionales como anticuadas respecto de una evolución de significados. Esto mismo, no sólo habla de una abstracción sobre la realidad y el objeto que expresan como figuras formales las hablas tradicionales, sino también de la negligencia hacia el simbolismo y los datos tradicionales que revelan su contenido esencial, su actualidad o su universalidad. Por supuesto que, esto que decimos, se halla meticulosa y “científicamente” afirmado en el sentido lingüístico que adquiere la correspondiente fórmula denominada como "Arcaísmo", tal como es consignada en los manuales especializados.
2) No olvidemos que, en la concepción tradicional, los diversos sentidos “fluctúan”, por así decir, entre lo “interior” y lo “exterior”. Así, en el teatro de la naturaleza virgen el hombre tradicional, en una primera instancia, contempla el Sol a visión normal como al principal actor, moviéndose de tal manera alternativa que primero derrama en las regiones abundancia de luz y luego las sume en la obscuridad; rigiendo la variación de los climas y produciendo las respectivas temporadas de cuyos cambios proceden origen, causas y costumbres de todos los seres vivientes engendrados en el aire, en la tierra y en el mar.
3) Es necesario advertir que el significado de “asociación” en el orden tribal guarda por lo general un sentido tradicional con relación a los principios trascendentes que rigen la comunidad. De hecho siempre han existido sociedades intermedias del tipo artesanal o “iniciática” (aquí nos referimos, precisamente, a las denominadas como “sociedades de máscaras”), de acuerdo a las formas y características propias de cada nación. En cierto modo, similares a los gremios y agrupaciones de la Edad Media, o como aún se estila en ciertos sectores del Islam. Esto mismo, se diferencia profundamente del término association en el vocabulario antropológico impuesto por R.H. Lowie en su obra Primitve Society (1920) para designar “las unidades sociales que no están basadas en el parentesco”, como también de la evolución de significados que sufriera el término francés en otra obra traducida del mismo autor (Traité de sociologie primitive, 1935) y en las sucesivas obras de etnólogos y antropólogos de distintas nacionalidades que han seguido, con diversos matices, la misma línea de pensamiento.
4) Desde el punto de vista tradicional todo ascetismo comporta la doctrina metafísica del sacrificio que apunta al “despojamiento” de la máscara en representación de la individualidad a condición de mostrar la única realidad del Ser que, en orden a su esencia, solo puede designarse en Sí-Mismo. Tal, por ejemplo, el profundo significado del ayuno, las privaciones y mortificaciones corporales (aspectos fundamentales del rito) que animaban los antiguos rituales en la danza del Sol (entre los siux- oglalas que habitaron las llanuras al oeste del río Missouri). Por dicho motivo, en su lengua lakota, la designación de wi wanyang wacipi no sólo enuncia literalmente a la “danza de mirar fijamente al Sol”, sino en superposición (y más propiamente) a “hacerse uno con el ojo del Sol”, es decir, identificarse con el Sol espiritual o la Personalidad de Wakan Tanka lo que, evidentemente, impone el requisito de superar la visión del hombre individuado o común y asumir las responsabilidades de una vocación iniciática, las cuales, precisa y técnicamente, se hallaban supervisadas por el clan sacerdotal y expresadas en cada fase ritual.
5) Sobre este punto en particular importa añadir que, lo expresado, es tan sólo una mera aproximación a la hoy insospechada realidad de las designaciones tradicionales, cuales comportan una pluralidad de estadios simultáneos y una escala de sentidos precisos, tal como lo demuestra (entre tantos ejemplos) el significado íntimo o habla secreta de los Chilames del clan Balam (área maya de Yucatán) denominado como Zuyua (Véase nuestra anotación “El lenguaje de Zuyua”) refiriéndose a cuestiones mucho más profundas que su aparente “máscara” o cobertura en forma de acertijos, como también del modo moderno en que esto ha sido consignado en aquellos libros denominados “de Chilam Balam”.
6) Una de las pocas excepciones sería el trabajo “La máscara sagrada” de Titus Burckhardt. (Versión española en “Símbolos”, J.J Olañeta Editor).
7) Véase nuestra anotación “Retratos del simbolismo Papúa”.
8) Esto mismo, se encuentra estrechamente relacionado con las diferencias fundamentales entre “Sí mismo” y ”yo” o entre “personalidad” e ”individualidad” estudiadas por René Guénon en “El hombre y su devenir según el vedanta”, cap. II y X.
9) Por sólo dar un ejemplo, traemos a colación la voz talamasca, una de las variedades latinas de la palabra máscara aparecida en el siglo IX y diferenciada de las necesarias y sanas farsas populares, ya que venía acompañada de ciertos ritos enigmáticos, como de manifestaciones grotescas y excesos macabros que motivaron la célebre impugnación de Hincmar, el obispo de Reims.
10) Nos referimos a ciertos intentos de restaurar manifestaciones meramente formales que se encuentran actualmente vaciadas de su contenido cualitativo y ya no corresponderían a los eventos determinantes de la época actual.
11) Estas consideraciones (igual que todas nuestras anotaciones) se limitan simplemente a demostrar que todos los aspectos concernientes a las sociedades “arcaicas” o “primitivas” han sido eminentemente tradicionales en su estado de originalidad o normalidad dando, sin lugar a dudas, testimonios de una metafísica “sin epítetos”, sin embargo, esto mismo, como decíamos en la nota precedente, no avala de ningún modo cualquier intento actual de una supuesta “reconstitución formal” por estrictas razones de orden cíclico.
12) Véase “El simbolismo del teatro”. Cap. XVIII de “Apreciaciones sobre la Iniciación.” (París, 1946).
13) Recordemos que la primera convención, antes de la generalización del concepto “fetiche” para el uso etnológico del “cientificismo” de finales del siglo XIX y principios del XX se remitía a definirlo como un objeto cargado de “fuerza mágica” y reverenciado por las “sociedades primitivas”. Luego, por su evidente ambigüedad e improcedencia, la palabra cayó etnográficamente en desuso siendo suplantada por otra igualmente imprecisa: la de “animismo” (Véase nuestra anotación “Antropología e indigenismo...”). Sin embargo, lejos de desaparecer, tal nominación se ha extendido proteicamente en diversas áreas (psicología, historia, arte, etc.) y, actualmente, en el uso corriente del lenguaje (“actor fetiche”, “modelo fetiche”, “juguete fetiche”, “libro fetiche”, etc.). Uno de los primeros en montar un marco ideológico al término fetiche (Del Fr. fétiche) ha sido el biólogo inglés Sir John Lubbock (1834-1913) en su obra “La civilización primitiva”. Como vecino y admirador de Charles Darwin añadamos a la referencia que, en su carácter de prehistoriador y autor popular, además de biólogo, contribuyó a la expansión de la teoría evolucionista en los más diversos ambientes.
14) Maha Purusa: “La Identidad Suprema”, Bulletin of the School of Oriental and African Studies, VIII, 91-99 (1935). Traducción por Pedro Rodea en el sitio telemático de “Textos tradicionales” (http://www.euskalnet.net.graal).
15) Véase nuestro apéndice sobre “La máscara iniciática” en “Retratos del simbolismo papúa”.