Lenguaje primordial y traducción moderna

Oscar Freire

"Sea alabado el creador, pues en la comprensión de su esencia se abrevia la investigación de las ciencias y la sabiduría es considerada ignorancia y la elegancia de las palabras, fatuidad"

Rabbi Salomón

Introducción

La noción de lenguaje primordial se corresponde con las realidades expresadas por las lenguas tradicionales que suelen, en su mayoría, mantener una concordancia entre varios niveles de referencia. Es más, cada vocablo, en sus diversas relaciones y combinaciones, suele ser una representación sintética y simbólica del universo. Conste, que no se trata solamente de la descripción de una analogía proporcional, sino de expresar una integridad constitutiva de las cosas físicas a las metafísicas lo cual quiere decir que el acto tradicional de nombrar no se refiere a una cualidad racional y abstractiva de atribución, sino de participar en la realidad de una cosmovisión y en cuanto esta sea real.

Ahora bien, como se sabe, en el mismo término de "vocablo" se incluyen literalmente los sentidos de sonido articulado que expresa una idea o de "representación gráfica de los sonidos articulados que expresan una idea". Pero, por citar un ejemplo de los mas cualificados, y mas allá de una convencionalidad de la fonética lingüística moderna, podríamos decir que ello en realidad, se remonta a la teoría cosmológica de la primordialidad del sonido, abarcando todas las cualidades sensibles y por lo cual se infiere su correspondencia con la enseñanza oral que ha sido característica principal de la mayoría de las sociedades premodernas.

Para Platón, la realidad de una lengua radica en las agâlmata fônêenta (B142), entendiendo que la rectitud del lenguaje, parece basarse, mas que en la sinonimia y en los análisis de distinta raíz (homonimia) o en los de idéntica raíz (polisemia), en el elemento verbal natural, ya que, y tal como similarmente se da en la mayoría de los pueblos "primitivos", el verdadero nombre de los dioses serían sus "imágenes sonoras".

En la India, desde el punto de vista tradicional el desarrollo profundo de esto se corresponde con una ciencia denominada pûrva-mîmânsâ donde se propone la naturaleza pre-promulgativa y la perpetuidad de los sonidos articulados, cuya asociación esencial al sentido del oído hacen del lenguaje algo universal y completamente distinto a cualquier arbitrio o convención particular.

Esto nos lleva a señalar que la concepción metafísica del lenguaje universal difiere hondamente de las disquisiciones empíricas o de la búsqueda de una "lengua madre" que se supone ha sido comúnmente hablada por el género humano en la aurora de los tiempos, y añadamos que, con tal señalamiento, coinciden las cualificadas palabras de Ananda K. Coomaraswamy quien, al respecto, se ha pronunciado de este modo: "Así pues, no ha de considerarse que la doctrina metafísica del lenguaje universal afirma que se haya hablado alguna vez, efectivamente, un lenguaje universal por algún pueblo bajo el sol; el concepto metafísico de una lengua universal es de hecho, la concepción de un único sonido, no la de grupos de sonidos que han de ser pronunciados en sucesión". (Nirukta=Hermeneia, -ET, XLI-1936).

Tampoco se trata de una cuestión de etimología, mucho menos en el sentido bastardeado de esta expresión, y tal como modernamente se entiende. Por ejemplo, Sócrates, según Platón, no se interesaba por el significado de una palabra, sino por su uso correcto y preciso, en tanto una armonía en la estructura sonora del lenguaje que nos revele, al mismo tiempo, la estructura del cosmos (Cármides, 163d). Igualmente, en una indudable concordancia, o si se quiere en una convergencia de contextos, podríamos seguir citando a Coomaraswamy: "En otras palabras, se asume que algunas asonancias, que pueden corresponder o no a la genealogía efectiva de las palabras, son, no obstante, indicaciones de sus afinidades y significados, de la misma manera que nosotros reconocemos el parecido de familia, a la vez de apariencia y de carácter, aparte de la línea de herencia directa. Lo cual es todo menos una cuestión de 'etimologías folklóricas'; no se trata de etimología en absoluto, en el sentido mas estrecho de la palabra, sino mas bien de asonancia significante". (Idem).

El ejemplo de guaraníes y "fueguinos" Observemos que la doctrina de los nombres en la mayoría de los pueblos tradicionales se basa en la inseparabilidad de sonido y significado, y que todo nombre proviene de las acciones en el sentido derivado de un "primer-hacer-primordial", lo cual ubica la cuestión mas allá de las denotaciones y de las proposiciones intencionales adscriptas a todo lenguaje hablado, ya que implica un conocimiento cierto de la naturaleza de las cosas con la cual los nombres mantienen armonía, y por tanto ellos, dimanantes de un poder no-humano o de un primer "dador de los nombres".

Así, entre los guaraníes, Ñamandu es el padre de la vibración sonora primordial, que es la razón constante entre las modulaciones de las ñe' ê porà (las bellas palabras) suministradas como palabras-almas a los karai ñe' ê jara (profetas y maestros de la palabra) por intermedio de los cuatro dioses y sus respectivas esposas. Esta misma constitución jerárquica corresponde a un esquema universal de manifestación cuyo trazado representa la unión del cielo y de la tierra y, por ende, simboliza la totalidad del universo. Ello, es en parte, resumido bajo la noción de un círculo con su centro, y dividido en cuatro cuadrantes (dicho simbolismo se completa con un eje vertical que atravieza el centro del círculo)

Es notable la concordancia de esto mismo entre las naciones aborígenes de diversas latitudes, y por citar una analogía de lo que es menos conocido, mencionamos a dos tribus unidas por parentesco y por espacio limítrofe en la Tierra del Fuego (correspondiente al extremo Sur de Argentina y parte de Chile). Se trata de los Shelk'nam y de los Haush ya desaparecidos, cuyos conocimientos tradicionales se basaban en una estricta enseñanza oral expresada mediante la eficacia y la compleja riqueza sonora de su lengua (lamentablemente casi desconocida en tal aspecto), y así, rectora de su propia cosmovisión, de los nombres, de los ritos y de sus diversas ideografías.

Tanto para Haush como para Shelk'nam el háiyen (centro supremo) regía mas allá de las Kéoin Hurr (Cordillera de las Raíces), las cuatro cadenas de míticas montañas o las cordilleras celestes, cada una de las cuales era localizada en su respectivo shó'on (cielo) y, a su vez, en su correspondiente haruwen (tierra) mas todo lo que ellos contienen. De este modo, se constituye la totalidad del universo simbolizado por un círculo que se manifestaba perfectamente en la tierra, precisamente, por derivación y asociación del haruwen respecto del shó'on. Así, de la concordancia entre cielo y tierra surge la armonía entre la lengua sagrada aborigen, no solamente con cada elemento de la naturaleza, sino también con cada aspecto del cielo, ya que los componentes de cada haruwen (montañas, ríos, valles, etc.) son imágenes nominalmente idénticas a sus arquetipos celestes ya nombrados por los grandes dioses y héroes del hoowin o de la tradición primordial, es decir los representantes directos de la sabiduría chan (la palabra primordial) legada a los administradores o profetas, los chan-ain (padres de la palabra) a fines de mantener, mediante la acción del Verbo divino, el orden de las cosas terrenas, la visión de las ideas eternas y el equilibrio de los mundos en perfecta y absoluta Unidad.

Basten estos dos breves ejemplos para darnos cuenta que, salvo la concordancia universal de los símbolos tradicionales correctamente asimilados dentro de un contexto dado, no tenemos otros medios cualificados de acceder a las realidades de sociedades prácticamente desaparecidas. Mucho menos, si se carece de la posibilidad de "vivir" aquellos aspectos fundamentales constituidos a partir de una lengua tradicional, y por lo cual se infiere todo aquello de fantasía que implica el abordaje de estas cuestiones en base a los diversos componentes que tipifican a una traducción moderna.

La traducción moderna

Según el citado Ananda K. Coomaraswamy la traducción errónea y la falta de comprensión por parte de eruditos y literatos modernos sobre las realidades relacionadas a los términos de las lenguas tradicionales radica no tanto a una falta de costumbres o a un dominio parcial y limitado, "sino mas bien al uso inadecuado de su propio lenguaje" (1).

En el mismo sentido se pronunciaba René Guénon al caracterizar a las lenguas europeas como carentes del ritmo en sus aplicaciones tradicionales o del simbolismo de las letras y de los números, y por tanto no aptas para la transposición de elementos de una civilización a otra, "so pena de hacerlas por completo ininteligibles o bien de no obtener sino resultados enteramente ilusorios, cuando no completamente falsos" (2).

No se podrían enumerar mejor las dificultades que, desde una formación determinada, tiene el estudioso occidental para darse cuenta de lo que verdaderamente se trata en los términos de las lenguas sagradas tan íntimamente ligados a las "ciencias tradicionales" y al propio mantenimiento de las sociedades respectivas. La cosa viene a cuento, ya que uno de los modernos fenómenos lingüísticos que mas acumulación léxico-bibliográfica ha logrado últimamente, se basa en el registro y traducción de lenguas, voces y dichos pertenecientes a diversas comunidades y sociedades tradicionales, es decir de aquellas que sigue siendo usual denominarlas, desde el punto de vista de los métodos cientificistas, con términos que no dejan de conllevar una soterrada carga intencional como, por ejemplo, el de "primarias" u "originarias" (usados para suplantar al de "primitivas").

De modo que, ante las inevitables confusiones y contradicciones que generan los distintos conceptos y auxiliares terminológicos elaborados desde una exclusiva óptica moderna, es que no faltan voces que se levantan desde el mismo ámbito de los especialistas, advirtiendo sobre el carácter completamente inadecuado de los métodos de análisis sistemáticos y de la falta de criterios aceptables en la consideración de las expresiones simbólicas y fonémicas de una mentalidad que en realidad no es la propia y, por ende, resumido todo ello en las enormes dificultades que aparecen en el intento de asimilación de tal mentalidad por parte de dichos especialistas.

La insuficiencia de los términos modernos para encerrar la realidad de las hablas tradicionales se resume en la reducción de los análisis a una forma de lengua y a una cultura que son productos de una mentalidad particular (la cual debe ser comprendida dentro de una civilización determinada y correspondiente a una era cósmica, según la doctrina tradicional de los ciclos en su sentido descendente) y que sólo elabora cantidad de definiciones léxicas dentro de los detallados, abstractos y rígidos diccionarios.

A tal punto ha llegado el problema, que ello ha ofendido la inteligencia y la seriedad de algunos eruditos, quienes como en el caso del Profesor George B. Milner, se han visto obligados a pronunciarse contundentemente al respecto: "Recurrir a los diccionarios no es de gran ayuda: esto muestra que hay muchos extremos confusos y mucho territorio en disputa. El prestigio de la lexicografía es tal, sin embargo, que no sólo aceptamos sin críticas lo que nos dice el diccionario, sino que suponemos que sus definiciones son válidas universalmente y transculturalmente. Así es como una autoridad en estudios africanos ("Bantu Wisdom-lore". African studies. Doke, C.M. 1947:pag.102) llega a la conclusión de que el nombre mas adecuado para ciertas figuras del habla bantú es 'aforismo' ; y esto casi seguramente luego de consultar un diccionario inglés, es decir un repertorio de definiciones construidas en términos de la cultura occidental, y aparentemente sin detenerse a pensar qué es lo que hay en el concepto y palabra 'aforismo' que los haga absolutos y mas aptos que cualquier otra palabra para el análisis transcultural. Este procedimiento es análogo al de los primeros estudiantes de lenguas australianas que habían llegado a la conclusión de que la única parte del habla que podían reconocer era el gerundio, defecto que hay que cargarle al etnocentrismo" (3).

Esto mismo, no sólo resuma sentido común, sino también corrobora el hecho, de que una de las mayores dificultades en traducir el carácter simbólico de las nociones tradicionales a una mentalidad moderna radica, precisamente, en la ausencia de elementos equivalentes, ya que el ejercicio de un lenguaje relacional, es decir de una lengua conceptualista que relaciona abstractamente las definiciones y calificaciones carece de los soportes directrices inherentes al "sentido del ritmo", significando dominio de las propiedades del verbo por un lado, y por el otro, la virtud que sólo posee el elemento verbal natural para permitir asimilar la eficacia de un patrón sintético (4) que impregna a toda habla "primitiva" en su íntima relación con el símbolo tradicional.

Conclusión

Singularmente, salvo las excepciones de rigor, la originalidad de estas nociones de "síntesis" y de "eficacia" son, generalmente, aquellas que siguen siendo proposiciones interpretadas como "arcaicas" o "prelógicas" por toda mentalidad formada en el tipo de conocimiento moderno, tal como es el caso de eruditos y académicos, o idealizadas en el contexto del pseudoesoterimo (5) mediante artificios gramaticales (en el sentido que suele darse entre los que incursionan dentro de un sistema fijo y antiparabólico de "lecto-escritura" moderna), concernientes a la mentalidad literaria contemporánea. Nos estamos refiriendo, particularmente, a la determinación exclusivista que (como "lexicografía") opera con conceptos mentales relacionados a patrones convencionales tal como, y desde una óptica tradicional, resultan ser la literalidad de la traducción, de la sintaxis o de la metafórica (6) modernas, inclusive de la ortografía.

Además, anotemos que, cuando hablamos de un sistema fijo de "lecto-escritura" moderna, estamos aludiendo a un campo cerrado donde, exclusivamente, se interpreta a la realidad en términos linguísticos, y dentro del cual se hace imposible evitar el proceso de sucesivas antítesis, ya que, repetidamente, el curso de un enunciado contradice al de otro sin poder contar con los elementos tradicionales de solución que resuelvan en unidad a la afirmación y la negación, como a toda aparente contradicción (tal como es fácil de constatar en los innumerables ejemplos a la mano) (7).

Sea como fuere, el literalismo extremo, ya alejado de la parábola en su sentido tradicional, inclusive aquel que juega con la imaginación no dejan de ser un ejercicio de conjetura o de contradicción en los contextos modernos, ya que no pueden menos que expresar un efecto de "fantasía individual" que, desde el punto de vista tradicional es consubstancial a todo aquello considerado en el carácter autoexpresivo del "artificio" o del "enunciado ficticio" y, a su vez, relacionado a lo que cabe denominar como un proceso que conduce al contrasentido de la palabra primordial, o si se quiere, a una etapa terminal (8) dentro de una suerte de "entropía" verbal en donde queda como anulada la integritas (exactitud) del lenguaje de la tradición universal (9), y por ende, se quiera o no, de aquel lenguaje que no deja de ser inherente a la mayoría de las cosmovisiones "arcaicas".

Notas

1) "Sobre la Traducción"

2) "Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada". Cap. VI.

3) "Esbozo de una Taxonomía semántica", Biblioteca de Lingüística y Semiología. Buenos aires 1976.

4) Es necesario entender a este término en un sentido que va mas allá de la común definición literaria latina como "concepción de un todo por la reunión de sus partes". Mas bien, el punto de vista tradicional implica totalidad y unidad en todos los niveles de referencia. Esto concierne a un sentido rítmico operativo, en tanto y mediante la acción, sea posible el pasaje de las partes a la no-acción del "todo".

5) Entre tantas aristas del pseudoesoterismo sobresale la labor llevada a cabo en función de cierta "desnaturalización"de los símbolos verdaderos. Precisemos que, objetivamente, el símbolo tradicional nunca deja de ser verdadero, sólo que, en ciertos contextos dados en que se dan referencias incorrectas de los símbolos verdaderos, estos, y únicamente dentro de tales contextos, toman el carácter de "símbolos incorrectos".

6) Uno de los tantos ejemplos del uso reglamentado de la terminología moderna consiste en aplicar la metáfora en una definición cerrada del símbolo. Es decir, al no ser el predicado lingüísticamente predicable del sujeto surge la disparidad, y por lo cual, la metáfora, en términos lingüísticos, constituye una contradicción encubierta (Para otro nivel de referencias consultar nuestra anotación "Chuang Tsê y el conceptualismo").

7) Una autoridad norteamericana en proverbios tradicionales llega a sugerir que es inútil intentar definir un proverbio: "La definición de un proverbio es tarea demasiado difícil como para que los resultados compensen el esfuerzo; y deberíamos combinar afortunadamente en una sola definición todos los elementos esenciales y dar a cada uno el énfasis que les corresponde, por lo que ni siquiera tendríamos una piedra de toque. Una cualidad incomunicable nos dice que esta frase es un proverbio y que esta otra no lo es" ("The Proverb". Archer Taylor, Hatboro, Pennsylvania 1962, pag.3, primer párrafo)

8) Si las ficción dentro de la literatura pseudoesotérica es denominada como "contrasentido" lo que corresponde a la literatura profana propiamente dicha sería el "sinsentido" (ausencia del sentido). Recordemos que, en diversas lenguas, el término "sentido" se halla, indistintamente, relacionado a los de "esencia" y "sustancia". Por otra parte, en la Edad Media, además de cada una de las interpretaciones tradicionales de la Sagrada Escritura era usual, en rigor, denominar como "el sentido" a la Inteligencia espiritual o anagogía que se da a algunas palabras, pasajes o capítulos de la misma, aplicándolos a un estadio superpuesto y distinto al que se expresaron, ya sea en su significado alegórico, moral o literal.

9) Esto mismo ha sido muy bien explicado por Ananda K. Coomaraswamy en su estudio sobre "El simbolismo literario", particularmente en el pasaje donde dice: "El lector que ha aprendido a pensar en los términos de los simbolismos tradicionales se encontrará provisto de medios de comprensión, de crítica y de delectación insospechados, y de un modelo por el que puede distinguir entre la fantasía individual de un literato y el uso exacto de las fórmulas tradicionales por un autor instruido. Puede llegar a comprender que no hay ninguna conexión entre la novedad y la profundidad; que cuando un autor ha hecho una idea suya propia puede emplearla de manera completamente original e inevitablemente, y con el mismo derecho que el hombre a quien ella se presentó por primera vez, quizás antes de la aurora de la historia". (Figures of Speech or Figures of Thought, Cap.vii).