La casa tradicional maori (Whare)

Oscar Freire

“Entre los pueblos primitivos el contenido esencial del folklore es metafísico. Nuestra incapacidad para reconocer esto se debe primariamente a nuestra propia ignorancia abismal de la metafísica y de sus términos técnicos”

Ananda. K. Coomaraswamy
Quarterly Journal of the Mythic Society, XX (Londres 1940)

“Cuando se hayan desechado ‘las reliquias de la ignorancia primitiva y de la especulación arcaica’ sobrevivirán las ‘grandes historias’ del mundo”.

Sidney Hartland
Primitive Paternity (Londres 1910)

Consideraciones preliminares

Todas las expresiones de la mentalidad simbólica “primitiva” se hallan relacionadas al acto de reflejar ad naturam lo que se conoce bajo el término tradicional de “esquema universal de manifestación”. Este, se refiere a una síntesis de los grandes símbolos de la humanidad. Principalmente, de aquellas expresiones fundamentales que mantienen una real concordancia en su contenido más intelectual. Es decir, de aquel legado que contiene no tantos tipos de nociones metafísicas.

Aunque sí extendidas universalmente, y por ende, adaptadas a la gran variedad de los genios étnicos. De tal manera, en lo que corresponde, podríamos dar el ejemplo de aquello que se recubre bajo la denominación de organización “tribal” (en su estado de originalidad o normalidad) y de notable equivalencia en todas las latitudes, cuya idea no correspondería en realidad a límites de tipo racial, regional, estético o moral puesto que lo esencial que le anima es enteramente independiente. Por tanto, conformando una de las imágenes enlazadas a lo que igualmente se concibe como Tradición unánime.

Si bien, dicho esquema involucra a todas las aristas de la cuestión. Principalmente, a los grandes mitos de la humanidad, no hay que olvidar a la producción, en su totalidad, de los impropiamente llamados “complejos culturales”. Incluyendo lo que corresponde a las necesidades más directas de la vida cotidiana en comunidad. Esto es perfectamente comprensible en tanto se llegue a la evidencia de ese principio rector de unidad que anima a las cosmovisiones tradicionales y en cuanto se arribe al grado de admitir que, en los contextos y modos mentales de referencia, siempre imitativos y participativos (en el sentido original de las palabras) en rigor eran desconocidos el conceptualismo y las consecuentes contradicciones por no tener lugar hábitos como el nominalismo (el cual no sólo aniquila la doctrina de la revelación, sino también los ordenes o grados en los que se constituye el simbolismo).
Así, las dicotomías nominalistas surgidas de términos con aplicaciones literales como, por ejemplo, pueden ser los de “sagrado” o “profano” (1) no hacen mas que acentuar las divisiones “dualistas” sobre la realidad, las cuales, precisamente, nunca han tenido vigencia dentro de la normalidad correspondiente a una organización tribal.

A esto se le agregan las confusiones interpretativas del etnocentrismo de donde derivan las negligencias hacia todo lo que rodea la noción de Tradición primordial. Una de las graves consecuencias de esto, sería invertir el orden o el curso de las apariencias (como en las teorías evolucionistas) al no ejecutar una correcta composición de tiempo y lugar, y no saber trascender las actuales formas residuales que, en términos generales, caracterizan actualmente a dicha organización.

En efecto, no podría haber una concordancia universal de los símbolos tradicionales si, previamente, no se admite su origen primordial y no se reconoce su perfecta conformidad a un principio único. Ello evitaría caer en la abstracción cientificista o en las clasificaciones arbitrarias cuyos mayores ejemplos han sido el famoso “totemismo” (2) popularizado por ciertas interpretaciones dentro de la etnología y la sociología y, por otro lado, en lo concerniente a nuestro tema, aquello relacionado a la vivienda tradicional ya que, en el caso de los “primitivos”, es considerada bajo el concepto de “industrias elementales” por ciertas corrientes de pensamiento dentro de la antropología y de la arqueología.

Esto sería mejor comprendido si se dejara un poco de lado la cuestión de la “complejidad tecnológica” y de los “materiales disponibles” ya que, en las sociedades tradicionales las “cosas” de la manifestación no se miden teniendo en cuenta el factor utilitario como inventos individuales de ingenio o dispositivos de fabricación para el confort humano, ni tampoco representan nada exclusivamente particular, sino que aparecen como un continuo. Es decir, con el carácter de conjunto de cosas dotadas de un “centro” (3). Razón por la cual, no existe alguna noción que pueda dar a entender algo en el sentido de una “naturaleza muerta” similar a la línea de pensamiento moderno que, en líneas generales, parece estar basado en un sistema mental discontinuo, donde la aprehensión de lo particular no incluye ni explica la totalidad del Universo

Así, en el caso de la noción tradicional de vivienda ello corresponde a un ordenamiento y a una configuración inherente a tal “esquema universal de manifestación” alejado completamente de un modelo que puede ser meramente utilitario, “funcionalista” o “proyectista”. Es decir, de la visión mecanicista del mundo y del hombre, por ende del hábitat humano que, en occidente, bajo el concepto de “diseño” y desplazando a la herencia tradicional o lo que subsistía de los patrones artesanales, alcanzara su momento de apogeo en el siglo XIX. Antes de “evolucionar” hacia los actuales esquemas de “programación” sobre la base y el manejo de cifras abstractas (circunstancia que cubre ya casi toda la actividad humana).

Pero, por solo circunscribirnos al tema de nuestro estudio y a modo de resumen, tales son algunas de las cuestiones que indican el grado de abstracción e irracionalidad al que se ha llegado debido al abandono del simbolismo tradicional en las artes y ciencias humanas con consecuencias desastrosas para todo el ámbito sensible (4). No porque simplemente lo decimos, sino porque así lo indica el evidente trastorno del equilibrio natural (ya degradado al día de hoy en sus tres cuartas partes) contribuyendo considerablemente a ello el canon moderno para la construcción y las normas de habitabilidad bajo presupuestos exclusivamente fisiológicos.

Por otra parte, piénsese en los avances cuantitativos respecto al estudio de la distribución de celdas y paneles o en la diagramación de redes basados en curiosas interpretaciones sobre la “teoría del caos” correspondiente a las nuevas tendencias de la matemática y que, en este caso, imitan los “sistemas constructivos” de los insectos tal como el de abejas, termitas y arácnidos (por ejemplo el de la “araña tejedora amazónica”) siendo tan sólo algunos de los aspectos que muestran la tendencia y la preocupación central de lo que se ha constituido ya en un novedoso sistema de neo-arquitectura mundial.

Decimos esto, porque pensamos que mientras haya vida siempre hay posibilidades de rectificación, por lo que no habría inconvenientes si es que se toma a tiempo la conciencia real sobre los graves efectos de este estado cosas y pudiera el canon moderno para la construcción volver sobre sus huellas a fin de retomar el simbolismo habiente en la arquitectura tradicional, logrando así una adaptación efectiva sin la usual negligencia hacia el sentido esencial que debe animar a toda expresión humana.

Por supuesto que, sin este sentido esencial los ensayos imitativos, como el caso citado de la araña amazónica, se basarían en inexorables y traumáticas modificaciones, cuyas tendencias tecnocráticas se regirían sólo por el rendimiento económico del material invertido, o sea exclusivamente bajo reglas de mercadotecnia. Pero, la cuestión se transforma en alteración al tomar su real dimensión cuando se plantea desde el punto de vista de cualquier aborigen superviviente con conocimientos tradicionales, para quien el "espíritu" de la araña no deja de conllevar una naturaleza simbólica tradicional (válida, en diversos modos, para toda criatura viviente) en íntima relación con las necesidades y valores universales inherentes al ser humano en su carácter de co-regente del cosmos y relativo a una primera fase de la realización metafísica resumida en una reintegración del estado primordial.

A título de rápida mención, sólo piénsese en el carácter mnemotécnico de ello, reflejado en esas moradas guaraníes especialmente embellecidas con ornamentación de tejido telar, precisamente denominado ñanduty (araña) (5). Igualmente, en aquellos emplazamientos rituales relacionados a la noción tradicional del "centro del mundo" en los que está asimilada también la araña cuya figura se colocaba en el cruce convergente de las cuatro direcciones del espacio (6), como para darnos cuenta en qué se ha transformado la vivienda moderna dejando de ser una homologación del “centro”, así como lo fuera en las diversas comunidades tradicionales. Por ende, perdiendo el carácter de ser un soporte simbólico del conocimiento, en tanto receptáculo de una síntesis del universo y en cuanto decorado que refleje el ordenamiento cósmico tal como, por ejemplo, ello es posible de constatar notablemente en los numerosos indicios, aún vitales, de las tradiciones de Oceanía

Pero, antes de desarrollar el punto ejemplar, conviene señalar que, las referencias aportadas a continuación, tomadas de las tradiciones maoríes, conciernen a una concordancia universal de símbolos tradicionales. Por lo cual, de cierta manera, trascienden aquella clasificación convencional geográfica de "Oceanía" y de sus correspondientes divisiones culturales (7) Asimismo, de sus respectivas subdivisiones (8) ya que, la heterogeneidad formalista, los particularismos locales y las diversidades insulares han generado las diversas confusiones y la imagen distorsionada que generalmente se atribuye a las tradiciones aborígenes, pero que pueden ser salvadas por todo aquel interesado en el tema, en tanto se esfuerce a favor de una correcta asimilación del mismo punto esencial contenido en los datos tradicionales y en las expresiones “folklóricas” de cualquier procedencia que fuere.

Esto significa, con relación a nuestro tema y al margen de esas múltiples diferencias formales específicas de cada pueblo que, la noción tradicional de "vivienda" no puede ser separada de otros referentes asociados como ser "la casa comunitaria", el "poblado", "el territorio" y "la región celeste" cuyas determinaciones enfocan correlaciones con el mismo significado simbólico. Es más, si tomamos en cuenta cierta disposición geométrica primordial sin prestar, en una primera instancia, tanta atención al tipo racial que fuere (9), al material empleado (10), al estilo artesanal o sus técnicas de elaboración, notaríamos que surgen claramente partes de un esquema relacionado a la ideografía universal.

Del cual, simultáneamente, pueden traducirse no solamente la concordancia de las coordenadas geométricas, sino también la representación de los objetos en base del cubo, la triangulación y el cuadriculado. Asimismo, los respectivos principios arquitectónicos como, por ejemplo, el arco (11), el arquitrabe (Poste y dintel), la lateral (paredes) y el trípode (12) cuales en función de la analogía universal (que contempla tanto los aspectos celestes como sus aplicaciones terrenas) requieren, cada uno de ellos, una anotación aparte que dejamos para otra ocasión.

La casa tradicional maorí

El término polinesio Tohunga que reviste carácter sacerdotal se aplica igualmente a los constructores de casas y en sus diversas correspondencias locales, como en el caso de las tradiciones maoríes, expresa acepción de “experto” o de quien “conoce el origen de las cosas”. Por esta razón la arquitectura, la carpintería y la escultura son en realidad mucho más que oficios tribales puesto que pertenecen al dominio hierático donde el artesano es también sacerdote.

Tal relación, significa sobrellevar funciones iniciáticas que homologan los atributos de un arquitecto celestial ya que, el emplazamiento de cada vivienda o su inserción en el conjunto del poblado (igual que sus mínimas decoraciones), no dejan de obedecer a normas primordiales estrictamente predeterminadas. Sobretodo, por tratarse de una reproducción de la morada divina o de la ciudadela celeste. Es decir, de Rangi-atea, la residencia arquetípica del dios supremo (Io), localizada en el pináculo del doceavo cielo.

De este modo, las prerrogativas de constructores y artesanos no sólo se refieren a las técnicas de elaboración y a los estilos ornamentales ya que, primeramente, estos deben ser objetos de una aplicación precisa y de una acción ritual (karakia), y por lo cual se hace necesario conocer previamente los significados profundos de las tradiciones orales encerrados principalmente en el simbolismo de las narraciones míticas.

Así, en un pasaje fundamental de dichas narraciones, ciertos dioses, hijos de Rangi (Cielo) y de Papa (Tierra) se consultaban como liberarse del profundo abrazo de la pareja divina. Luego de varios intentos infructuosos por fin le cupo a Tane (dios de los bosques y de las aves) realizar tal prodigio separando sin violencia a sus padres y utilizando su cuerpo a modo de pilar.

Precisamente, Tane (“el que se levanta”, “el elevado”) no sólo es el dios tutelar de los carpinteros, tanto como fundador y patrocinador de diversos clanes de artesanos (hapu), sino también asimilado al Espacio (bosques), al Aire (aves) y al pou-koukou-aro: el poste principal en la fachada de la whare (la casa tradicional maori) que se yergue desde el suelo (Papa, la Madre Tierra) hasta mas allá del techo (Rangi, el Padre Cielo). Es decir, simbólicamente, el pilar axial en su doble función cósmica y supracósmica.

Tal como iremos viendo, los diversos modelos de la whare responden a un esquema establecido basado en una construcción rectangular a doble ábside, cuyo techo de perfil continuo se halla armado con una cubierta interior de elementos curvados. Es decir, simbólicamente, el rectángulo cósmico supermontado por la bóveda celeste suprasolar.

WhareWhare
Tane

Estas relaciones observadas entre los “primitivos”, bajo sustento de los datos tradicionales, probablemente, nos inclinen a tener en cuenta lo poco que queda de ellos. Del mismo modo, puede tener cierta importancia remarcar que, todos los aspectos que involucran a la mayoría de las constituciones tribales guardan indicios incontestables de evocar unánimemente al mismo proceso iniciático o a lo que decíamos del término “esquema universal de manifestación”.

Por lo cual (de acuerdo al mayor o menor grado de vitalidad), y a pesar del estado residual o grado de degeneración que aqueja a tales constituciones es aun posible reunir indicios y testimonios cabales que ayuden, al menos parcialmente, a reconstituir dicho esquema universal de manifestación. Siempre que no se caiga a fondo en los recurrentes prejuicios de una “psicología primitiva” o de un “sujeto etnológico” y no se abuse del conceptualismo impuesto por una mitografía especializada y libresca.

Así, sobre los maoríes establecidos en Tkana maui (la isla septentrional del archipiélago de Nueva Zelanda) la erección de la whare, cuyo ejemplo mas elevado se refleja en la residencia terrena del ariki (13) responde, bien como decíamos, a un modelo arquetípico: el Rangi-atea (palacio celestial e imagen del Centro supremo) (14) y su planeamiento en el conjunto, como la casa de enseñanza iniciática (whare wananga) dentro de los atributos de la casa sacerdotal (whare kura); la casa de reunión (whare rumanga) o los depósitos de víveres (pataka) son, consecuentemente, estructuras cósmicas con diversas cualificaciones y obedecen a precisas normas rituales que abarcan desde la selección de las maderas y su elaboración artesanal hasta el momento de su consagración o fundación.

Conste además que, tales eventos, se circunscriben a los citados ejes de coordenadas estables, ajustados a unidades de medida inamovibles y responden a leyes ancestrales heredadas de la tradición primordial. De este modo, la vivienda maori se integra a la noción de punto fijo o centro, congruente a la de espacio tradicional (Atea), cuya determinación inclusiva no permite interpretaciones imaginarias (15) ni dislocaciones mentales como aquel del "punto de vista del observador" ya que, su compatibilidad a un encadenamiento riguroso significa que posee carácter de síntesis y cualidad de unidad al condensar, como veremos, a "los tres mundos tradicionales": Rangi (Cielo), Atea (Espacio-Aire) y Papa (Tierra). Por ende, a representar la totalidad.

Maori Manaia

Es más, aún aquellos elementos decorativos de la casa maori, como ser paneles, talladuras y molduras, tanto exteriores como interiores, obedecen a una colocación técnica y simbólica precisa y deben estar dispuestos en el orden tradicional apropiado. A este respecto, en un breve resumen de ello, corresponde la representación de los animales y monstruos mitológicos tatuados sobre un esquema geométrico.
Así, espirales (Whiro, el lagarto, la ballena, Manaia, hombre y pájaro o Marakiha, hombre y pez), triángulos (dientes de los híbridos mitológicos) o zigzag (kao-kao, costillas) no hacen mas que expresar un acorde y significativo revestimiento ornamental en carácter de abocetar las trazas de esa ideografía universal a la que nos referíamos.
Sin lugar a dudas, esto nos constata que se trata del entorno de una casa iniciática, donde puede trans-pirarse (16) el mismo clima que el de un cobijo neolítico o el de algún templo oriental. Lo mismo podríamos decir de una kiva de los hopis, del interior de una catedral medieval o de las entrañas de una cueva cósmica. Esto, sólo para citar algunos ejemplos que (al margen de la necesaria diversidad formal), no solamente dan la idea esencial de un mismo y preciso ordenamiento simbólico, sino también declaran su universalidad.
Por otro lado, y respecto a un símbolo fundamental de la casa tradicional, las consideraciones aleatorias que se desprenden de la acepción “altar” (17) que mencionábamos anteriormente, nos conducen al elemento conjuntivo: el Fuego, una de las tres lumbreras cósmicas intermediarias que, junto con el Viento y el Sol en concordancia con la Tierra, el Aire y el Cielo conforman el Eje del Universo representado por el pou-koukou-aro, el gran poste vertical de la whare.

Whare
TanePou-Koukou-Aro

Así, el eje de la fachada que es el poste central de la whare presenta en las versiones más originales tres marcas fundamentales representadas por las respectivas esculturas. Dos figuras antropomorfas: El teko-teko aro de la cima y el teko-teko de la base, mas el mascarón (koruru) que oculta la intersección de los cabios superiores.
Esta precisa disposición abarca diversos niveles de referencia significando que, no sólo incluye los episodios míticos destinada la enseñanza oral en general (18), ya que, en términos polinesios, todo es comprendido en el carácter de Hokorongo tiringa, “la audición con las orejas” (19), sino también el ser soportes de una enseñanza cualificada y reservada para las reuniones en la whare wananga .

Esto, puede verificarse notablemente si es que se toma en cuenta al mascarón koruru (que intermedia entre el teko-teko aro (20) del ápice y el teko-teko del umbral de la veranda.) No sólo cuando es identificado con el sol, sino también en su relación con el apelativo simbólico de Maui (”el iniciado”, ”el hijo adoptivo del sol”). Es decir, analogías que permiten confirmar con cierta eficacia la concordancia de los citados niveles de referencia. Precisamente, el nombre de Maui evoca al héroe primordial de incontables hazañas entre los hombres y los dioses. En realidad, las secuencias del ciclo de Maui revelan con cierta precisión el modo polinesio de las etapas rituales que comprenden el proceso universal de iniciación.

En un par de pasajes fundamentales de tales secuencias, se destacan aquellas míticas gestas denominadas como “el descubrimiento del fuego” y “la captura del sol”, y si se tiene en cuenta que Maui es también llamado como “el que se eleva al cielo” en una suerte de segundero de Tane (Espacio-Aire), obtendremos por asociación lo que decíamos sobre las tres lumbreras cósmicas intermediarias que conforman uno de los aspectos del Eje del Universo, representado en este caso por el pou-koukou aro.

En efecto, es indistinto que el mascarón koruru sea representado como figura monstruosa o antropomorfa, ya que, en rigor, siempre representa al sol. Así como también, es indistinto que, Maui, para enlazar al sol ascienda con sus lianas al cielo, sea desde la copa de un árbol, la cima de una montaña o de otro lugar elevado ya que, en rigor, es un ascenso vertical. Razón por la cual, su soporte siempre ha de ser un “Pilar del sol”. Es decir un pou-koukou aro .

Debido a la breve extensión de nuestro comentario, no podemos extendernos aquí en todas las variantes de la casa tradicional, ni en los inagotables puntos doctrinales que se desprenden de cada uno de los pasajes míticos como, por ejemplo, las múltiples analogías universales del koruru y, asimismo, con las cuerdas o lianas de Maui, símil del “hilo de Ariadna” o del süträtman de la tradición hindú, según los cuales todas las cosas están conectadas con el sol y, por consiguiente, la ampliación de las homologaciones concernientes al Eje del mundo.

Nuestra intención ha tenido una única razón, simplemente la de subrayar la doble naturaleza cosmológica y metafísica que resumen la índole iniciática de todas y de cada una de estas cuestiones, mas su relación a un esquema universal de manifestación. Ello, en carácter de revisar el común mote peyorativo que aún se desprende de la asonancia del término “primitivo” ya que, en todo caso, las tradiciones “primitivas” deben considerarse, en el estado actual de la cuestión (salvo excepciones determinadas), como supervivencias fragmentadas y degradadas de tradiciones superiores y completas.

Pero que, aun así, de una manera u otra, algunas de ellas siguen evocando tenazmente una pertenencia espiritual e intelectual a una sede primordial en la aurora de los tiempos e intentando retratarla lo mas fielmente posible. En nuestro caso, tómese lo dicho en cuanto a lo que particular y específicamente concierne al objeto de nuestra anotación sobre la concepción de la residencia maori, pero que no deja de ser el ejemplo de una aplicación iniciática universal.

De este modo, en el caso de la “razón de ser” de viviendas y alojamientos tradicionales subsiste un motivo esencial que nada tiene que ver con la geografía, con la climatología o la fisiología e incluso trasciende y se mantiene independiente de todo criterio de “materiales disponibles”, como de la gran variedad de formas y funciones.
En resumen, se trata de ver el orden apropiado de un motivo universal que siempre deviene en la representación del Si mismo, generalmente reflejado mediante el tema fundamental del sol en su doble condición metafísica y cosmológica, ya sea ante principium o después del principio. Así, desde el punto de vista de la casa cósmica todo es trasunto de un único tema. Las diversas expresiones de su simbolismo son sólo el método que apunta a la misma fuente. En la casa iniciática, el movimiento encuadrado por las paredes laterales o el de entrada y de salida pueden reflejar esquemáticamente las circunvoluciones rituales alrededor del centro que es, además, la determinación del movimiento de ascenso y de descenso sobre el eje vertical.

Sobre este eje, una triada fundamental: el fuego central que siempre iluminará hacia arriba y el sol por su saliente brillando hacia abajo; en el medio el viento, rodeándolo y soplando por todas partes. Estos mismos principios del orden cósmico son perfectamente reflejados en la estructura de la morada maori. Es decir, el paso de la unidad a la cuadratura por intermedio del triángulo que forman las vigas superiores en caída. Por otra parte, el mascarón koruru es una semejanza del sol y toda la doctrina maori que le rodea está cargada con un contenido análogo. De tal manera que, siempre conviene prestar atención al interrogante de ciertos Tohungas: ¿Quién ha de penetrar hoy la doble naturaleza del koruru?

Según los maories aún hay seres que responden con eficacia a ello logrando en sí mismos la síntesis universal. Demás está decir que, quien resuelva el interrogante con tal eficacia será reconocido por dichos Tohungas, principalmente, por la luz única de su mirada sobre las cosas. Es decir, aquella contemplación vaciada de dualidad, idéntica a la que expresa el semblante del mayor icono en el arte tradicional maori. La enseñanza iniciática de dicho icono se refleja magistralmente en el teko-teko aro aquel que, adornado con el remo divino (cetro náutico y atributo polar), en representación del Hombre Universal, contempla inmutable al mundo con la visión absoluta (no contraíble y exenta de toda limitación) desde el pináculo de la whare o sea, según el simbolismo tradicional, en el ante principium metafísico, es decir, desde “mas allá del sol”, en su hierático pedestal supracósmico

Notas

1) La interpretación moderna de dichos conceptos ha derivado en numerosos términos con carácter de sujetos gramaticales. Habida cuenta de una evidente confusión con las prescripciones rituales podríamos mencionar como ejemplo la palabra inglesa taboo y la castellana tabú tomadas de la voz técnica tradicional `tabu de las tribus polinesias. Un comentario de este punto está en la anotación “Antropología e Indigenismo – en su ideología y desviaciones”.

2) Nos hemos referido a este punto en la misma anotación mencionada en la nota precedente.

3) Aún hoy, en coincidencia con la mayoría de las naciones aborígenes, los tojolabales de los Altos de Chiapas, herederos del componente maya consideran que no hay nada en la manifestación que no tenga yaltzil (corazón) e identificado de cierta manera con la fuente de vida o centro primordial.

4) Consecuencias de la producción industrializada en aras de una irracional explotación de los “recursos naturales”. Por ejemplo, por sólo nombrar a la Argentina se sabe que, dicho país perdió el 70% de sus bosques en los últimos 70 años. Según un informe periodístico, el censo forestal de 1935 consignó que había 1.100.000 kilómetros cuadrados de bosques naturales; ahora, por la tala indiscriminada y otras depredaciones quedan apenas 330.000 (Diario Clarín/P.36 del 30/04/2004)

5) Cuyo simbolismo es generalmente expresado mediante un extraordinario arte textil.

6) Ritual extendido por toda "América", como ejemplo, el caso particular de los pueblos de las praderas norteamericanas quienes adoptaban el simbolismo de la araña aplicándolo a la Tsi wakondagi (la "Casa de los Misterios") construida en la mitad meridional del campamento.

7) Concernientes a Polinesia, Melanesia, Micronesia y Australia

8) En nuestro caso, Nueva Zelanda, Polinesia oriental, Raiatea y las Islas Hawaii

9) Sean nómades o sedentarios

10) Ya sea piedra, ladrillo o barro, madera, ramas, etc.

11) En los simples cobijos, taperas o parales el arco se halla representado por un par de estacas que se doblan opuestamente hacia el centro de la estructura señalado por un poste clavado en el suelo. Modelos desarrollados y perfectos se han heredado de la más remota antigüedad. Aún hoy, tanto en las estepas siberianas (yurtas) como en el este de Estados Unidos (wigwams) hay nativos que conservan el simbolismo y la técnica de su elaboración.

12) Tal como es el caso del tipi característico de los aborígenes de las praderas norteamericanas.

13) La noción de whare incluye aquellas chozas consideradas más elementales, confeccionadas con ramas y techo de paja a "dos aguas" con porche anterior.

14) Como decíamos, es la morada de Io (uno de sus atributos nominales sería Mataaho, “ojo de luz”, así denominado en la whare wananga, “casa de enseñanza secreta”), el dios supremo cuya representación terrena es ejercida por el ariki, jefe supremo quien administra el orden tradicional secundado por los rangatira, la nobleza sacerdotal cuyos atributos y funciones homologan aquellos mismos de los progenitores míticos.

15) Como aquellas vertidas por cierta antropología asociada al psicoanálisis acerca de asociar las percepciones de niños y "primitivos" por relación a su habitat y al "espacio emotivo y mágico".

16) Precisamente, la transpiración es uno de los tres aspectos del “Soplo total” y está simbólicamente relacionado con el Viento que sopla en el Espacio intermediario. Por otra parte, en otro nivel de referencias, este punto está vinculado a los ritos arcaicos celebrados en todas las latitudes dentro de las denominadas cuevas o “cabañas de sudor”. A modo de curiosidad, señalamos la actualidad del conocido sauna. Entre otras modalidades, este ha sido adaptado por la modernidad. Pero, ya como un mero eco fisiológico, completamente degradado de sus funciones originales.

17) En diversas aplicaciones rituales arcaicas se denominaba como “altar” a la piedra que formaba parte del hogar, ya sea en carácter del fuego central de las casas tradicionales, ya como hornillos esquineros de reverbero.

18) Como, por ejemplo, el caso del jefe Ruapupuke cuyo hijo fue raptado por Tangaroa el dios de los mares y de los peces (es el rival de Tane en la respectiva teomaquia) para colocarlo sobre el techo de su divina casa hasta ser luego liberado por su padre

19) Es decir, lo que se ha escuchado en la misma Hawaiki, la patria originaria o la sede primordial.

20) Asimismo, la asonancia de la voz comporta diversas acepciones entre las cuales pueden identificarse también círculo, agujero, boca o puerta que para este caso no dejan de conllevar el mismo simbolismo ya que, como se sabe, hasta un ornamento o una figura en el techo de una casa puede asimilarse a un mismo significado tradicional. Es decir, con idéntica función aunque distintos en la forma