Realidad aborigen ante la ilusión postmoderna

Oscar Freire

Introducción

Podríamos resumir el aparente contraste que subyace en estos títulos señalando la taxativa determinación de dos vocaciones de orientación dispuestas en una radical oposición. Si tomamos como ejemplo a las concepciones tradicionales sobre el origen divino y sobre el fundamento primordial del lenguaje humano y nos apercibimos, además, en que se ha constituido el lenguaje dentro del ilusorio bosquejo del actual mundo postmoderno, surge así, dicha oposición, de un modo por demás palmario y evidente. Es mas, si le prestamos atención a ciertos aspectos generales de la cosmología prehispánica indígena notaríamos que una designación sectorial del simbolismo tradicional amerindio clasificaría vertical y cualitativamente a dicha oposición localizando, entre otros, a dos sectores jerárquicos y superpuestos: el "arriba" y el "abajo" (1). Puede inferirse de ello, la importancia que tenía para las sociedades tribales, el aspecto esencial de la palabra (afirmada en el principio que es al mismo tiempo el origen y el centro de su cosmovisión), ya que el nombramiento y la clasificación de las cosas se constituyen en cierto modo en un orden cualitativo y derivado del sonido primordial, lo cual es esencial para la mentalidad indígena, ya que ello trata especialmente en el mantenimiento y en el equilibrio del universo. En su mayoría las lenguas sagradas indígenas poseen designaciones técnicas que contemplan el ámbito de la forma combinada ya sea con su aspecto esencial o substancial. En una palabra, sus cosmovisiones, desde el punto de vista tradicional, jamás confundían a los dos polos de la manifestación universal, lo cual ello significa que tenían bien en claro las atribuciones del "Arriba" y del "Abajo".

Es bajo este respecto que hay que analizar a las funciones de las lenguas aborígenes que se desempeñaban como un reflejo de la lengua primordial y originaria en la conciencia simbólica indígena. Funciones que incluía a todos los mundos superpuestos del cosmos tradicional y se desplegaba en las capacidades del "nombrar", como en una verdadera "ciencia de los nombres" con poderes de evocación o "encantatorios" respecto a la realidad de lo nombrado. Esta consubstancialidad entre el nombre y la cosa nombrada como característica de los mundos tradicionales define directamente, la importancia de los aspectos funcionales en los ritos de "consacrations d'un nom" que no sólo regía en todos los ámbitos de la vida tribal, sino operando también entre mundos (en los ritos iniciáticos restringidos a los clanes) en prosecución de dicho equilibrio cósmico.

Postmodernismo

Todo lo contrario parece suceder en la concepción posmoderna del mundo. Para nosotros el término "postmodernismo" se halla estrechamente asociado al de "nueva era" del cual se supone conlleva los sentidos de completar y superar a lo moderno. Subrayemos que dicho término no puede dejar de representar a un subproducto del mundo moderno que señala un giro en la caída cíclica de nuestra humanidad, tal como esto se expresa en la concepción universal y tradicional de la doctrina de los ciclos cosmológicos. Este giro que aparenta una reacción en contra de los vestigios de una mentalidad moderna y propiamente materialista es en realidad un causal agravante que somete a la manifestación a la irrupción y al avance acelerado de elementos psíquicos e irracionales a los cuales se los confunde como soportes de "espiritualidad" y de "apertura mental". Todo ello se designa en lenguaje postmoderno como a una "realidad emergente" en coincidencia con cierto "espiritualismo" apoyado por la cultura y con los "paradigmas" científicos de vanguardia. En este sentido, recordemos la eficacia clasificadora del simbolismo tradicional ya que dicha "realidad emergente" nunca puede descender del "arriba", puesto que al ser emergente solo puede provenir del "abajo". Si a esto le sumamos la convergencia aludida (de las artes y humanidades con las disciplinas científicas en la teoría fronteriza de los "fractales" o la denominada teoría del "caos"), ya no puede caber duda alguna, desde el punto de vista de la tradición, sobre el rumbo de posición al cual, junto a todas las cosas, se ven sometidos nuestros contemporáneos. Nos habla ello también de una terminología singular y de un lenguaje especialmente postmoderno que carece completamente de funciones atributivas principales no quedando mas remedio que el reflejar las "realidades" del aspecto "inferior" de la "substancia".

Por otro lado, ello puede estudiarse con claridad a la luz tradicional de los ciclos cósmicos en contraste con los fundamentos de cierta cosmología en cuanto teoría moderna permutada a postmoderna y en tanto el desarrollo de las teorías atómica, cuántica y de relatividad que señalan el punto de relevamiento de nociones como la de "subversión de la realidad" por la de "hiperrealidad"

Podemos traducir de ello los diversos aspectos de la experiencia profana de la existencia, particularmente aquel en el que se percibe maquinalmente la aceleración del tiempo, es decir el impulso en velocidad de los acontecimientos, como en una "recesión de la realidad" en perpetua destrucción del pasado. Esta "inconciencia del origen" equivale a la ausencia de "centro" o punto fundamental de orientación.

Esto puede resumirse en la pérdida u olvido, principalmente por parte del occidental moderno, de aquello que los guaraníes denominaban como a un verdadero "centro" y de donde surgen las "bellas palabras" o el "fundamento del lenguaje humano"(2). Así, Ñamandú Ru Ete, "Nuestro Verdadero Padre" creó la vibración sonora primordial que en su primer desplazamiento elemental reviste ciertos caracteres que determinan la orientación o direcciones particulares predeterminadas por su centro de irradiación original. Puede verse en ello las implicaciones de tiempo y espacio y todo lo contenido en el simbolismo geométrico, particularmente cuando presenta la conocida figura de tres trazos ortogonales del punto indefinido.

Ello se halla como contenido en la Palabra original y por ende en todos los derivados relacionados con la transmisión del conocimiento tradicional cuya infalibilidad aporta el mantenimiento al equilibrio de los mundos. Ese aspecto esencial de la Palabra se halla íntimamente relacionado a la inmutabilidad principial,(en tanto que relacionado al principio se refiere también al silencio o al verbo no afirmado) de la cual conviene recordar que no puede ser alterada por ninguno de los puntos de vista parciales o fragmentarios. Mucho menos, por cualquiera de aquellos elementos que coadyuvan a la constitución del absurdo, ya que este es fugaz y efímero, es decir, realmente impensable, irrealizable y completamente ilusorio. La tradición nos dice que una ilusión solo puede tener alguna influencia sobre otra "ilusión". De este modo, "el absurdo" solo puede avanzar, en nuestras sociedades actuales, sobre otra ilusión como es la de "vida ordinaria". De este modo, se nos hace suponer que las cosas que se perciben se refieren exclusivamente a una realidad literal, tal como se muestra a nosotros, sin que nos percatemos de las posibles consecuencias de una confusión de juicio favorecida por ese sentido ordinario de aquellos datos sensoriales que siempre inclinados a deambular entre espejismos y quimeras suelen subyacer en las apariencias de las cosas, olvidando la realidad integral y universal que es primera y última. Vemos así que la cuestión no se reduce a negar de plano a las primeras percepciones sensoriales, sino a darles el lugar subordinado que les corresponde, tal y como siempre se las ha tenido presente en las sociedades tradicionales. Lo dramático de la cuestión ha redundado, precisamente, en la extinción paulatina de estas sociedades y en la generalización e imposición exclusivista de los puntos de vista modernos que ya han transmutado, de aquí en más, en dicha "realidad emergente" traída por la "nueva era" dentro del denominado "postmodernismo".

Ilusión

En relación a ello, notemos la concepción tradicional resumida en el término técnico guaraní Kuaa avy que se corresponde con uno de los grados que determinan a los juicios ilusorios o parciales efectuados sobre el mundo fenoménico y que por medio de la percepción sensorial nunca logran, obviamente, abarcar por completo una síntesis del cosmos tradicional. Dicho término, puede en ocasiones, utilizarse indistintamente para designar diversos estadios de ilusión o de ignorancia. También, guarda ciertas equivalencias con el sentido de la voz sánscrita mâya (ilusión). De tal modo, que en el Advaita vâda, doctrina hindú de la no-dualidad se designa al principal componente de la ilusión como avidya, estado de ignorancia consistente en una conciencia seducida y autoseparada de la realidad tal como es.

Recordemos que esta siempre se halla indicada, para las cualificaciones respectivas, en toda noción tradicional. Además, conviene subrayar, que las cosas no son engañosas por sí mismas, sino que la mayor intensidad en una siempre relativa ilusión, radicaría en los diversos grados de percepción que de ellas tenemos. Cuando notamos que dentro de los planos mas elementales de dicha percepción resulta tan fácil ver moverse a lo inmóvil, considerar pesado a lo ligero o confundir una recta con una curva, ¿que podríamos decir entonces de aquel grado mas avanzado en que las percepciones se tornan abstracciones y estas en diversos tipos de imágenes producidas?. En relación a este interrogante convengamos en que no hace falta explayarse mucho sobre la obviedad de las proyecciones, ya incontrolables, de imágenes producidas dentro de los ámbitos de acción de la civilización propiamente moderna.

En cierto modo, estamos expresando aquí la disyuntiva del dualismo basado en la óptica relativista que caracteriza a toda existencia individuada. Conviene recordar que es en occidente, en el siglo XVIII, con Kant, cuando el término "ilusión", en variantes de proximidad y de dependencia, parece incorporarse con un sesgo positivista en los mismos hábitos del pensamiento, contribuyendo a acentuar cierta exclusividad de un carácter imaginativo y de una permanente evolución de significados en la percepción de las cosas.

Esta permanente "evolución de significados" sobre las cosas del mundo es lo que determina un extravío o pérdida de orientación respecto del orígen primordial el cual es siempre actualizado por las denominadas "sociedades arcaicas". Así, los guaraníes rememoraban permanentemente el "caos originario" o la "substancia primordial". Pero, jamás en ese sentido "fractal" que el postmodernismo le otorga a la noción de "caos" que es equivalente al "Todo indiferenciado" o "conciencia cósmica" del pseudo espiritualismo. Por el contrario, los guaraníes denominaban a dicha "substancia" con la voz técnica de Ara yma, que por aplicación fonética y por analogía, designa también al invierno. Esto, en el esquema simbólico es de la mayor importancia, ya que por medio de la voz ñemokandire ,resurrección, se indica la aparición del sol y el triunfo de la luz sobre la obscuridad.

De tal modo que la misma relación conlleva además múltiples extensiones analógicas, una de las cuales se refiere al resurgimiento o retorno de ara pyau , época nueva, primavera, etc.,lo cual vinculado al rito tribal correspondiente remarca la continuidad de las primeras obras y ejemplos primordiales de Ñamandú Ru Ete, "Nuestro Verdadero Padre", con los que ilumina, ordena y orienta a toda la manifestación, quedando claro que el aspecto de mayor importancia se refiere a la aparición de la luz original por la cual queda iluminado y consagrado, ordenado y orientado todo aquello que queda bajo las normas del universo manifestado. Puede cotejarse esto, a modo de equivalencia, con los significados tradicionales y preparatorios del advenimiento del "Sol invictus" que en los ritos del solsticio de invierno se han celebrado universalmente por los mas diversos pueblos de la humanidad. Recordemos, además, que esto se relaciona con un punto que ha sido ampliamente estudiado por Ananda K.Coomaraswamy quien partía de concepciones hindúes pero que no olvidaba señalar la equivalencia con casi todas las tradiciones. En este caso, dicho punto se refiere a la aparición de la manifestación como un producto del "orden" a partir del "caos" y cuyas atribuciones simbólicas se identifican respectivamente con la "luz" y las "tinieblas", siendo en realidad la primera, la noción metafísica de donde se derivan todos los caracteres simbólicos y predicativos relacionados con los referentes de "iluminación", de "irradiaciones" o "intervenciones solares".

Alteración

Esa misma tradición profética de los guaraníes, estrictamente oral, es la que aún conserva ciertas designaciones técnicas que pueden también aplicarse analógicamente a nociones generales o particulares, es decir, que ellas pueden cocernir a cosas, individuos o civilizaciones. Es más, pueden aún referirse a todo aquello que se comprende dentro de las denominadas condiciones o prolongaciones extracorporales. Por ejemplo, ese mismo término Kuaa avy que designa cierto grado de percepción exclusivista de la conciencia se asocia por consecuencia inmediata a un estado de desequilibrio designado por la voz aguyje amboae, transgresión, que entre varias aplicaciones superpuestas se refiere a un punto pleno o máximo al cual se llega por una vía distinta al camino recto. Ello, aplicado al desarrollo del mundo moderno y a sus incidencias en el ámbito de manifestación, pareciera designar aquella fase que concierne a un final de derrotero de la civilización occidental contemporánea. Vale recordar, a este respecto, que todas las tradiciones se han pronunciado en el diagnóstico de una especie de "alteración" que acelera el tiempo y comprime el espacio.

Evidentemente, ello no puede dejar de repercutir en el compuesto humano y determinar la anomalía en el desarrollo de la época actual. Una época plagada de artificios donde el hombre ha perdido "el arte de vivir", situación que se torna en un acontecimiento casi fatal, ya que nos estamos refiriendo al extravío de la ciencia de "las formaciones originales" de las cuales no solamente el hombre es parte, sino además su mayor referente (3).

La aceleración temporal

Insistiendo con el ejemplo de las "aceleraciones temporales", pensemos en las dificultades que tienen los filósofos modernos en concebir la eternidad a la que generalmente confunden con perpetuidad o, particularmente, cuando hacen uso de sus métodos de análisis sobre las "totalidades sucesivas" o sobre la naturaleza del tiempo y, por los cuales, se ven casi siempre reducidos a una perspectiva "unidimensional" de los sentidos que les obliga a inferir una suerte de antagonismo entre cada momento del "fluir de las cosas", hecho que, por cierto, surge en cualquier acontecimiento al que se le aplique ese mismo concepto de tiempo. Esta dificultad de orden intelectual es probable que sea una de las causas que generan aquellas defectuosas representaciones relativistas que actualizan, en cierto modo, las antiguas aporías sobre una divisibilidad infinita. Esto, salvo en la etapa moderna donde se generaliza la confusión, siempre ha sido fácilmente refutable, en tanto en cuanto se logre comprender la noción tradicional del instante indivisible, inmóvil y no genético del cual partían todas las cosmovisiones tradicionales. Abundan en el simbolismo y en las expresiones de las mas diversas latitudes modelos referidos exclusivamente a esta cuestión. Piénsese que dicho "instante" puede ser representado por el punto que es denominado geométricamente como "unidad con posición", pero que al ser indivisible no forma parte de la línea (semejante al "ahora" que intermedia entre el pasado y el futuro pero que no forma parte del tiempo (4).

Evidentemente, que la pérdida del "centro", representado simbólicamente por el punto, junto a otras nociones fundamentales de esta índole ha obligado al hombre moderno a avanzar en velocidad hacia el "fractalismo", es decir, hacia la eclosión y el desarrollo de las series complejas e irracionales del mentalismo, en una suerte de festival psicodélico y caótico donde se parodian las antiguas iniciaciones, donde se halla por completo ausente la inteligencia del corazón y la influencia espiritual. Asimismo, con la irrupción y el avance acelerado de ciertos elementos fugitivos que logran alguna individualización temporal parecería constatarse una modificación del substratum (lo que está "detrás" o "debajo" de los fenómenos) o inframundo que es uno de los componentes que constituyen , en toda concepción tradicional, el esquema universal de manifestación.

Orden y Caos

Esto nos sugiere un grave desequilibrio ocasionado por la pérdida de aquellos principios que regían las cosmovisiones o concepciones tradicionales del universo. Datos y símbolos de las procedencias mas diversas del pasado de la humanidad concuerdan, mas o menos, en una descripción simbólica del compuesto de estados no-formales, formales e informales que completan la totalidad de posibilidades de aquellos aspectos actuales y potenciales del ser, uno de los cuales, precisamente, se constituye en ese principio universal designado como "substancia" distinguiéndose a su vez en dos aspectos: uno superior y otro inferior. En relación a ello, ya habíamos dicho, que casi todas las lenguas aborígenes destacan términos técnicos para designar los aspectos ya sean "esenciales" o "substanciales" de las existencias particulares que componen el teatro de la manifestación, además de poseer los ritos y las fórmulas de orden (rito, del sánscrito rîta, órden) para actualizar la perennidad de la luz original.

Todo ello, evidentemente, se halla rodeado de inagotables sentidos que se relacionan e interactuan dentro del simbolismo tradicional, tomando las singularidades y particularidades que se refieren exclusivamente a una determinada etnia o sociedad. También, conviene destacar, esa naturaleza "vital" de todo símbolo verdadero, es decir, aquello que concierne a la "acción" del mismo y del modo que era manejado por los nativos americanos en pro del orden tribal y de la manifestación como reflejo de la perennidad del principio.

En tal sentido, en el mundo tradicional de los aborígenes mesoamericanos es posible constatar que un mismo símbolo, tal como el caso de Quetzalcoatl, "La serpiente emplumada" o "pájaro serpiente" al que, de acuerdo a las variaciones regionales, se le han atribuido diversas cualidades, ya sean supracelestes o cosmogónicas, ya sean humanas o animales, (pero, siempre manteniendo una significación simbólica y esencial) resume representaciones de los estadios no formales (el mundo supraceleste simbolizado alternativamente por el pájaro Quetzal) y de aquellos informales y formales (los mundos celeste e inframundano y el propio mundo terrestre o de la forma simbolizados en distintos ordenes por la serpiente Coatl).

Existen, además, ciertos animales de función atributiva cuya aplicaciones simbólicas se agregaban para designar el aspecto "inferior" de la "substancia". Se elegía, en ocasiones, al jaguar como representante de los elementos ctónicos o del útero de la madre tierra, donde debían quedar sellados o fijados el caos y la obscuridad a los efectos de no "objetivarse" en los ciclos nefastos, ni en los desastres naturales o en el apoderamiento de las almas humanas.
Los recaudos rituales y la "acción del símbolo" por un lado exorcizaban representativamente, y por otro prevenían realmente la subversión del orden sintetizado en el esquema universal de manifestación como patrón de la cosmovisión indiana. De lo contrario, la confusión y el desorden pondrían en peligro la armonía y el equilibrio del cosmos, perdiéndose de vista el sentido de lo principial, resumido en la unidad esencial de todas las cosas, de los seres y de los mundos.

En el México antiguo, en la tradición azteca y sobre los mismos aspectos se efectuaban una serie de ritos en diversos niveles (conviene advertir que la confusión de los ritos puede prestarse a diversos errores y falsas interpretaciones que siempre deben atribuirse al desconocimiento de los operadores del simbolismo tradicional), por ejemplo, en un nivel cosmoteogónico (no olvidemos que hay niveles simbólicos e iniciáticos superpuestos) en la representación de las cuatro direcciones del mundo, el oeste, identificado bajo ciertas relaciones con el signo de libra, era designado como el lugar del principio de la obscuridad, de la enfermedad, del mal y de la muerte. Así, los meses Pachtontli y Hue-pachtli pertenecientes al signo de libra, tenían como regentes a cozca-cuatli (dios de la peste), por lo cual en los rituales de Teotleco se efectuaba el "emplumamiento" ritual a los efectos de protegerse de las influencias de Acol-miztli y Acol-nauhya dioses infernales, cosmogónicamente identificados con las constelaciones de Lupus (lobo) y Serpens (serpiente) en libra.

Estos mismos sentidos analógicos parecen estar contenidos en los ritos pascuenses del Makemake (hombre-pájaro) en torno al "huevo primordial", representado por el producto del manu-tara (pájaro marino) y celebrados anualmente, no sólo para establecer la regeneración individual y colectiva, también regula la economía y el orden tribal, extendiéndose a la unidad del cosmos a través del "sendero ritual" en una travesía espiritual en círculo desde lo manifestado a lo no manifestado.

Cabe observar, al margen del aspecto intelectual contenido en el simbolismo, como estos datos ilustran y aperciben sobre esa "acción del símbolo" a la cual nos referimos, más todas las implicaciones que de ello puedan extraerse. Pero, si quedara alguna duda sobre lo que hemos acordado en denominar como "acción del símbolo", y más allá de que esta no pueda ser "percibida" por una mentalidad cuyos operadores de conocimiento se hallan alejados de los patrones tradicionales (tanto en lo que toca a la representación de los dos principios universales, como en todo a cuanto se refiera específicamente al punto que estamos tratando), señalaremos el caso particular de la isla de Guam (actual dominio norteamericano), al noreste de Filipinas en el conjunto de las islas marianas, otrora un paraíso de exclusivas aves de gran belleza y variedad, cuya singular presencia y sonora canoridad, de profundas melodías armoniosas, enriquecían y conformaban el ritual de los nativos del lugar.

La vertiginosa entrada de la isla en la modernidad produjo el debilitamiento y la casi extinción de los rituales tradicionales (relacionados con el esquema de referencia). Esto atrajo la repentina aparición de la serpiente arbora parda logrando constituirse rápidamente en un serpentario de mas de un millón de ejemplares, devorando y haciendo desaparecer por completo a las aves, además de ocasionar toda clase de desordenes en el hábitat isleño. De tal modo, que en el apercibimiento de la "acción" del símbolo, como mejor se habrá de notar en el caso de este ejemplo ilustrativo, es posible llegar a vislumbrar una serie de cuestiones relacionadas con las ideas deformadas y los estereotipos constituidos en torno a la mentalidad indígena.

Conclusión

Sobre la mentalidad indígena no tenemos dudas que le conciernen aspectos de mayor profundidad que el convencional concepto "psicoetnográfico" del "mito" y en particular de esa suerte de "conciencia mítica" que usualmente y en cierto sentido "cultural" se le otorga a las sociedades tradicionales. Lo mismo sobre la noción de "símbolo" a la que se pretende encuadrar dentro de conceptos tales como los de "irracionalidad" o "prelogicidad" como para encerrarla en una suerte de "misticismo ornamental" al que debe supeditarse "la meditación". Vale añadir que esa misma noción de "símbolo" se ha transformado actualmente en una de aquellas referencias de las mas mentadas por la modernidad, pero que significativamente es también de las que nunca se alcanza a comprender del todo sus funciones, en particular, aquellas aplicaciones inversas de lo que verdaderamente se trata.

Por supuesto, que la mentalidad simbólica del hombre aborigen ha sido algo muy distinto a esto, ya que operaba "realmente entre mundos" por ejercicio del verbo original y sin separaciones entre el nombre y la cosa, lo cual permite vislumbrar las razones estrictamente intelectuales que anima a toda "acción" simbólica, de las cuales hemos insistido en señalar como de las mas importantes para el amerindio, aquellas integradoras del entorno tribal con el equilibrio cósmico y en permanente identificación con el Principio Universal.

Notas

(1) "...la explicación de las cosas no habrá de ser buscada en el lado de la substancia sino, muy al contrario, en el de la esencia, en un proceso que podríamos traducir en términos de simbolismo espacial diciendo que toda explicación debe pasar de arriba a abajo y no de abajo a arriba..."Renté Guénon,"El reino de la cantidad y los signos de los tiempos"-Cap.II.

(2) "De la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, creó nuestro Padre el fundamento del lenguaje humano e hizo que formara parte de su propia divinidad. Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse conocimientos de las cosas, creó aquello que sería el fundamento del lenguaje humano. Hizo el verdadero Primer Padre Ñamandú que formara parte de su propia divinidad"."Ayvu rapyta-El fundamento del lenguaje humano"-Himno sagrado de los Mby'a-Guaraní

(3) "El Arte es la "ciencia de las formas", y en pleno cambio de milenio, eso no significa algo irreal a superar, contrariamente, hay cosas que forman parte del ser humano, y las verdades tomando vehículos diferentes son siempre las mismas, porque atañen a la integración del hombre en su centro Cardíaco, allegándose al silencio creador, fuego donde se gestan las imágenes reflejas de los Arquetipos celestes. Una civilización que no tenga arte, en cuanto acto regio, va sucumbiendo en su propio cenagal y lentamente muere por falta de oxigenación celeste. Es entonces cuando los hijos de la noche, como hijos del tiempo, se encargarán de reducirla a cenizas, al principio bajo lemas "racionales", luego de manera mas directa,finalmente serán los tchandalas, una subcasta, que ejercerán las tropelías últimas, y será el fin de esa época o ciclo. De ahí surgirán las nuevas semillas que darán lugar a un nuevo comienzo, porque "la luz brilló en las tinieblas, pero estas no la acogieron" . La belleza es el ritmo de la existencia, que en su manifestación es verdadera, pero si no existe una ligazón con el principio se vuelve vacía y el caos se instala en el cosmos, el logos y el mitos son presa de disolución". A.K.Coomaraswamy,"Sobre la noción del arte tradicional"

(4) En muchas sociedades aborígenes suramericanas como por ejemplo los Embreas de Colombia mantienen la noción circular del tiempo en torno a un centro que representa al "eterno presente", mientras que el pasado "va adelante" y el futuro "viene detrás" desfilando circularmente y, por tanto, coexistiendo