Guenon Estuda

René Guénon, el ultimo metafisico de Occidente (II)

Armando Asti Vera
Introducción a "Simbolos Sagrados de la Ciencia Sagrada"

Los postulados del espiritismo son: la posibilidad de comunicarse con los "espíritus" de los muertos por medios naturales y la aceptación de una acción de los "espíritus" sobre la materia produciendo fenómenos físicos, como golpes, ruidos variados y desplazamientos de objetos. La acción se produce por intermedio de una persona viviente, poseedora de facultades especiales para oficiar de intermediario; por eso, se la llama "médium". En la jerga espiritista de nuestro país, se los denomina "máquinas".

Los mediums son, con harta frecuencia, simuladores (que a veces llegan a convencerse de la realidad de esos poderes que empezaron simulando), cuando no se trata de neuróticos, histéricos, psicóticos y epilépticos. Casi todos son enfermos, anormales y desequilibrados. Las prácticas espiritas, lejos de curar sus males, los agravan y los difunden favoreciendo por contagio psíquico el desequilibrio de otras personas proclives a trastornos de la personalidad. La mayoría de los mediums termina, con la salud quebrantada, en asilos de enfermos mentales. (Hace algunos años, mientras realizábamos un estudio sobre las afasias en el viejo Hospicio de las Mercedes, comprobamos que varios alienados habían concurrido a centros espiritistas y realizado las consabidas prácticas.)

En El Error Espirita son esclarecidos cuatro aspectos fundamentales del espiritismo: 1°) el problema de la comunicación con los muertos; 2º) la doctrina de la reencarnación; 3º) la cuestión del satanismo y 4º) la explicación de los fenómenos. El primer problema es inexistente porque los espíritus carecen de cuerpo y, en consecuencia, de órganos apropiados para la comunicación, como los sentidos, por ejemplo; el segundo es una deformación de los conceptos de metempsicosis y transmigración; el tercero es un problema que ocupó varias veces a Guénon (verbigracia en El reino de la cantidad y los signos de los tiempos) y en el que hay que distinguir a) un satanismo consciente y b) un satanismo inconsciente. Este último es el más frecuente, tanto entre los adeptos cuanto entre los dirigentes de los centros espiritistas. El diablo —dice— no solo es terrible, también es grotesco y pueril; y pueril y grotesco es el espiritismo. Por algo Baudelaire decía que la mayor habilidad del diablo consiste en hacernos creer que no existe. Finalmente, la explicación de los fenómenos —cuando no obedecen al fraude o a la patología mental— debe hacerse teniendo en cuenta el plano correspondiente: psicológico, psicopatológico, parasicológico o mágico.

PHILOSOPHIA PERENNIS ET UNIVERSALIS

No es fácil exponer sistemáticamente el contenido de una producción como la de Guénon porque, a pesar del rigor de su método y de la precisión casi matemática de su expresión, ha sido elaborada al margen de todo espíritu de sistema. Y ello obedece al convencimiento de su autor de que sistematizar la metafísica equivale a desnaturalizarla. Schuon ha afirmado 37 que se pueden estudiar cuatro grandes temas en su obra: la doctrina metafísica, los principios tradicionales, el simbolismo y la crítica del mundo moderno. Esta clasificación es aceptable siempre que se destaque que en la producción guenoniana hay un solo "protagonista": la metafísica.

A pesar de los equívocos semánticos que ha suscitado un uso no siempre riguroso de la palabra "metafísica", Guénon se decide a aceptarla restituyéndole su significación primitiva y etimológica: más allá de la física, y entendiendo la "física" tal como la interpretaban los antiguos, es decir, "ciencia de la naturaleza". Desecha la palabra "Conocimiento", de uso corriente en la India en lugar de "metafísica", porque su empleo en Occidente induciría fácilmente a error.

Adoptado el término, se presenta un segundo problema, el de su definición. La dificultad se origina, ante todo, en que solo por analogía se puede hablar de un "objeto" metafísico. La metafísica —en el sentido guenoniano, que es el tradicional— se ocupa de lo universal, del conocimiento de los principios eternos y universales. Solo se puede definir lo que es limitado, ¿cómo definir, pues, lo esencialmente ilimitado? Una definición de la metafísica sería cada vez más inexacta a medida que nos esforzáramos por hacerla más precisa.

Por eso, la infinitud de su objeto analógico aconseja recurrir a términos de forma negativa, pues solo una doble negación puede sugerir la infinitud primordial, pues negar la finitud equivale a negar la negación de la infinitud.
Con respecto al origen de la metafísica, Guénon dirá lo que se afirma de los libros metafísicos del Vedanta: es de origen no-humano (apaurusheya). El modo de conocimiento es distinto del científico; éste es racional, discursivo, y siempre indirecto; aquél, en cambio es suprarracional, intuitivo e inmediato. Ahora bien, hay diversas formas de intuición, por ejemplo, hay una intuición sensible y una intuición intelectual. El órgano de conocimiento metafísico es la intuición intelectual pura.

La comunicación del conocimiento metafísico puede solo hacerse por medio de símbolos que sirven de apoyo a la intuición de los que meditan sobre ellos. No es por la razón (ratio), órgano limitado de conocimiento, sino por el intelecto puro (análogo al intelecto agente de Aristóteles) como se puede alcanzar lo universal.

El conocimiento metafísico es inexperimentable por estar "más allá del mundo físico", pero tampoco es demostrable porque la universalidad de su "objeto" escapa a la razón individual. Hay un medio de prueba excepcional, único e intransferible: la realización metafísica, y un solo modo necesario para prepararse para ella: el conocimiento teórico y la concentración.

Pero la teoría es simbólica y virtual: solo la realización efectiva del conocimiento proporciona la certidumbre final. Ésta es la realización metafísica cuyo principio es la identificación por el conocimiento; como dice Guénon, un ser es todo lo que el ser conoce: "consiste en la toma de conciencia de lo que es de una manera permanente e inmutable, fuera de toda sucesión temporal o de cualquier otra naturaleza" 38.

La primera etapa de la realización metafísica consiste en la transmutación del individuo en el hombre verdadero, es decir en alcanzar, mediante el desarrollo de la individualidad integral, la restauración del estado primordial. El hombre verdadero adquiere el sentido de la eternidad; para él, la sucesión (aparente) de las cosas se ha transmutado en simultaneidad (real).

El estado primordial corresponde todavía al individuo humano; la segunda etapa de la realización se refiere a los estados suprahumanos (supra-individuales). El ser humano abandona el mundo de las formas, después de haber pasado por varios estados intermedios; el último de ellos es el ser puro o principio de la manifestación.

No se ha cumplido aún el objetivo final que es trascender el ser hasta alcanzar el estado absolutamente incondicionado, que implica la negación de la existencia relativa. Puede decirse que el ser está más allá de todos los estados, o también que los contiene a todos, o que ha alcanzado la liberación de todo condicionamiento: la unión con el Principio supremo 39.

En la Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes decía Guénon que el ser no es el más universal de todos los principios 40, por eso la metafísica aristotélica en la medida que estudia el ser en cuanto ser, no trasciende el plano ontológico 41. El ser, aun entendido como principio de la manifestación, no es infinito porque no coincide con la posibilidad total: fuera del ser, mejor dicho, más allá del ser, todavía hay las posibilidades de no-manifestación; el ser es, pues, la primera determinación. En El simbolismo de la cruz, en El hombre y su devenir según el Vedanta y principalmente en Los estados múltiples del ser 42, Guénon expone la teoría de los estados múltiples del ser.

Más allá del ser —en la no-manifestación— está el no-ser. El ser mismo, en la medida en que es el principio de la manifestación, no puede pertenecer a la manifestación, es decir, está en la no-manifestación. Además, hay en la no-manifestación lo manifestable antes de su manifestación y, por supuesto, lo no-manifestable, es decir, el no-ser, que es como el Supra-Ser, porque contiene al principio mismo del ser.
Aun cuando, usando una analogía, podríamos afirmar que el no-ser está más cerca del infinito que el ser, el infinito es el conjunto del ser y el no-ser. Ser y no-ser, considerados independientemente, no pueden ser infinitos porque se limitan mutuamente, es decir, se "finitizan" entre sí 43. La Posibilidad Universal, ilimitada, absolutamente incondicionada, es el infinito mismo.

En Los estados múltiples del ser se establece una analogía entre las relaciones no-ser-ser y silencio-palabra: así como el no-ser (lo no-manifestado) es el principio del ser (lo manifestado), el silencio es el principio de la palabra. Dicho de otro modo, el ser o la unidad no es sino el no-ser, o cero metafísico, afirmado; la palabra es el silencio expresado. Pero así como el no-ser es algo más —infinitamente más— que la unidad no-afirmada, análogamente, el silencio es algo más —infinitamente más— que la palabra no-expresada: es lo inexpresable.

Esta concepción de la metafísica como el conocimiento supremo, como una sabiduría no humana, eterna, inmutable e infinita (ilimitada) ha sido denominada por Ananda Coomaraswamy philosophia perennis et universalis porque es la herencia común de toda la humanidad sin excepción 44. Schuon 45 prefiere la expresión religio perennis para evitar toda confusión posible con un sistema filosófico entendido como una mera "elaboración mental".

LA CLAVE SIMBÓLICA

Si la metafísica tiene por "objeto" el no-ser y, por eso, es el conocimiento de lo inexpresable, ¿cómo eludir la aporía de "expresar lo inexpresable"? No hay más que dos posibilidades, el uso de términos de forma negativa o el recurso al lenguaje de los símbolos 46. Encontramos al simbolismo como expresión del conocimiento metafísico —aunque esporádicamente— en la filosofía occidental; Platón, en los Diálogos, recurre con frecuencia a símbolos y mitos cuando intenta expresar ideas metafísicas y en dos de sus epístolas (la segunda y la séptima, sobre todo en esta última) alude directamente a la necesidad del lenguaje simbólico. Lo mismo hace Clemente en Stromata I.

En el capítulo VII de la 2ª parte de la Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, se echan las bases de una teoría del simbolismo metafísico, que se presenta profundizada y desarrollada en El simbolismo de la cruz y en Aperçus sur l‘initiation. El símbolo es la representación sensible de una idea; las palabras son también símbolos, por eso el lenguaje es un caso particular del simbolismo. El principio del simbolismo es la existencia de una relación de analogía entre la idea y la imagen que la representa. El símbolo sugiere, no expresa, por ello es el lenguaje electivo de la metafísica tradicional.

Su origen es no-humano y se basa en la correspondencia entre dos órdenes de realidades; tiene su fundamento en la naturaleza misma de los seres y las cosas, por eso —dice Guénon— la naturaleza toda es un símbolo. Símbolos y mitos no son simples recursos estilísticos sino, al contrario, formas indirectas, pero absolutamente auténticas, de traducción de la realidad última. La expresión griega paramythía designa etimológicamente a una prueba superior por medio de un mito, es decir, que el lenguaje mítico, como el simbólico, no es solo designativo sino también probatorio 47.
El símbolo no expresa ni explica, solo sirve de soporte para elevarse, mediante la meditación, al conocimiento de las verdades metafísicas. Su ambigüedad vela y revela la realidad y su carácter polisémico posibilita su interpretación en diversos órdenes o planos de la realidad. Por eso, cada ser humano penetra según sus aptitudes (calificación intelectual) en la intimidad del símbolo. La polisemia es el reflejo sensible universal de la unidad esencial del símbolo.

La pluralidad de sentidos incluida en cada símbolo se basa en la ley de correspondencia (analogía): una imagen sirve para representar realidades de diversos órdenes o niveles, desde las verdades metafísicas hasta las que son como "causas segundas" con respecto a aquéllas. Los diversos sentidos del símbolo no se excluyen, cada uno es válido en su orden y todos se completan y corroboran, integrándose en la armonía de la síntesis total.

Se suele sostener que la admisión del sentido simbólico de un texto equivale al rechazo de su significación histórica o literal. Este erróneo criterio obedece a ignorar el principio del simbolismo: la ley de correspondencia o analogía. Como se ha visto, cada cosa traduce, en su orden de existencia y según su modo propio, el principio metafísico que es su profunda razón de ser. Por ejemplo, la interpretación metafísica de un símbolo no excluye su significación histórica, más aún, ésta es una consecuencia de aquélla, pero esa relación de dependencia no la priva de su grado de realidad (el que corresponde a su orden)49.

Si —como se ha dicho— el lenguaje es un caso particular del simbolismo, ¿por qué usar símbolos especiales como expresión del conocimiento metafísico y no recurrir sencillamente al lenguaje filosófico? En primer lugar, el símbolo es la forma más adecuada para transmitir significados no conceptuales y, en segundo término, es sintético, en cambio el lenguaje es analítico. El simbolismo es intelectual (espiritual), el lenguaje es racional. Los símbolos no deben ser explicados sino comprendidos, hay que meditar sobre ellos para intuir espiritualmente el orden de realidad a la que aluden indirectamente: sugieren antes que expresan.

El oscurecimiento de los símbolos que caracteriza a nuestra época es el resultado de la pérdida de la mentalidad simbólica, que se refleja en dos tipos de incomprensión, denominados por Guénon incomprensión de primero y segundo grado. El primer grado de incomprensión corresponde a la degradación del sentido de los símbolos (everismo, naturalismo, materialismo); el segundo grado consiste en el estudio exterior de los símbolos.
La filosofía profana emplea un lenguaje analítico y racional, la metafísica 49, ciencia sagrada, usa un lenguaje sintético y espiritual: el simbolismo.

SI LA SEMILLA NO MUERE…

Hay motivos para suponer que Guénon fue elegido por una organización iniciática oriental como representante occidental más calificado para recibir y transmitir el acervo metafísico tradicional del Oriente. Él mismo confesó a Chacornac que su conocimiento de las doctrinas y las lenguas orientales no era de origen libresco, y P. Sérant (véase su obra citada, p. 10) afirma que es casi seguro que a la edad de 21 años Guénon haya recibido directamente de representantes de las doctrinas islámicas, hindú y china "los elementos necesarios para la elaboración de su síntesis tradicional". Préau, en el artículo ya citado, sostuvo que Guénon conoció directamente las doctrinas orientales a través de una enseñanza oral, que admite también Chacornac aunque sin poder determinar la identidad de sus maestros hindúes. Lo único que se atreve a asegurar es que pertenecían a la escuela del Vedanta adwaita (no-dualista) y que este contacto fue posterior a los años 1908-1909.

Su relación con el islamismo es mejor conocida: tuvo lugar en 1909 a través de Abdul-Hadi, cuyo nombre profano era John Gustaf Agelii (pp. 43-46 del libro de Chacornac). Como es sabido, la incorporación definitiva de Guénon a la tradición islámica se realizó en 1912, dato que figura en una de las cartas que le escribió a Chacornac (obra citada, p. 47).
El Sheik egipcio El-Kebir pertenecía a una rama shadhilí y, al mismo tiempo, era también una autoridad en el orden exotérico. La expresión "rama shadhilí" indica una organización iniciática (esotérica). Según estas informaciones —que hemos tomado de M. Válsan 50 —el maestro de Guénon reunía en sí las dos autoridades requeridas en los dominios exotérico y esotérico de la tradición.

En la revista árabe-italiana An-Nadi = Il Convito, que se publicaba en El Cairo en la primera década de este siglo, Abdul Hadi, que mantenía relaciones personales con el Sheik Elish, publicó un trabajo con preciosas informaciones sobre este maestro espiritual: sabio profundo, respetado por todos —uno de los hombres más célebres del Islam—, autoridad indiscutida tanto en el aspecto exotérico como en el esotérico 51.

Según Vâlsan la obra de Guénon "se inscribe en una perspectiva cíclica que había enunciado explícitamente su maestro". Su doctrina no es el producto de un pensamiento original, sino el desarrollo de algunas ideas fundamentales "cuyos órganos de expresión y de aplicación fueron múltiples y lo serán aún ciertamente hasta que la finalidad prevista sea alcanzada en la medida en que debe serlo" (obra citada, pp. 45-46).

Poseemos importantes testimonios acerca de la ortodoxia metafísica de las doctrinas hindúes expuestas en la producción guenoniana. Uno de ellos es el de Ananda Coomaraswamy que, cuando conoció su obra, se convirtió en su discípulo. A su vez, Marco Pallis ha afirmado que la expresión guenoniana de la metafísica tradicional ha sido reconocida por eminentes lamas como una formulación fiel de los principios metafísicos del Tibet. El mismo Pallis ha publicado en lengua tibetana una traducción-adaptación de dos libros de Guénon (La crisis del mundo moderno y El reino de la cantidad y los signos de los tiempos) bajo el título El Kali-Yuga y sus peligros; los tibetanos que han leído esta obra la consideran estrictamente ortodoxa y escrita por "un gran lama".

En un artículo publicado en uno de los últimos números de Etudes Traditionnelles 52, Michel Vâlsan se ocupa de la repercusión de la obra de Guénon en Oriente. Hace 10 años —dice— el doctor Abdel-Halim Mahmud, profesor de la Universidad de Al-Azhar, de El Cairo, publicó un trabajo sobre Guénon en lengua árabe, con una selección de textos de sus obras; un estudiante de El Cairo prepara una tesis sobre René Guénon y el Islam, que deberá defender próximamente en la Sorbona.

Entre los eminentes pensadores que hoy lo citan, recordamos los siguientes: E. Dermenghem, Jean Hebert, Henri Corbin, Georges Vallin, R. C. Zaehner, Mircea Eliade, Leopoldo Ziegler, René Grousset, Jean Danielou, Ananda Coomaraswamy y Luc Benoist.

Después de haber leído a Guénon, más de un católico decepcionado del catolicismo retornó a él. P. Sérant (obra citada) menciona en su libro una declaración de Henri Bosco, quien encontró en los libros de Guénon "nuevas razones para creer católicamente". André Gide tuvo el valor de confesar: "Si Guénon tiene razón, toda mi obra cae" y algunas líneas más abajo, agregó: "Nada puedo objetar a lo que ha escrito Guénon. Es irrebatible" 53.

Es difícil saber qué grado de desarrollo espiritual había alcanzado Guénon, y aunque existen razones para sospechar que formó parte de una cadena iniciática, nada podemos asegurar. Él mismo siempre se negó a hacer la menor alusión a su vida espiritual íntima. No es posible, pues, hablar de una escuela iniciática guenoniana si ni siquiera sabemos si él mismo perteneció a alguna organización esotérica tradicional.

El 30 de agosto de 1950, ante la eventualidad nada improbable de su próxima muerte, escribió a Jean Reyor: "En lo que se refiere a la revista (Etudes Traditionnelles), creo que sería bueno continuar con ella, si fuera posible". El nº 289 de Etudes Traditionnelles, publicado en enero de 1951, incluía una noticia firmada por Chacornac y Reyor en la que anunciaban a los lectores que, conforme a los deseos de Guénon, proseguirían la obra a la que él había consagrado toda su vida. Ese mismo año apareció el número triple (293-294-295), consagrado a Guénon, que hemos citado varias veces en este trabajo.
La revista ha seguido publicándose regularmente hasta hoy (1969) y en ella han aparecido traducciones de textos tradicionales y artículos de viejos y nuevos colaboradores, conservando la estructura y la orientación que le imprimió Guénon desde su iniciación. Algunos de los nombres que figuran como colaboradores de Etudes Traditionnelles escriben también en una revista inglesa cuyo espíritu es similar al de la publicación francesa de referencia, titulada Studies in Cornparative Religions (antes llamada To Morrow. Studies in the Sacred Traditions of East and West).

Estamos convencidos de la significación providencial de la obra de Guénon, pero, al pensar en la incomprensión que aún persiste en torno de sus libros, no podemos evitar recordar con tristeza las palabras de Platón (7 Epístola): "todos aquellos que han escrito —o escribirán— pretendiendo saber cuál es el objeto de mis afanes, nada han entendido". Si, como sospechamos, Guénon no tuvo realmente discípulos, fue el último metafísico de Occidente.

Notas :

1) M. Heidegger: Qu’est-ce que la philosophie (Traducción del alemán por Kostas Axelos y Jean Beaufret), París, Gailimard, 3ª edición, 1957, p. 42 y siguientes.

2)Lue Benoist: Art du monde, la spiritualité du métier, París, Gallimard, 1941;

3) citado por Paul Sérant en su libro René Guénon, París, La Colombe, 1953, p. 17.

4) Episteme, n’ 2, abril de 1948, pp. 59-61.

5) Por excepción, la revista de filosofía Arké (Tomo I, n9 2-3), editada por la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Córdoba, publicó hace 15 años un ensayo de Rodolfo Martínez Espinosa —un desconocido en los medios universitarios— titulado René Guénon, señal de los tiempos.

6) Un profesor de filosofía antigua dijo a uno de sus alumnos que "Guénon era un orientalista de segundo orden". ¿Puede haber motivado esta boutade el ego del "especialista" herido por las críticas guenonianas al "milagro griego"? Quizás la explicación sea mucho más simple: su ignorancia. Recordemos que Guénon explicó reiteradamente por qué no era un "filosofo , ni un "historiador de las religiones", ni mucho menos un "orientalista".
No se nos escapa que nuestra hipótesis es difícil de probar porque, como es sabido, Heidegger no suele mencionar sus fuentes, salvo cuando las usa para reinterpretarlas, como ocurre con sus referencias a los presocráticos o Platón, por ejemplo.

7) Especialmente, sus libros Le régne de la quantité et les signes des temps, París, Gallimard, 1945 y La crise du monde moderne, París, Gallimard, 1946.

8) Sus libros L’erreur spirite, Deuxième édition, Les Editions Traditionnelles, 1952, y Le théosophisme. Histoire d’une pseudo-religion, París, Editions Traditionnelles, 1965.

9) Orient et Occident, París, Les Editions Véga, 1948.

10) Etudes sur la Franc-Maçonneríe et le compagnonnage (2 tomos), París, Editions Traditionnelles, 1964.

11) Aperçus sur l’ésotérisme chretien, París, Les Editions Traditionnelles, 1954.
Cornelis y Léonard (La Gnose éternelle, Librairie Arthème Fayard, París, 1959, p. 85) afirman que el "tradicionalismo" de Guénon es un "vago racionalismo", heredero de "los sistemas filosóficos" de los siglos XVIII y XIX. Nadie como él fustigó más acerbamente al racionalismo y a los "sistemas filosóficos" occidentales. Además, el capítulo XXXI de Le règne de la quantité et les signes des temps está dedicado a distinguir entre "tradicionalismo" y "tradición". Los autores mencionados no solo no han entendido a Guénon sino parece que ni lo han leído.

12) González Truc: Souvenirs et perspectives sur René Guénon, en la revista Etudes Traditionnelles, número triple (293-294-295), p. 332.

13) Este trabajo, publicado en Etudes Traditionnelles, op. cit., fue desarrollado posteriormente dando origen al libro La vie simple de René Guénon, París, Les Editions Traditionelles, 1958. Hasta ahora es el mejor estudio sobre la vida de Guénon.

14) Luc Benoist: Perspectives générales, en Etudes Traditionnelles, op. cit., p. 262.

15) Ananda Coomaraswamy: The Bugbear of Literacy, op. cit., p. 64.
Marco Pallis: René Guénon et le Bouddhisme, Etudes Traditionnelles, op. cit., p. 308.

16) G. Remond, en L’Egypte Nouvelle, 1º de febrero de 1952 (citado por Chacornac, en La vie simple de René Guénon, p. 115.

17) La capacidad matemática de Guénon no sólo se refleja en sus libros —especialmente en el que consagró al estudio de Los principios del cálculo infinitesimal— sino en el rigor y la precisión de su estilo.

18) En un artículo consagrado a Guénon que publicó en la revista india Sayakarnataka, en abril de 1934, titulado Conocimiento oriental e investigación occidental.

19) René Guénon: Le symbolisme de la croix, París, Les Editions Véga. 1950 (2ª edición).

20) Frente a los bouquinistes, la librería de Chacornac está todavía en ese pintoresco barrio parisiense.

21) Souvenirs et perspectives de René Guénon, artículo publicado por González Truc en el número especial, ya citado, de la revista Etudes Traditionnelles, p. 342.

22) René Guénon: La métaphysique órientale, París, Les Editions Traditionnelles, 1939. Próximamente aparecerá mi traducción anotada de esta obra, en la editorial EUDEBA.

23) Guénon era un poligloto; además del árabe y el francés, dominaba el sánscrito, el latín, el griego, el hebreo, el inglés, el alemán, el español, el ruso y el polaco.

24) El dihkr es la rememoración incesante de Dios; junto con el fikr (meditación), constituyen las dos fases de la plegaria interior de los sufíes.

25) Lucien Méroz: René Guénon ou La sagesse initiatique, París, Plon, 1962, p. 225.

26) René Guénon: Introduction générale á l’étude des doctrines hindoues, París. Les Editions Vega, 4ª édition revue et corrigée par l’auteur, 1952, pp. 303-317.

27) En su artículo de Etudes Traditionnelles ya citado, González Truc afirma: "Yo puedo reivindicar una suerte de paternidad circunstancial del libro La crisis del mundo moderno".

28) Jean Reyor, en su artículo titulado La derniére veille de la nuit, publicado en el número de Etudes Traditionnelles dedicado a Guénon (ya citado) afirma que él poseía ciertos datos tradicionales que le hacían pensar que el fin del ciclo actual tendría lugar al término de nuestro siglo "o quizás antes". Si la predicción guenoniana se cumpliera, nuestro mundo desaparecería en una disolución o Pralaya (el fin de un Manvántara o ciclo humano de existencia).

29) Marco Pallis: René Guénon et te Bouddhisme, en el número especial de Etudes Traditionnelles, ya citado, p. 312.

30) Laicismo no significa para Guénon solamente antirreligiosidad, sino —lo que es anterior y más importante— antimetafísica.

31) René Guénon: Autorité spirituelle et pouvoir temporelle, París, Les Editions Véga, 2ª édition, 1947.

32) París, Les Editions Traditionnelles, 2ª édition, 1953.

33) A. Asti Vera: Fundamentos de la filosofía de la ciencia, Buenos Aires Nova, 1967, pp. 67-68.

34) Lord Northbourne: Religion in the Modern World, London, J. M. Dent & Sons Ltd., 1963, capítulos VIII y IX.

35) Las expresiones "espirita", "espiritualista" y "espiritista" son sinónimos en el lenguaje del espiritismo.

36) En nuestro país, el espiritismo cuenta con múltiples organizaciones, una abundante bibliografía y editoriales y librerías especializadas.

37) F. Schuon: L’ Oeuvre, en el número especial de Etudes Traditionnelles, p. 257.

38) René Guénon: La métaphysique orientale obra citada, p. 15.

39) Initiation et réalisation spirituelle, París, Les Editions Traditionnelles, 1952,

40) cap. VIII y L’homme et son devenir selon le Védánta (4ª édition, París, Les Editions Traditionnelles, 1952, cap. XXII.

41) Op. cit., p. 131.

42) Nótese que Guénon usa los términos "ontología" y "metafísica" en sentido inverso al de Heidegger en Ser y tiempo. Ambos coinciden en la crítica de la metafísica occidental, pero parten de principios distintos. El último Heidegger ha vuelto a usar la palabra "metafísica" aunque con un significado distinto del criticado por él en sus primeros libros.

43) René Guénon: Les états multiples de l’étre, París, Les Editions Véga, 1947 (2ª edición).

44) Usando una analogía teológica, diríamos que solo Dios existe y es infinito porque si el Diablo existiera, limitaría (finitizaría) necesariamente la infinitud divina. Si hay más de un infinito, no hay infinitud. Por eso —como hemos explicado en nuestro trabajo Caracteres antimetafísicos del pensamiento con contemporáneo— los transfinitos de Cantor son, en realidad, finitos.

45) Ananda Coomaraswamy: Sagesse orientale et savoir occidental, en el número especial de Etudes Traditionnelles ya citado, y, especialmente, Eastern Wisdom and Western Knowledge, cap. IV, de su libro, ya citado, Th.e Bugbear of literacy, p. 64.

46) el capítulo IX del libro de F. Schuon Light on the Ancient Worlds, London, Perennial Books, 1965, p. 143, nota 2. La expresión "religio perennis" es usada por Schuon con un sentido distinto del que le asigna W. Urban, por ejemplo, en Humanity and Deity, London, George Allen & Unwin Ltd., 1951, p. 15 y siguientes. Urban entiende philosophia perennis como "la filosofía greco-cristiana" y "religio perennis" como "universalidad de la religión"; en cambio, para Schuon religio perennis es otro nombre de la metafísica tradicional en el sentido guenoniano del término.

47) el trabajo de Georges Vallin: Essence et formes de la théologie négative, en Revue de Méthaphysique et Morale. Avril-Septembre 1958, nº 2-3, pp. 161-201.

48) Este ensayo se publicará en EUDEBA traducido y anotado por mí.

49) En su obra Aperçus sur l’initiation, dice que "el mundo es como un lenguaje divino para aquellos que saben comprenderlo; según la expresión bíblica Caeli enarrant gloriam Dei" (Salmo XIX, 2), nota 1 de la p. 133.

50) En El simbolismo de la cruz se ilustra este principio mostrando el doble sentido, metafísico e histórico, de la muerte de Cristo en la cruz.

51) Mi trabajo Mito y semántica, Ediciones de SAPSE, en prensa, y también, el libro de M. D. Chénu: La théologie au douzième siècle, París, Vrin, 1957, capítulos VII y VIII.

52) M. Vâlsan: L’Islam et la fonction de René Guénon, París, Etudes Traditionnelles. nº 305, p. 36.

53) M. Vâlsan, op. cit., pp. 40-47.

54) Michel Vâlsan: L’Oeuvre de Guénon en Orient, Etudes Traditionnelles, nº 1 , pp. 32-37.