Indios Swastika

LA SEDE PRIMORDIAL

Sobre algunas locaciones, imágenes y sustituciones

Oscar Freire

En lo que se considera el marco de los estudios tradicionales, podríamos confirmar como suficientemente conocidas (particularmente, a partir de los estudios de René Guénon) las constantes alusiones por parte de la mayoría de las tradiciones recordando un origen primordial o depósito espiritual que ha sido opacado u obscurecido, perdido u ocultado a partir del inicio de una secuencia cíclica que escapa a cualquier abordaje histórico. Tal imposibilidad, se puede vislumbrar en la doctrina de los ciclos de la tradición hindú, a cuyo correcto sentido bien se refería Ananda K.Coomaraswamy al definir que, "la doctrina de los manvantaras, como la de los kalpas, es una parte esencial de la tradición hindú, y no puede explicarse por ningún acontecimiento histórico" (1). A ello se asocian las referencias de ciertos puntos de inflexión, según narran casi todos los textos sagrados, que expresan una alternancia de eventos cataclísmicos y, a su vez, generando, consecuentemente, los sucesivos acontecimientos migratorios que han provocado, (por adaptación al devenir de nuevas condiciones) diversas fusiones de las formas tradicionales que, así, han llegado hasta el día de hoy con las características que conocemos. De modo tal que, a los efectos de ciertas precisiones, la remembranza de aquello perdido u ocultado se refiere principalmente al conocimiento o sabiduría inherente a un estado primordial, luego a su correspondiente tradición primordial y, secundariamente, debe venir a sumarse todo lo relativo que rodea a las localizaciones de la respectiva sede primordial.

El estado de cuestión supletoria, colateral o secundaria que corresponde al emplazamiento o ubicación original de esta última (que es recordada por una extensa gama de nomenclaturas y atributos de carácter simbólico) es, evidentemente, compleja y no exenta de confusiones propiciadas por el manto de obscuridad intelectual que se extiende sobre la humanidad de nuestra época. Una prueba cabal de ello y, entre tantos testimonios, surge de las también innumerables ilusiones generadas en el mundo moderno, como pueden ser, a título de ejemplos, aquellas que se relacionan con la palabra Thule, una de las mas extendidas y también de las mas remotas o antiguas con que siempre se ha designado, no solamente a la sede primordial, sino también a otras de carácter secundario y de diverso orden (2), tal como pueden ser, los casos de la Tula de Atlántida o la de Mesoamérica, las cuales deben siempre entenderse como distintas reflexiones de la primera.

Evidentemente, ello es tal, en cuanto figura de la residencia primordial antes del acontecer cíclico, lo que conlleva la idea de perennidad, ya que al no haber desplazamiento estacional o sucesión temporal se hallaría "situada" fuera del tiempo y, siempre actual por sobre el interludio, intervalo o inter-tiempo en que se resuelven los períodos convulsivos del grado de manifestación de la existencia, permaneciendo, por tanto, inalterable e inafectada por la catastrófica destrucción periódica de esta, generalmente expresada por la analogía de un diluvio a la postre de cada manvantara o del gran "diluvio" que señaliza la cancelación de un kalpa.

Según el mismo Coomaraswamy (ver Op. citada) los "Diluvios" son una característica normal y recurrente del ciclo cósmico, es decir del período (para) de una vida de Brahmâ, equivalente a 36.000 kalpas, o "días" de "tiempo Angélico", por lo cual, las crónicas legendarias del Diluvio, tal como afirma dicho autor, corresponden a una tradición mas antigua que cualquier referencia conocida: "...mas antigua que los Vedas en su forma presente... como teniendo una fuente común con las versiones sumeria, semítica y quizás también eddaica, y las correspondencias no deben adscribirse a una 'influencia', sino a una transmisión por herencia de la fuente común" (idem).

Asimismo, se vislumbra de esto, la posibilidad de discernir el grado correspondiente que diferencia a las tradiciones secundarias de la principal, por lo que cabe la distinción que se debe asignar a narraciones similares en las leyendas y textos tradicionales mas relevantes de la humanidad como ser, por ejemplo, el caso de la Biblia en Génesis 6, 17; 7, 11-12 y 7, 19-22; Sabiduría 14, 6. Igualmente Baruch 3, 24-27 y Eclesiastés 40, 8-11, donde se narran acontecimientos del diluvio bíblico que, según René Guénon corresponde al cataclismo bajo el que desapareció la Atlántida y al que no se debe confundir con el diluvio de Satyavrata que la tradición hindú hace corresponder directamente a la tradición primordial. De este modo, es el evento atlantídeo, (salvo las referencias diferenciadas a que aludíamos y del mismo tenor que las mencionadas por Guénon) el que parece ser, en parte, recordado por la mitología de todas las latitudes, por lo cual, remitimos a las referencias mas conocidas, como ser los mitos nórdicos, orientales, clásicos, polinesios, africanos, australianos o americanos en los que se consignan innumerables narraciones al respecto y, elaboradas sobre la base de una concepción cíclica del tiempo, además de coincidir, mayormente, en una doctrina de sucesivos cataclismos.

Pero, decíamos que, la idea de perennidad en relación a la residencia primordial erigía a esta en "morada de inmortalidad", ajena a cualquier hecatombe o aciago devenir, por lo cual ningún, cataclismo, acontecimiento accidental o Diluvio puede alcanzarla, ya que cualquiera fuera la imagen con la cual se la represente, (sea de "ciudad", "jardín", "montaña", "isla", "continente" o reservas subterráneas ocultas durante la edad sombría) corresponde propiamente a un reino que "no es de este mundo", al "país de eterna primavera", en donde la "edad dorada" no tiene fin. Evidentemente, y desde nuestra actual condición manifestacional ello evoca a un estado superior del Ser o grado sutil de la existencia universal y que concierne a la figura del "Paraíso terrenal" o al verdadero "centro del mundo" descrito a través de las edades con las particularidades y los términos propios de cada tradición y que, de acuerdo a su orden, puede o no estar personificado, localizado o representado físicamente en el ámbito terrestre (3).

De modo que, en relación a este punto, podría recogerse una extensa gama o multiplicidad de designaciones de las cuales mencionaremos, aunque sólo sea de paso, una selección de nombres distintos correspondientes a importancias, equivalencias e imágenes diversas, pero que, en suma, (y al margen de las desviaciones tardías, robinsonadas o del "insularismo" concerniente a las interpretaciones empíricas del género utópico moderno) de uno u otro modo, debe entenderse que, todas ellas, aunque hubieren perdido el sentido verdadero, aluden, se refieren o reflejan la idea de una sede primordial donde "no transcurre el tiempo" y por lo que no "existe en ninguna parte", tal como, por ejemplo, se puede inferir de la idea o arquetipo que representa al Dilmun o la "Isla de los Inmortales" correspondiente al ciclo de Gilgamèsh, donde el tiempo, no puede discurrir y, consecuentemente, al no haber generación ni corrupción no hay locus de "accidente existencial".

Tales son, también. algunos de los casos descriptos en la tradición china por Chuang-seu donde relata las virtudes de la isla Ku-chee, la "morada de los hombres trascendentes", "blancos como la nieve y frescos como niños", no ingieren "ninguna clase de alimentos" y el diluvio universal no podría sumergirlos. Idénticamente, Lie-seu habla de una comarca llamada Hua Siuche, a la que no se puede llegar "ni por tierra, ni por agua". El mismo Lieseu consigna un conjunto de cinco islas del "confluente universal" de las cuales sobresale la denominada como "Peng -lai, la isla de "oro y jade", el "domicilio de los Inmortales".

Los mismos referentes análogos, como se sabe, se encuentran en las tradiciones nórdicas, cuales relatan que a la primera morada de la humanidad los dioses le dieron el nombre de Midgard situada en el centro del universo. En medio de dicha morada, correspondiente al ciclo de los Ases, los dioses erigieron una ciudadela llamada Asgard y, en medio de esta plantaron el árbol Yggdrasil. Luego, vino otra raza distinta de dioses llamados Vanes que han tenido morada en un centro sustituto llamado Vanaheim pero, a su vez, desapareció también, y ya nadie pudo localizarlo.
Por otro lado, en las sagas irlandesas correspondientes a la raza divina de los Thuata Dè Dannan se hacen referencias a las islas Tir n'an Og la "Tierra de la Juventud", residencia de los "muertos bienaventurados" y de los "héroes honrados por los dioses", además, está Avalón, la "Isla del Manzano", en cuyo centro se planta un árbol con "ramas de plata y frutos de oro" o también, la isla Tir Socha, el "país luminoso", todo relacionado al mismo simbolismo tradicional e inclusive, transferido luego a la Irlanda ya cristianizada como, por ejemplo, puede ello constatarse en los temas del "Viaje de Maeldun" o también, en el "Viaje de San Brendán".

Asimismo, en las tradiciones clásicas se mencionan una serie de mitos relacionados con Hesperia (Occidente) concernientes, por un lado, al ciclo de Heracles, por otro, al de la búsqueda del Vellocino de Oro (argonautas) y otro al Atlante. Así, primeramente, tenemos a los "Campos Elíseos", la "vega elisíaca" o la "morada eterna de los justos" descrita en la "Odisea" (Homero). Luego, las "Islas de los Bienaventurados" o màkaron nêsoi, "Islas de la felicidad" o "de los dioses" descritas en los "Trabajos y Días" (Hesíodo) y en "Olímpica" (Píndaro) y cuya versión latina es recreada con diversos aspectos, tal como ello se corrobora en la "Tierra de la producción espontánea", per se dabat omnia tellus (Ovidio) o en las "Islas Afortunadas", insulae fortunatae (Plauto, Plinio y Horacio). A este general contexto clásico también le corresponde el mítico "Jardín de las Hespérides" (o las "Occidentales") cuyas complejas narraciones y eventos portan reminiscencias de diversas latitudes, ya vislumbradas previamente en el simbolismo tradicional del "Jardín de Alcinoo" ("Odisea") que, en este caso, tiene que ver con el ciclo de Heracles. En suma, debe también tomarse, del mismo modo, el ciclo Atlante, personificado por el titán Atlas, "sostenedor de la bóveda celeste" y considerado como el primer rey de la Atlántida, cuyas características y simbolismo son descritos, por vez primera, en los diálogos "Timeo" y "Critias" de Platón.

Pero, antes de seguir con otros ejemplos relacionados, reiteremos sobre la necesidad de un atento discernimiento respecto de este simbolismo, ya que en la abundancia de datos han surgido muy a menudo equivocaciones que abarcan a relaciones de equivalencia, identidad y sustitución donde no solamente suele confundirse a la Tradición primordial hiperbórea con la Tradición subalterna atlantídea (ver nota 2), sino que ello, conlleva también una serie de errores en relación a las localizaciones de los centros espirituales secundarios, tanto en lo que concierne al simbolismo cronológico como geográfico, ineludibles para los criterios mentales empiristas o racionales y que desemboca, entre otros, en lo que aludíamos sobre el historicismo o en aquello que, apropiadamente, se ha denominado como la "superstición del hecho".

Algunas advertencias

Debido a ello, conviene intercalar a modo de advertencias, algunas menciones, al menos, sobre la naturaleza de las limitaciones explicativas que caracterizan a los diversos usos de todo lenguaje relacional, por lo cual intentaremos expresar que, ciertas ideas, (en este caso relacionadas al tema de nuestro presente comentario) deben estar siempre revestidas de una reserva de principios que están mas allá del significado lato de las palabras, ya que permitiría ello, al menos, situar ciertas analogías pertinentes al tratamiento de un tema preciso. Esto, evidentemente, alude a una modalidad de simbolismo descriptivo inherente a las narraciones tradicionales (que nada tiene que ver con metáforas ni alegorías, como, por ejemplo, las del tipo utópico) y que requieren de un ulterior desarrollo personal respecto a la capacidad de aprehensión de una pluralidad de sentidos con los cuales se interpretan los textos sagrados y que, lejos de excluirse mutuamente, convergen en un compendium sintético integral.

Como contraste de ello, el ejercicio de abstracción de dichas analogías que, equivale a una negligencia del simbolismo tradicional, produce ciertas fijaciones mentales que pueden contener un sentido amplio y general en el uso asimbólico de los lenguajes corrientes, pero, muy alejado de la noción real y precisa que un mismo concepto puede portar en su originalidad o antigüedad.

De este modo, en relación a dichas fijaciones mentales podríamos hacer referencia de aquella concerniente al "historicismo" moderno en cuanto a la construcción de teorías que implican conocimientos cuantitativamente analíticos de los anales tradicionales que tanto narran los acontecimientos en el tiempo, como también, la descripción lugareña de las sociedades humanas, tal como, por ejemplo, puede observarse ello, en lo relacionado a nuestro tema y que tendría que ver, por solo citar un caso y como iremos viendo, con las numerosas denominaciones centroamericanas relacionadas con la palabra Tula.

Así, podríamos consignar la concepción de la fundación del cosmos, a partir del origen, en el simbolismo temporal concerniente a las cosmogonías tradicionales y a la descripción de los ciclos sucesivos, como también los diversos modos en que, a partir del centro, en el simbolismo espacial, los mundos y lugares son descriptos simbólicamente. De manera que, los acontecimientos temporales no son una acumulación factual para la mentalidad tradicional ni los hechos geográficos obedecen a una geopolítica interesada o circunstancial, sino que, de uno u otro modo, se refieren a descripciones simbólicas de lo que, como diría René Guénon "son propiamente estados".

Esto último se relaciona, (en ese orden secundario que ratificábamos) con la localización de los centros espirituales y que, como decíamos: "se ha tornado en una cuestión muy compleja y no exenta de confusiones" (aunque no del todo irresoluble en tanto se contemple ello por medio de una correcta conversión de la determinación temporal), ya que, en las diversas señalizaciones sucesivas pertenecientes a distintos ciclos puede perderse de vista la referencia principial de la "Comarca suprema" por medio de una suerte de "naturalización" de los centros secundarios que, en rigor, son adecuaciones, adaptaciones o tan sólo diversas imágenes suyas ornadas de mayor o menor velamiento.

La "Comarca suprema"

Consignemos, en este punto de nuestro comentario que, dicha "Comarca suprema" y generalmente referida a la Hiperbórea es geográficamente situada en el Polo Norte y, tal como hemos antedicho, ha sido mencionada en profusos relatos tradicionales por medio de numerosas referencias y por autores de la Antigüedad, quienes realizando las respectivas transposiciones entre el norte geográfico y el norte celeste, le asignaban el carácter de "lugar mítico del origen" o de la génesis de nuestro mundo y cuya búsqueda con los medios exteriores casi siempre fracasaba por ser su índole inasequible a ellos. Es evidente, que tal referencia principial, en realidad, apunta a recordar la pérdida del conocimiento, cuya actualidad caracteriza a la posesión del estado primordial y al que, como acentuábamos, no hay que confundir con la tradición correspondiente (menos con aquellas de referencias secundarias) ni con las sedes o lugares míticos que lo velan y simbolizan.

De tal modo que, todos los acervos tradicionales apuntan a relatar mas o menos veladamente a dicho estado primordial al que le correspondería una Edad de Oro y una localización polar, como un lugar edénico o paradisíaco de "eterna primavera" aludiendo a una posición perpendicular del eje de rotación de la Tierra distinta a la actual en la que este no se hallaba acostado sobre el plano de la eclíptica, y por tanto, sin sucesión estacional o decurso temporal en clara evidencia, (antes de la caída cíclica) de la coincidencia geográfica con su punto celeste o espiritual y del conocimiento metafísico directo relacionado con el.

Este cambio de posición del eje de rotación de la tierra (actualmente inclinado a 23º 27' y variando su orientación) en cierto sentido, puede llegar a ser una figura geométrica que vela y sugiere "la caída de la humanidad", señalando el inicio de la marcha descendente del ciclo y de la obscuridad intelectual progresiva, explicando, a su vez, representativamente, la inaccesibilidad a la Tradición Primordial por parte de la mayoría o generalidad de los hombres actuales. Señalemos, además, en coincidencia con ello, que la inclinación del eje cambia progresivamente por medio de un movimiento que ha sido denominado como "precesión de los equinoccios" y el cual está íntimamente ligado a la aparición cíclica de las estaciones. Lo que por otro lado, alude a un conocido simbolismo que conlleva el traspaso de un eje Norte-Sur a un eje Este-Oeste, referido ello también, al solsticio de invierno inherente al comienzo normal según la Tradición primordial, ya que todo inicio de los ciclos anuales en cualquiera de los equinoccios implica la procedencia de una tradición supletoria o de orden subordinado aunque lleve el mismo nombre, tal como citábamos en aquello concerniente al propio nombre de Tula y también respecto a lo antedicho sobre el simbolismo implícito en la diferenciación hiperbórea de la atlantídea (4).

De todas maneras conviene apuntar que, salvando lo principal de lo secundario, sea cual fuere la procedencia, todas las referencias concordantes que apuntan a recordar a dicho Acervo Primordial, expresan o presentan indirectamente, ya sea de un modo u otro, como un reflejo del "eterno presente" o de la inmutabilidad principial e indicando aquello que es permanentemente ajeno e incólume a los cambios y acaecimientos de la generación temporal y de las corrupciones sucesivas que, por adaptación a las determinadas condiciones especiales, van alternándose, intercambiándose y acelerándose dentro de la perpetuidad cíclica.

Por otro lado, e insistiendo con el problema de las localizaciones (5), decíamos que, este punto temático debe entenderse como una cuestión de orden secundario dentro del tratamiento de los estudios tradicionales, quizás, por ser uno de aquellos aspectos que demanden recaudos de todo tipo en la generación de esas ilusiones y confusiones relacionadas a los diversos centros espirituales que se han constituido a su imagen, con el mismo nombre y como sustituciones en los diferentes períodos cíclicos, lo cual, debido es ello, a lo que reiterábamos arriba respecto a la permanente transferencia del nombre de Thule.

Evidentemente que, entre esas múltiples dificultades que se presentan en el desarrollo de este tema particular surge no solamente el impedimento de precisar la situación original de la sede Polar de la Tradición Primordial respecto de la ubicación geográfica actual (teniendo en cuenta el desplazamiento de los polos y la consecuente inclinación del eje terrestre), sino también los obstáculos de discernimiento que de ello se deriva en cuanto a la determinación de los eventos cataclísmicos que separan un ciclo principal de uno secundario y, especialmente, el problema de distinguir la reunión de las diferenciadas corrientes migratorias que, al parecer, se han fusionado, en todas las latitudes, para generar las nuevas adaptaciones a las circunstancias espacio-temporales.

Como muy bien se ha dicho, se infiere de ello, el motivo por el cual numerosas tradiciones, aún cuando no se comprenda su verdadero sentido, hagan continuas alusiones al origen primordial y parecieran, en muchos de sus aspectos, como querer reivindicar o identificar una herencia directa, lo cual, en sentido de efectividad, debe comprenderse que sólo se hallan alineadas en una escala de relevos o suplencias inherentes a los tiempos no primordiales, tal como se deduce, de la propia manifestación de las conocidas formas tradicionales particulares.

En este sentido, podríamos agregar al bosquejo de nuestras referencias anteriores algunas otras de las mas cualificadas como, por ejemplo, los casos concernientes a las moradas de los Rishis o las dwîpas (formaciones insulares) de la tradición hindú y que, en número de siete, aparecen providencial y alternativamente en el curso de los períodos cíclicos. Esto, en su conjunto, suele representarse simbólicamente por un loto en cuyo centro se yergue Mêru, la sagrada "Montaña Blanca".

También, y dentro del simbolismo chino, sobresalen las referencias a Mou-yang-tcheng, "La Residencia de la Gran Paz" o la "Ciudad de los Sauces" (6) donde habitan los "Inmortales", ya que se halla mas allá del movimiento de la "rueda cósmica" y de las alternancias del yin y del yang. Igualmente, Ananda K. Coomaraswamy refiere una serie de relaciones complementarias con las fuentes islámicas de al-Khadir (7), entre las cuales se narra un pasaje del Corán (Sura. 59-81) basado en la búsqueda de la Ma'jma -Bahrain por parte de Musâ. De este modo, Musâ es guiado por al-khadir, "cuya morada se dice que está en una isla o sobre una alfombra verde en medio del mar..." y que, probablemente, ha de entenderse como un 'lugar' en el lejano occidente en la confluencia de los dos océanos...".

Además, menciona los romances y leyendas de Alejandro donde este, guiado por Khizr , "sale en busca de la Fuente de Vida, que está en la Región de la Obscuridad mas allá del lugar de la puesta del Sol en las aguas occidentales...". Asimismo, relata la versión de Nizâmi (Iskandar Nâma, LXVIII-LXIX), donde Alejandro "aprende de un anciano que, 'de cada tierra, la Tierra Obscura es la mejor, Tierra en la cual hay un Agua que es un dador de vida' y que la fuente de este Río de Vida está en el Norte, debajo de najmat al-Qotb : la Estrella Polar" (ver, en el original, la nota relacionada).

Esta Tierra, en cierto sentido, coincide con el emplazamiento del Var (Paraíso) de Yima en el Eràn Vêj de los antiguos iranios situada en el extremo del Polo Norte donde el sol se levanta y se pone una vez al año. Es el lugar del Alborj, la "Montaña de las auroras" en cuya cima pende el Puente Chinvat. Dicho emplazamiento ha sido análogamente relacionado a la tierra Celeste o Hûrqalyâ descrita por Sohravardî como "La Morada de los Himnos" o Haykal alnûr, "El Templo de la Luz". Asimismo, en el límite de esta tierra, se halla constituida como "clave de bóveda" una "roca de esmeraldas" en la cima de la Montaña de Qâf (8).

Del mismo modo, dentro del Budismo, (Sutra de Amita) se pueden hallar alusiones a una "Región suprema" llamada Shariputra, la tierra pura de la "Suprema Felicidad", la morada de Buddha que, entre otras características simbólicas, se halla rodeada por "siete hileras de árboles formados de los cuatro tesoros" y habitada por toda clase de aves maravillosas entre las que sobresalen la grulla blanca y la garza real y de las cuales se dice que, al escuchar su graznido, se toma plena conciencia del Buddha, el Dharma y del Sangha.

Asimismo, es denominado como "el país de la permanente y santa lluvia de flores mandarava" en donde se oye una música celestial. Además, dicho simbolismo, se identifica con el estado espiritual de annutara-samyak-sambodhi o la Suprema y Perfecta Iluminación. Por igual la Biblia, si bien describe tropológicamente este lugar como "La tierra de los vivientes" o el "Huerto santo" (Sal., 116:9); como locación paradisíaca, entre el cielo y la tierra, o suelo de consagración y santidad de los primeros vivientes, se trasluce el sentido anagógico de ser propiamente un estado espiritual, cuya índole es idéntica a la cualificación atribuida, por ejemplo, a los Profetas Enoc (Gen.2:4) y Elías (2 Rey. 2:1) o aquel revelado por el mismo Jesucristo cuando dijo, antes de ser llevado a la cruz: "ya no estoy en el mundo" (Jn.17:11).

Imágenes y localizaciones "indo-americanas"

Evidentemente que, la índole universal de estas referencias sólo pueden corresponderse con un fondo común por lo cual no habría dificultades para que las mismas alusiones puedan verificarse en el simbolismo relacionado con las naciones aborígenes de América. Así tenemos, por ejemplo, el Yvymarae'y o la prodigiosa "Tierra sin Mal" de las tradiciones guaraníes, un lugar "inexistente" y por tanto tekoha (preservado) e indestructible donde el maíz y los frutos crecen espontáneamente y en cuyo centro se halla plantado el bastón ritual (de Nuestro Verdadero Padre Ñamandú Rù Etè) representado por una palmera "verdeazul" y rodeada por otras cuatro en cada esquina o sector a modo de puntos cardinales. Es la "Morada de los antepasados", la que no es alcanzada por el yporü (diluvio) ni por el Mba'emeguä, la "tierra con mal".

En este sentido, son notables las correspondencias entre el simbolismo de los guaraníes y el de los lacandones de Centroamérica quienes también designan al Centro del Mundo" o "Paraíso terrenal" como "Tierra sin Mal", idénticamente constituida a partir de un árbol central del que los dioses extraen su corteza como uno de los componentes de la "bebida de inmortalidad". También, entre los Yagua de la Amazonía peruana esta concepción tradicional de "inmortalidad" se halla lejos de ser ignorada, ya que mas allá de los acontecimientos circulantes o del espacio móvil, conceptos estos que no significan para la mentalidad simbólica de los Yagua otra cosa que no sea distinta a un "caminar en círculo" hacia el "centro inalterable" y , por lo cual, conciben un universo enteramente fijo al que suelen denominar como el "país de los primeros ancestros" y localizado simbólicamente "mas allá de la boca-del-agua", en el "jardín de la inmortalidad" o en "la "tierra de los humunati" donde viven "nuestras placentas".

Similares datos tradicionales se extraen de las leyendas aymaraes, una de las cuales, narra las perennes virtudes del paraíso Wiñay Marka, la "Ciudad Eterna" y simbólicamente localizada en lo que hoy es el Lago Titicaca.
Indistintamente, podríamos sumar las narraciones sobre el "nacimiento del Inca", particularmente, las que se refieren a un asiento llamado Pacaritambo, la "Casa del alba" o la "Posada del Amanecer", en cuyo centro se sitúa Capaj'toqo, la "Gruta del medio", lugar inalcanzable por el diluvio y de donde salió Manco Capaj, el "Hijo del Sol", el "Dios-Rey", munido del Tapac-yauri, el "Cetro de Oro", con el cual ejecutó la fundación ritual del Cusco, por lo cual, evidentemente, y al margen de las inevitables referencias geográficas, estamos aquí en presencia de una "localización simbólica" del Valle de Tampu o del "Jardín de deleites del Inca".

Otro ejemplo, con las mismas correspondencias entre geográficas y simbólicas, se entremezclan en la antigua nomenclatura de Chalco, actual Municipio adyacente al Distrito Federal del Estado de México y como uno de los tantos antecedentes míticos de la zona central del Continente. De este modo, chalco que es apócope de chalchíhuitl, nombre nahuatl del "jade", piedra preciosa verde o azul (antiguo y reconocido símbolo de inmortalidad) designa, (y al margen de su actual sentido críptico o arqueológico) el "lugar del chalchíhuitl" o simbólicamente, el "lugar de Inmortalidad". Esto, puede constatarse en el carácter ideográfico del jade que es el mas caro símbolo de la tribu chalca, tanto como en un conocido petroglifo sobre una roca elaborada de basalto denominada como "Piedra de Chalco" (MNA, INAH) donde se observa la figura principal representada por un árbol florido de tronco helicoidal en cuya copa se posa un ave con el pico abierto en claro acto de cantar (9).

Aquí, dicho árbol, no solamente es el axis mundi, cuyas raíces horadan el inframundo y su copa alcanza los estadios celestes (uno de los cuales representa), sino también que el mismo es designado como Tamoanchan, el "lugar de los orígenes" o "donde el cielo y la tierra se encuentran". Recordemos que, (idénticamente al ejemplo de los guaraníes con la "Tierra sin mal") la misma voz expresa "en búsqueda de nuestra casa" como objetivo trascendental adscrito al peregrinaje ritual de ciertas corrientes migratorias de las antiguas sociedades mesoamericanas y por lo cual, además, pueden vislumbrarse ciertos datos tradicionales en relación a las nominaciones sustitutivas y a la geografía sagrada, tal como en este preciso caso, lo revela uno de los mas significativos y antiguos nombres que tuvo la localidad de Chalco, es decir: Tamohuanchan Xochitlicacan.

En este orden de citas, podríamos mencionar aquellas tradiciones que se refieren a Tlapalandia, Tlapallan, el mítico lugar o el "País reservado" donde desapareció Quetzalcóatl al término de su reinado en la grandiosa Tollan y acaso no dicen, esas mismas tradiciones, que su estirpe aún vive en un estadio oculto, en algún segmento preservado, sobre la línea del curso de Tonatiuh (el Sol) y que, su linaje, algún día ha de regresar a restaurar sus atributos espirituales y poderío real?. Dicho simbolismo, evidentemente, se conecta con referencias mas antiguas, inclusive con aquellas denominadas como del "horizonte olmeca", tal como vendría a ser el caso, de las del promontorio o cerro de Chalcatzingo, (en las cercanías del volcán Popocatépetl ) en cuya altura media ofrece una fisura o grieta por donde salía una fuerte corriente de agua. Y es en una de las piedras labradas, (denominada como "El rey") componente de dicha hendidura que se halla inscripto un personaje con atributos de rey sentado en su trono y dentro de una cueva en la base de una montaña.

Dicho personaje, se halla rodeado de motivos que representan la niebla, la lluvia y la "cuenta del jade", por lo cual, casi no hace falta decir, lo evidente de la analogía con el simbolismo de los motivos que componen nuestra referencia general. Por otro lado, y entre tantas denominaciones concernientes al continente americano, habría que discernir y separar aquellas transposiciones que muestran indicios de ser re elaboraciones netamente novo hispánicas de antiguos mitos y debidas a un interés particular de la Conquista. Entre ellas, podríamos rescatar y sumar algunas no tan evidentemente interesadas que, podrían alinearse en una fila de citas relacionadas, aún hayan sufrido un procesamiento desviado y tardío pos-conquista, en el que se entremezclan nociones utópicas modernas, pero que, no por ello, dejan de estar emparentadas con los datos tradicionales y con reminiscencias simbólicas de edénicas geografias sagradas y a salvo de las profanas influencias disolventes del tiempo que fluye a la velocidad de los acontecimientos históricos. En tal sentido, podrían considerarse los casos de las narraciones míticas de "El Dorado", tanto en sus versiones amazónicas como las que conciernen al "Gran Paititi" (buscado o señalizado entre Brasil y Bolivia) o las que se refieren a Manoa, la isla del "Palacio encantado", en el centro de un gran lago y frecuentemente señalada en la sierra de Parima, al noroeste de la Amazonia. Así, similares características se relacionan con otros lugares míticos, tal como pueden ser, "El País de la Canela", el "Gran Moxo", Enim, Júngulo o Guaypó, por sólo citar algunos de los mas conocidos. También, en otra vertiente, son dignos de mencionarse los casos de la "Fuente de Juventud" relacionada a la ínsula de Bímini en las Bahamas (archipiélago costero frente a la ciudad de Miami) o aquellas que se refieren a las Siete Ciudades de Tusayán, las Siete de Zíbola y de la "Gran Quivira" (relacionadas a una cierta localización en la frontera de México con EE.UU) y las que, de uno u otro modo, se corresponden con el simbolismo nahuatl de Chicomostoc, el "País de las siete cuevas".

Desafueros del "historicismo"

Señalemos ahora que, estas consideraciones de principio, nos lleva casi naturalmente, a tomar debida cuenta de las numerosas dificultades relacionadas a una composición adecuada y realista sobre la verdadera naturaleza de los mundos aborígenes de América (las cuales, de uno u otro modo y, en otras anotaciones, ya hemos intentado consignarlas) por lo cual, quizás, convenga insistir aquí, con alguna mención de algunos de los aspectos, bastantes complejos que se suman a los obstáculos que impiden o no permiten, al menos, la aprehensión cabal de la índole y de la significación tradicional que ha caracterizado a las sociedades consideradas como originarias de dicho Continente.
Podríamos resumir, rápidamente, algunos de estos aspectos señalándolos en sus puntos temáticos mas conflictivos, como ser, las reconstrucciones de carácter únicamente "historicistas" o aquellas que, por otro lado, corresponden a los denominados "paisajes de la utopía" y de las cuales aludíamos mas arriba; también, dicho sea de paso, no podemos dejar de mencionar las filologías hipotetizadas de las lenguas indígenas llamadas generales o el aggiornamiento cultural de los mitos y rituales a los que no debe dejar de agregarse la distorsionada concepción "parasíquica" del llamado "complejo chamánico".

De las enormes confusiones que se desprenden de cada uno de estos puntos temáticos (donde se involucra a la totalidad de los antiguos pobladores de esta parte del mundo) sólo intentaremos relacionar, brevemente, ciertos aspectos de nuestra mentada referencia concerniente a las reconstrucciones "historicistas", particularmente, en el caso vinculado a los acontecimientos prehispánicos que, de uno u otro modo, influenciaran luego, en la fundación de México, ya que, ello interesa de modo especial para algunas definiciones generales de nuestro estudio.

Si bien, podemos acordar que, desde dicho punto de vista exclusivamente "historicista" no es posible establecer nada definitivo o seguro en tanto la antigüedad y las dataciones nada claras que rodean estas cuestiones (a las que se suma la naturaleza cuantitativa del método de investigación) y en cuanto a la diversidad de las opiniones y de las contradicciones en las mismas fuentes de información, sí en cambio, y con toda la prudencia que requiere el encarar todo lo que rodea a las sociedades ya desaparecidas, podremos encontrar alguna perspectiva relacionada a las raíces tradicionales que guardan ciertas concordancias universales, comparables por principios, con el simbolismo tradicional de la mayoría de los pueblos premodernos de la humanidad y que, en su generalidad, también en este caso, se traslucen suficientes indicios de ciertas sustituciones simbólicas, ya que en su aplicación confirmarían el origen de los aborígenes americanos en relación a una procedencia atlantídea, aunque no podrían descartarse del todo, algunas probables fusiones con corrientes migratorias venidas del norte y mas cercanas a la tradición primordial, tal como, por ejemplo, pareciera verificarse ello, en algunas pruebas y señales provenientes de los antecesores de aquellos pueblos denominados como olmecas (10).

Carácter supletorio de la Tula "mesoamericana" (11)

Uno de esos indicios, como ejemplo de sustitución, lo tenemos, evidentemente, en este caso de la Tula "mesoamericana" el que, al parecer, corrobora la idea de haber sido uno de esos centros de autoridad espiritual y luego de poder político, constituido como símil de un centro localizado en la Atlántida (que, a su vez, era como un reflejo o imagen de la Tula Hiperbórea) y que, evidentemente, se hallaba ligado al desarrollo de gran parte de los diversos pueblos prehispánicos que pertenecían al área de su proyección, quienes modelaron con su égida, los conceptos tradicionales y los modos mentales de vida o de asumir la existencia.

Ahora bien, sabiendo que Tula es una voz nominativa, de carácter fundacional y, al mismo tiempo, de orden simbólico, conviene insistir que, en su índole, es uno de aquellos términos de los más antiguos, ya que se enraíza en la misma Tradición Primordial. Se halla diseminado por todas las latitudes y, generalmente, en el caso de América, se lo detecta esparcido de modo directo o indirecto por todo el Continente (12), pero, es especialmente en Centroamérica y, particularmente, en el área mexicana donde, reiterativamente, al término de Tula, se lo cita en las narraciones y en los códices prehispánicos y se lo señala en los monumentos, esculturas y pictogramas. Asimismo, su raíz subsiste y se recrea aún en las diversas nomenclaturas regionales o municipales y se diversifica, además, en incontables antropónimos y en una vasta escala de topónimos(13).

Un claro indicio en el cual se corrobora parte de esto último, lo tenemos, por ejemplo, en el Municipio llamado Tula de Allende (su mítica designación era Tollan Xicocotitlán) (14) en el actual Estado de Hidalgo, cuya antigua localización revestía una importancia legendaria, además de la veneración ritual que, mas tarde, en torno a sus ruinas, han guardado los dignatarios del Imperio Azteca, reflejado ello en las crónicas indígenas de la época en donde se consignaban no solamente sus características y sucesos temporales, sino también, simultáneamente, su naturaleza intemporal, sugerida por medio de ciertos atributos simbólicos que expresaban la índole superior de su Arquetipo Ideal o de la Tollan Celeste.

Es así que, en todo caso, siempre hay que tener en cuenta, primeramente, el carácter simbólico tradicional de esta última denominación (sin anular del todo las concurrentes coincidencias espacio - temporales correspondientes al orden geográfico o histórico) es lo que, en cierto sentido, hace relativa, por ejemplo, a cualquier situación geográfica con la cual se pretenda agotar su manifestación y, evidentemente, es uno de aquellos aspectos que contribuye a confundir toda investigación de tipo exclusivamente históricista, cuyos métodos inductivos, por lo general, desembocan irremediablemente en las divergencias de contexto y en las típicas versiones controvertidas que son inherentes a las premisas hipotetizadas y a los equivalentes imaginativos.

De tal modo que, la Tula correspondiente al actual estado de Hidalgo a la que se remontaban (sólo desde ciertos aspectos rituales) las tradiciones Aztecas, parece ser la imagen especular de una idéntica denominación que ha caracterizado a otras localizaciones anteriores, cuyas figuraciones expresaban, además, un similar estilo formal en la representación simbólica del esquema universal de manifestación.

Tal viene a ser también, el caso relacionado a sociedades mucho mas antiguas como, por ejemplo aquellas del "horizonte Olmeca", de las cuales, y, prescindiendo cualquier hipótesis de orden arqueológico, podríamos señalar, entre tantas evidencias, el hallazgo de ciertas estatuillas de jade asignadas como provenientes del antiguo centro localizado en lo que hoy se conoce como "La Venta"(15), y en las que puede observarse representaciones grabadas del axis mundi en la figura de un personaje iconográfico rodeado de cuatro semillas de maíz situadas en las cuatro esquinas, (recordemos que las nociones de "eje" y de "centro" tienen raíz hiperbórea) cuyas significaciones tradicionales traslapaban en diversos niveles de sentido o nominaciones, como ser, entre otras, las correspondientes a la entidad cosmogónica vigente, a una determinada figura del soberano estatal o a la ritual demarcación geográfica (16).

Ello, evidentemente, por los símbolos puestos en "acción" y por todos los datos tradicionales que rodean a este asunto, no podía deberse mas que a una de las tantas "constituciones" de orden simbólica y especular de un centro secundario a imagen o prefiguración de otro anterior mas importante que cumpliría el papel de ser su principio original de proyección. Ahora bien, si de acuerdo a tales evidencias y teniendo en cuenta, por otro lado, la extraordinaria importancia del maíz, (extendido por toda la zona central denominada como mesoamérica) no solamente en su aspecto agrícola - económico, sino principalmente en sus distintas representaciones simbólicas, (tal como hemos dicho) se hace entonces posible, el constatar, en este particular punto, ciertas asociaciones prefigurativas a los ritos de Quetzalcoatl posteriores (17) que tanto habrían de gravitar luego en toda el área, fundamentalmente, en los asientos de influencia correspondientes a las federaciones que se han formado a partir de los Toltecas, hecho por demás singular y que nos permite, al menos, guardar alguna hipótesis relacionada a una posible fusión de los desprendimientos atlantídeos con corrientes migratorias, probablemente, de distinta procedencia.

Pero, aún con la existencia de tales indicios, quizás convenga tomar con cierta cautela el punto por el cual sería mas probable que, el bagaje atlantídeo del nominativo simbólico fundacional de Tollan haya recibido hereditariamente alguna otra influencia vigente entre diversas sociedades pre-toltecas que operaban en el período previo a la fundación de la gran Tula-Teotihuacán (18) la cual míticamente, se dice, coincide con el arranque del actual período "4 movimiento" (19) tradicionalmente designado como "Quinto Sol".

De todos modos y, en resumidas cuentas, surgen numerosas coincidencias a partir de dicho acontecimiento, además de concurrir, en una tabla de diversos datos tradicionales, aquellos aspectos que nos revelan la sucesiva transferencia del nombre de Tula hasta llegar, propiamente su legado e influencia, a la misma fundación de Tenochtitlan (y tal como también se infiere de la frase del Códice Chimalpopaca (citado en nota 19) como soporte tradicional de lo que se ha conocido luego como el Imperio Azteca (20).

Aztlan

Ahora, en aquello que concierne a las actuales polémicas, debates e investigaciones que se llevan a cabo en torno de la mítica y legendaria denominación, tanto como de la localización de aztla, aztatlan o aztlan el "lugar de las Garzas", también "lugar de la blancura" o "lugar del amanecer" (consignado por los toltecas, mayas, aztecas y otros diversos pueblos prehispánicos) viene a ser uno de los tantos ejemplos y una prueba cabal de lo que decíamos mas arriba respecto de las confusiones e idealizadas hipótesis que este tipo de cuestiones genera, (ello en cuanto se siga una línea "historicista" como método exclusivo) y en tanto se pretenda encerrar su origen en una determinación puramente geográfica, tal como aún se sigue especulando (y esto ya viene desde el siglo XVIII) con las supuestas localizaciones de algún lugar en el norte mexicano y como son los casos hipotetizados del Valle de México, la isla de Nayarita en Mexcaltitán, el bajío, el Lago de Chapala, varios lugares de California, Nuevo México, Sonora o aquellas teorías de Humboldt fuera de México, entre otras, Wyoming, Idaho y Ohio. También sucede lo mismo con Chicomoztoc, el "lugar de las siete cuevas", la mítica matriz que dio origen a todos los pueblos nahuatl y al que se lo ha querido ubicar, definitivamente, en un lugar llamado "La Quemada" al sur del estado de Zacatecas. Anotemos que, de ningún modo prescindimos de una efectiva señalización geográfica, pero siempre, por los argumentos ya explicados, pueda comprenderse ello, dentro de los indicios relacionados a las locaciones toponímicas de una geografía sagrada y a las evidencias de aplicaciones nominales de sustitución comunes al simbolismo tradicional.

Entre dichas universales representaciones simbólicas de los centros espirituales secundarios recordemos que el mismo Guénon mencionaba el caso de la Tula mexicana debida a los Toltecas y anotaba, además que, la significación de la voz Aztlan ("la tierra en medio de las aguas") se refería, entre ellos, indudablemente a la Atlántida y probablemente, en cierta medida, habían llevado la designación tradicional imponiéndola sobre sus dominios territoriales en una suerte de reemplazo del asiento original ubicado en el continente desaparecido,aunque no debemos descartar aquí, lo que antes habíamos aludido respecto a una probable reunión con una corriente migratoria de otro orden de procedencia.

Por otro lado, convendría señalar que, la breve mención de Guénon en este particular punto, avala, en cierta medida, la tesis del denominado "atlantismo", ya de larga data a partir de la Conquista y defendida por numerosos cronistas y estudiosos quienes la contrastaban con diversas teorías en el marco de duras polémicas y pintorescas controversias que debatían el origen de los "indios americanos". Ciertamente que, al margen de las numerosas referencias de valor subyacentes en la base de dicha tesis se observa generalmente que, muchas de sus exposiciones no están exentas de una variada y diversa carga intencional, además de un marcado interés político en pro de la Corona española como, por ejemplo, entre otros, ha sido el caso del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo quien, para tal fin, tomaba indirectamente los datos de Platón y de Berosio (21).

Conclusión

Sea como fuere, y más allá de cualquier indicio o dato de tipo histórico o geográfico, por último, se hace necesario concluir brevemente, con una aclaración fundamental en tanto la significación del "paraíso terrestre" como una sede perdida u oculta para este período cíclico por el que transita la actual humanidad. Ello, en referencia a determinado jalón del periplo iniciático que le concierne y a la necesidad ineluctable de restaurar el estado primordial que este simboliza. De este modo, las diversas nomenclaturas mencionadas cada una de ellas con un carácter distintivo sobre su importancia, su orden subordinado, su pluralidad de grados o ya sea su diferente representatividad simbólica aluden, evidentemente, a un fondo común, aún cuando parezcan delimitar o limitar al simbolismo tradicional en aquello que concierne a la personificación de la "Comarca suprema". En este sentido secundario, los atributos calificativos de "Centro del mundo" o "Paraíso terrestre" que se asocian a tal denominación, corresponden, como se sabe, a los "misterios menores" (bajo los cuales se consigna la reintegración del conjunto de facultades individuales o posibilidades humanas) y, por lo cual, la significación de morada o residencia en ella, viene a representar en todas las tradiciones la restauración de dicho "estado primordial" que, según los conocimientos tradicionales, no es mas que una etapa previa, antecedente o preparatoria para la llegada o consecución del "Paraíso celeste" al que conciernen los "misterios mayores" (correspondiente a la verdadera sabiduría o conocimiento metafísico de índole supraracional) o a la competencia del Intelecto en estado de pureza que abarca y enlaza en su universalidad la completitud de los estados del ser.

Notas :

1) (Ver "Obras Impublicadas", cap.IV).

2) Esta cuestión ha sido, alternativamente, muy bien explicada por Guénon en "Palabra perdida y Nombres sustitutivos" (Publ. Orig. En "Etudes Traditionnelles", Dic. 1948), en el cap. XI de "El Rey del Mundo", en sus artículos "Atlántida e Hiperbórea" (Publ. orig, en "Le Voile d'Isis", Oct. 1929) y en "Lugar de la Tradición atlante en el Manvantara" (Publ. Orig. En "Le Voile d'Isis", Set. 1931). (Ver las respectivas compilaciones y las diversas traducciones al Castellano.

3) Conviene destacar, todo aquello que implica en cuanto distinción entre el "Paraíso terrestre" y el "Paraíso celeste". cuyas descripciones simbólicas marcan el límite o punto de contacto entre el estado humano o de identificación individuada y los estados superiores y supraindividuales.

4) "Este nombre de Tula designa la Balanza, su doble aplicación está en estrecha relación con la transferencia de esa misma designación desde la constelación polar de la Osa Mayor al signo zodiacal que aún hoy lleva el nombre de Libra". René Guénon, cap.II de "Formas tradicionales y ciclos cósmicos".

5) Recordemos que, también ha sido el mismo Guénon el primero que ha señalado reiteradamente las complejas dificultades que ornan los intentos de una ubicación efectiva de la "Región suprema", (ver nota 2),

6) Ver René Guénon, artículo homónimo en la "Gran Tríada".

7) "¿Que es Civilización?". Cap. XVII

8) Ver Henry Corbin, ciertas referencias a lo largo de "Cuerpo espiritual y Tierra celeste" y "El hombre de luz en el sufismo iranio".

9) Esto mismo, se corresponde, por ejemplo, con el simbolismo maya del Wakah Chan (cielo elevado del 6), el "árbol del mundo" representado en ocasiones como pedestal del Itzam Ye o el ave primordial asimilada al sol en su aparición fundamental (en el solsticio de invierno).

10) Uno de los indicios que se suma a ello se corresponde con las referencias de una lengua desconocida que hablaban los antecesores de los toltecas y no tendría vínculos con el nahuatl ni con las hablas conocidas. Vestigios de dicha lengua reservada aún parecen persistir entre los Pames, localizados en poblados y rancherías de Naolán y el Boludo en las cercanías de Tula Tamaulipas.

11) A respecto de este término, conviene siempre recordar, la pertinencia de establecer los límites de la terminología verbal al uso, ya que posibilita ello evitar algunas fijaciones de orden mental que impiden elucidar cabalmente la naturaleza de las cuestiones que se tratan. Entre innumerables ejemplos, viene a ser este caso de la palabra "Mesoamérica" que nada tiene que ver con la constitución ni con la originalidad de las tradiciones que pretende encuadrar, y de la cual no hay que olvidar, es un concepto cultural y geográfico de tipo convencional, clasificativo y calificativo y recientemente constituido por el antropólogo alemán Paul Kirchoff a partir del año 1943 para designar un área territorial que ha venido ampliándose progresivamente y correspondiendo, mayormente a lo comprendido por las zonas de México, Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y parte de Nicaragua. Asimismo, en lo que al concepto cultural se refiere comprende, además, un diseño convencional de cuatro grandes períodos denominados como Formativo temprano (2500 a.C. a 1200), Formativo tardío (1200 a.C. a 200 d. C.), Clásico (200 d. C. a 900 d. C.) y Postclásico (900 d. C. a 1521 d. C.).

12) Tal como vendría a ser, entre tantos ejemplos, el Volcán de Thule Island, ubicado en las Islas Sandwich (que son componentes del territorio de la Antártida argentina) y del cual los nativos del lugar cuentan una significativa y singular leyenda cargada de simbolismo respecto a un "gran tesoro" protegido por una colonia de mandriles, los cuales no dejan que nadie se aproxime al lugar defendiéndolo con ferocidad y agresividad. El "gran tesoro" tan fielmente guardado son diamantes depositados en una cueva interior del volcán y, de la que se dice era una antigua mina.

13) Precisamente, en dicha área, pueden constatarse innumerables ejemplos de orden directo o indirecto y de los cuales, sólo mencionamos, a modo ilustrativo, algunos de ellos, como ser los casos de Tula Tamaulipas, cuya actual ciudad aún alberga una singular pirámide de cúspide blanca, cuyo estilo, probablemente pre-atlantídeo, difiere de todas las existentes o conocidas. Asimismo, los municipios de Toluca, Tultepec, Tultitlán, Tulancingo, Tolima, Cholula o Jojutla, nominativos derivados, cuyas acepciones asociadas, no solamente aportan aún, datos mas que interesantes, sino que, revelan remontarse a su raíz principial y marcan, además, los mojones de una geografía sagrada donde aún se hallan los restos indicadores de una memoria primordial. También, podríamos culminar mencionando el Río Tula, el escudo del Municipio de Huimilpán o la región maya-mexica de Tancah-Tulum en el Estado de Quintana Roo como breve y resumida referencia de inagotables ejemplos que actualmente pueden constatarse.

14) Del estado de decadencia de la casta sacerdotal que regía la gran Tollan-Teotihuacán, parece haber derivado la migración de un componente militarizado de la federación tolteca que fundó la Tollan-Xicocotitlán, donde aún se pueden ver los restos de tres templos piramidales, de los cuales, uno de ellos, (dedicado a Quetzalcóatl) está rematado por enormes columnas en forma de figuras humanas estilizadas y ampliamente conocidas en la jerga arqueológica como los "atlantes". Es probable que la ascendencia espiritual explicitada por los aztecas en torno a este centro se deba no solamente a los evidentes considerandos simbólicos relacionados a los ritos de la fundación de Technotitlán (y, por los cuales, en el grado correspondiente, sería legítimo denominarla también (efectivamente así se la nombraba) como Tollan-Technotitlán), sino también a una serie de coincidencias de orden secundario que avalan firmemente la versión de que ellos mismos conformaban federativamente uno de los barrios o cuarteles militares del mismo y que, los acaecimientos posteriores que desembocaron en el Imperio Mexicano obedecería a cuestiones que, según la doctrina tradicional de los ciclos, se hallarían enmarcadas dentro de esa conflictiva ambivalencia entre la casta sacerdotal y la militar y que, ha caracterizado a toda sociedad tradicional bajo las influencias o determinaciones cualitativas del período conocido como Kali-Yuga, correspondiente a la actual Era de nuestra humanidad y así llamado por las tradiciones hindúes.

15) Parte de dichas piezas pueden observarse en el actual parque-museo La Venta de Tabasco a orillas de la Laguna de las Ilusiones, en la ciudad de Villahermosa, donde fueron trasladadas en el año 1957, componiendo un lote junto a una treintena de piezas escultóricas de piedra volcánica (altares, estelas y cabezas de grandes dimensiones) desde La Venta, en el actual municipio de Huimanguillo, lugar original de su hallazgo, en el año 1930, por el norteamericano Matew W. Stirling.

16) De este modo, de los inagotables aspectos y de los diversos niveles simbólicos que de este punto se desprenden, podríamos señalar la particularidad de una sociedad-estado, establecida bajo una norma universal de manifestación dentro de la cual se resumía integralmente su existencia como, por ejemplo, lo demuestra el hecho del sustento económico por el cultivo del maíz, pero, a cuya deidad se le asignaban la fundación del ciclo actual, la procreación del género humano, la delimitación de los mojones del cosmos y la fijación del "Centro del mundo", especialmente, señalizado por una planta de maíz florecida. El simbolismo de la planta del maíz, cuyas primeras hojas verdes adquieren en la representación iconográfica tradicional ciertos atributos resumidos en las plumas del Quetzal, emergiendo de la grumosa o negra tierra simbolizada por el lagarto o la serpiente (que recibe el proceso fecundante de la lluvia = tlaloques) no solamente revela las fases del suceso iniciático universal, sino que puede expresar múltiples aspectos como aquel en que se erige a título de "eje del mundo" por el cual el cielo y el inframundo se comunican con la tierra donde confluyen los cuatro rumbos del universo.

17) Podríamos mencionar, a modo de reforzar esta afirmación, además de nuestras palabras antecedentes a ella, las "pinturas rupestres" del "horizonte olmeca" halladas en las grutas de Jutlahuaca (Estado de Guerrero) sobre cuyas paredes se distribuyen diversas representaciones entre las que se destaca una serpiente emplumada cuyo ojo aparece marcado con una cruz (significativamente parecida a la de San Andrés, cuya forma es idéntica a la que enmarca, por ejemplo, la efigie solar del disco de piedra conocido como "Calendario azteca"). Asimismo, en sitios tales como Tlapacoya o Las Bocas (Estado de Puebla), se han hallado innumerables cerámicas olmecas representando un significativo simbolismo tulano, dentro del cual, entre otras interesantes representaciones iconográficas, la que mas abunda es la de la serpiente con plumas (ver ilustraciones en la obra de Christine Niederberger, "Arqueología y Etnología del Estado de Guerrero", Chilpancingo-México).

18) Como se sabe, en diversos hallazgos de material maya en Tikal y Copán, tanto como otras referencias provenientes del horizonte zapoteca han corroborado que a Teotihuacán se la designaba y reconocía explícitamente con el nombre de Tollan.

19) "Es el nombre de nuestro mundo. El nuestro, en el que vivimos, y que fue también el de Nuestro Señor de Tula, la Serpiente con Plumas". Códice Chimalpopaca.

20) De este modo, son los datos tradicionales los que podrían concurrir a una posible elucidación de este punto, ya que la voz aztlan de neto origen atlantídeo, tanto como aquella primordial de tula a la que la primera se halla asociada por imagen, corresponderían a las transferencias de los nombres sagrados antiguos o representaciones simbólicas de los centros espirituales correspondientes a tradiciones ahistóricas de la humanidad. Estos nombres, principalmente el de Tula, tal como habíamos antedicho y referenciado respecto de algunos detalles relacionados sobre su significación y su nomenclatura universal, en carácter de localizaciones simbólicas, serían como imágenes del "Centro supremo", pero que, también, (vale la reiteración) pueden referirse, como en estos casos, a designaciones de varios tipos y de orden secundario; aunque, en rigor, primeramente, se impondría el saber distinguirlas de la Tula hiperbórea que es la verdadera representación del centro primordial y supremo para el conjunto del Manvantara actual.

21) Referido ello a cierta genealogía, particularmente de Berosio, en su referencia a cierto Hesperus, mítico rey de España del que decía ser hermano de Atlas y que reinó también en Mauritania y sobre las "Islas de las Hespérides" a las que Fernández de Oviedo identificaba con América.

India Mandala Cosmica