Antes de desarrollar el punto central podríamos mencionar, al menos sea de paso, una de esas notables falacias que consiste en revestir la obra de Guénon con el mote de “guenonismo”, es decir, aquello sugerente como el producto sistemático de una creación individual relegada al campo de las iniciativas particulares haciendo abstracción de lo que el mismo ha repetido en numerosas ocasiones en aquel sentido de no haber expuesto nunca ni sistemática (no se debe confundir método con sistema) ni enteramente aquella doctrina donde Guénon se ubicaba como adaptador, expositor e intérprete en tanto en cuanto una actitud de aludir y atenerse metódica y lo mas exhaustivamente posible a lo que, en modo providencial, ya se hallaba establecido, refiriéndose a lo olvidado en nuestra época: la dimensión trascendente de las diversas formas tradicionales derivadas de un acervo universal.
Aparte de esto, no entraremos a discutir las variadas valoraciones que pudieran extraerse de las diversas biografías y semblanzas históricas que, por distintos canales de edición, han devenido al conocimiento público hasta el día de hoy. Del mismo modo, no hemos de incursionar en un discernimiento en cuanto a la calidad y pluralidad de los niveles de lectura o de interpretación que han venido expresando sobre su vasta obra aquellos múltiples seguidores volcados al estudio de su doctrina. Si bien, han surgido excelentes trabajos, otros parecen haber naufragado ante la problemática de los errores de comprensión, enmarcados dentro de las reglas respectivas a la teoría de la significación moderna, y aunque consideremos que se hace necesario el hecho de cotejar las corrientes de pensamiento con las que frecuentemente aparece asociada la figura de nuestro autor, no ha de ser, en esta oportunidad, el motivo principal que nos convoca.
Tampoco abordaremos, al menos literalmente, aquellas cuestiones planteadas a resultantes del inevitable requerimiento de precisiones y preguntas que de uno u otro modo muchos de sus seguidores se han hecho sobre ¿cómo, donde y ante quienes René Guénon pudo hallar las herramientas para efectuar tal magistral síntesis?. Y aún cuando se halle bastante establecido el hecho de haber recibido tempranas enseñanzas orales por parte de representantes del esoterismo de las tradiciones hindúes, chinas e islámicas, creemos que estas cuestiones (en sus aspectos internos) salvo valiosas excepciones no han despertado todo el interés que podría esperarse de ello ya que, lamentablemente, en no pocas ocasiones y al modo de “información literal” han sido utilizadas para abonar algunas de las fantasías enraizadas en el imaginario occidental moderno respecto de los métodos del Oriente intelectual (1). Podríamos añadir, desde otro punto de vista de la misma cuestión que, debido a sus condiciones de actualidad, el mismo Guénon se ha encargado de acentuar la importancia de los métodos orientales en las cuestiones de alta intelectualidad y, al mismo tiempo, dar parte de las respectivas respuestas a dichos interrogantes las cuales se hallan taxativamente expuestas y diseminadas a lo largo de su propio legado escriturario, especialmente, en su “Oriente y Occidente” (1924) donde reiteradamente enunciaba palabras como estas:
“ Finalmente, aprovecharemos esta ocasión para agregar que nos inclinamos mas que nunca a considerar que el espíritu tradicional, en cuanto todo aquello que está todavía vivo, permanece intacto únicamente en sus formas orientales. Si Occidente posee todavía en sí mismo los medios de regresar a su tradición y de restaurarla plenamente, es a él a quien pertenece probarlo. En la espera, estamos obligados a declarar que hasta aquí no hemos percibido el menor indicio que nos autorice a suponer que Occidente, librado a sí mismo, sea realmente capaz de llevar a cabo esta tarea, con la fuerza que impone la idea de su necesidad”(Addendum).
Evidentemente, después de las consideraciones de Guénon si bien se ha desarrollado lo que el mismo ha fundado al modo de una nueva y providencial perspectiva denominada como “Estudios tradicionales” seguida de una formidable bibliografía de calidad y de un cada vez más creciente interés general sobre los aspectos intelectuales que conciernen con cierta importancia al Oriente, Sin embargo, no podemos dejar de notar últimamente que, esto mismo, corre serios riesgos de convertirse cada vez más en una suerte de “género literario” con muy diversas aristas al uso profano y moderno; y al que no pocos parecen dedicarse sin poder encarar o encontrar debida y efectivamente los diversos métodos disponibles que permitirían algún acceso por el lado interior de las expresiones y salvar, de algún modo, los serios obstáculos que siempre representan en los contextos elaborados solo literariamente (a “pura forma”) o como persistentes filtraciones de las interpretaciones literales (definida por la voz árabe rams - delimitación o “contorno”- en oposición al sentido superior). Esto puede concernir de alguna manera a quienes como lectores de Guénon han dedicado sus esfuerzos a otra cosa en lugar de la impostergable consideración de poder tomar contacto efectivo con el mismo centro intelectual de las fuentes orientales a efectos de alcanzar comprensiva y efectivamente el ma’nâ, la realidad inteligible, en este caso, el sentido espiritual de las palabras lo cual, entre otras cosas, no hubiera dejado de contribuir en atenuar aquello que palmariamente se ha venido agravando aún más en los términos generales del Occidente moderno(2).
De tal manera, sobre Guénon, creemos que hacen falta aún más de aquellos trabajos al margen del canon literario moderno a los efectos de intentar evitar ciertas deformaciones de su imagen que contribuyen no sólo a torcer el sentido de su obra, sino también, a olvidar lo que subyace en ella: el discernimiento entre su estado y sus funciones con relación a dichas fuentes.
Por lo tanto, nos dedicaremos, al menos brevemente, sólo a considerar unas pocas aristas que corresponden, en este caso, al compromiso personal que sufragara Guénon con una parte de dichas fuentes orientales, es decir, a su completa integración en la tradición islámica. Puntualicemos que, para llevar a cabo una comprensión en tal sentido sobre los trabajos de Guénon demandaría de una extensa puesta a punto cuya labor, si bien ya se ha emprendido, numerosos e importantes puntos se encuentran aún pendientes de tratar (3). De tal modo, consideramos que siempre ha de resultar imprescindible abordar no solamente el rol de musulmán de quien, al mismo tiempo, perteneciera a los estrados reservados de una de las ramas mas elevadas de la intelectualidad islámica, si no también, de la importancia de algunos aspectos que esta circunstancia comporta en su trayectoria intelectual, ya que ellos se nos han de presentar como altamente reveladores, no solamente de su dignidad (el Shaykh al-Islâm ) y de sus atributos como defensor de la Tradición ortodoxa (nâsir as-sunnah) o como impugnador de toda novedad profana (bid’ah), sino también de su método (tarîqah), su ciencia (‘ilm), su estado (hâl), y su vida (sîrah).
Curiosamente, el hecho de haberse acogido al Islam promediando su juventud (4), salvo varias de las buenas referencias abordadas por personas allegadas y otros cualificados autores (5) no parece ser un tema lo suficientemente tratado por parte de los estudiosos occidentales quienes en sus contextos de orden general le han dedicado sólo la referencia histórica de rigor acompañada por escuetos comentarios. También es verdad que hay corrientes de pensamiento que adoptando la figura de Guénon han desestimando totalmente la importancia y la influencia de la tradición islámica sobre su vida y su obra. De todos modos, es probable que, en el caso de la mayoría, no se deba esta circunstancia a la mala fe, sino a la ausencia de datos exhaustivos sobre ello; y por la reconocida reserva que mantenía Guénon sobre las cuestiones de intimidad o de índole personal que han rodeado su vida.